La Séptima Constelación

30. Baile de máscaras.

Después de haber contado su versión de los hechos, Helen daba vueltas en su aposento. ¿Qué pasaba allí afuera? ¿Habían capturado a la falsa Junilda? ¿Cómo estaría la princesa Gertrudis ante todo esto? Son preguntas que dan vueltas en su cabeza sin parar. Podría abrir esa puerta y salir a averiguarlo por sí misma pero estaba prohibido, ya que estaban buscando a la impostora y solo así sería más sencillo. Lo que menos quería en estos momentos, era entorpecer esa búsqueda y meterse en más problemas.

—¿Cómo es posible que en menos de 24 horas dos intrusos pudieran acceder a los interiores del castillo? — el rey sermonea a todos sus guerreros en el pabellón, estando Alan y Aarón presentes. — ¿Para qué se supone que están aquí?

—Fue un descuido que no se repetirá. — el coronel sale en defensa, ya que es el responsable de que la seguridad tanto fuera como dentro del castillo, funcione.

—¡Un descuido que casi se lleva la vida de mi hija y de tu esposa! — el rey alza la voz, está muy enfadado. — Mañana el rey de Inglaterra pisará este lugar y lo último que quiero es que se burle de nuestras tropas. Arreglen todo este desastre antes del amanecer, encuentren a los responsables de esto y mátenlos. ¿Les quedó claro?

—¡Sí, señor! — todos responden simultáneamente y se retiran. Por primera vez, los hermanos Rutherford estaban de acuerdo con su abuelo. Perderla era su mayor miedo y harían lo que fuera para protegerla. Cuando Alan mira hasta los portones y ve a Max, su guerrero de confianza sale detrás de él porque sabe que si ha ido hasta allí, algo importante tendría que decirle.

—¿Qué sucede? — le pregunta en cuanto se alejan del pabellón del rey.

—Alguien lo está buscando, mi señor. — Alan frunce el ceño. — Es Loana, la hija de Silas. — aclara.

—¿Loana? — está muy impresionado. ¿Qué cosa sería tan importante que la obligó a salir de su escondite para pisar las tierras que más odia? — ¿Dónde está?

—En el segundo cobertizo. Dijo que era muy importante hablar con usted. — desde luego lo era. El príncipe no dudó ni un segundo y al llegar, la encontró. Saca la daga por instinto en cuanto lo ve entrar.

—¡Wow, tranquila, soy yo! — levanta las manos vacías.

—Perdón pero es que este lugar me pone de los nervios. — guarda la daga. — Ahora entiendo porqué todos tienen cara de pánico.

—No es por eso. Intentaron asesinar a mi madre y la sospechosa escapó. Todo el castillo está en alerta roja. Tuviste suerte de que Max te encontrara antes que cualquier otro. Te habrían matado sin pensarlo. — Loana respira profundo. — ¿Y qué es eso tan importante que tienes que decirme?

—Es sobre tu abuelo y la verdad detrás de la peste en el campo de los condenados.

—Lo siento, Loana pero no creo que tenga cabeza para esto ahora.

—Sí, sí deberías. Porque él fue quién lo provocó todo. — Alan la observa con el ceño fruncido. — Y te lo contaré todo aunque me creas o no. — dice, y sigue explicándole exactamente todo lo que Silas le había dicho.

En el pasadizo secreto de la biblioteca.

—¿Puedes ver algo Sofía? — Cinco le pregunta a Cuatro mientras se proyecta de forma astral desde su celda.

—Sí, ella está en su aposento. — contesta.

—¿Y qué esperamos? Debemos largarnos de aquí antes de que el rey haga el resto. — dice otra de ellas.

—Si el rey no ha hecho nada es porque no sabe que es la séptima estrella.

—Entonces deberíamos usarlo como ventaja. Es hora de poner en marcha el plan que desde hace años teníamos guardado. — todas se quedan en silencio, esperando la respuesta de Cinco. — ¿Estás bien? — notan su inestabilidad. Sostiene su cabeza como si de un fuerte dolor se tratara y cuando pasa, se queda completamente inmóvil levitando sobre su estrecha cama y con los ojos brillosos. Instantáneamente todas saben que está teniendo una visión.

“La visión de Cinco parecía atravesar los portones del castillo pero esta vez parecía ser un baile donde todos estaban vestidos de rojo. No podía ver los rostros con claridad, pero entre ellos se encontraban Helen y Alan. ¿Qué significaba esto? De un momento a otro y con una rápida transición, Cinco estaba parada completamente sola en un campo desierto donde el suelo era de piedra. Donde mucha neblina y humo de fuego cubrían todo a su alrededor. Al voltear y echar su vista al frente, queda atónita cuando ve a las siete estrellas (dentro de estas, ella) levitando sobre sietes enormes trozos de tierra que habían desnivelado el suelo. Todas llevaban un peculiar atuendo blanco que iba acorde con los puntos en su brazo izquierdo y sus ojos brillantes. Por sus caras parecían estar muy enojadas, mientras que figuradamente habían destruido todo a su paso".

Y dentro de todas ellas justo en el centro también se encontraba Helen Laurent.

Cinco regresa de sus visiones y cae bruscamente sobre su cama después de dejar de levitar. Esta vez había sido diferente y un intenso escalofrío recorría todas sus venas. ¿Qué había sido todo eso? Se pregunta mientras intenta recuperar el aliento y calmar sus nervios.

—¿Qué fue lo que viste? — Sofía le pregunta.

—Algo muy malo va a pasar. — responde casi sin aliento. — Todo lo que conocemos hoy va a desaparecer. Nosotras lo haremos.

Después de largas búsquedas sin éxito, los guerreros del rey regresan para proteger todas las entradas y salidas del castillo. Belmont sabía que se trataba de paganos, pero lo que menos quería en este momento era enfrentarse a ellos cuando el rey de Inglaterra estaba a punto de llegar. Mientras que Alan, a pesar de ya saber la verdad sobre el campo de los condenados, también haría su papel de buen heredero para asegurar la paz de su país. Al menos la del exterior.

6am.

Todo el servicio se despierta, desayunan y empiezan su labor. Incluso la cocina estaba rodeada de guardias después de lo acontecido con la princesa Gertrudis. Durante el desayuno todas se sentaron alrededor de Helen para saber su versión de la historia, la cual con mucho gusto se las contó. Y solo así, se ganó el cariño de casi todo el personal. Todos sabían de la llegada del rey Inglaterra, por lo que tenían mucho trabajo que hacer.




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