La Séptima Constelación

32. La propuesta.

La doncella con alma de guerrera que juró jamás entablar ningún tipo de relación con la realeza acababa de sumergir sus labios con los del futuro rey de Francia. Aquel beso despertó cosas que nunca pensó que sentiría, o más bien, que nunca ocultaría en su interior. ¿Qué era eso tan asfixiante que sentía por el príncipe? ¿Qué era eso que le hacía sentir tan bien? Aparta sus labios de los suyos con una gran confusión que quemaba todo su interior.

—¿Qué hace? ¿Qué cree que hace? — se limpia los labios con sus manos.

—No te hagas. Acabas de disfrutar ese beso tanto como yo. — sonríe con picardía y cuando intenta acercársele otra vez, Helen lo golpea fuertemente. Dejándolo más que impresionado.

—Ya se lo dije, no seré otra más en su lista. — intenta mantener la cordura.

—¿Por quién me das? ¿Quién crees que soy? — frunce el ceño mientras acaricia la mejilla en la que Helen lo ha golpeado.

—Alguien que está acostumbrado a tenerlo todo. Más en cuanto a mujeres se refiere. — mientras más a ella se acerca, más retrocede.

—Pero eso no podrá negar esto que sentimos desde el primer momento en que nos vimos. — clava sus ojos en ella. — ¿Es que acaso no te das cuenta?

—Usted jamás podrá darme el lugar que merezco. ¡Está a punto de casarse con la princesa Robledo! — le recuerda, apartándose más de él.

—¿El problema es ese? ¿Mi compromiso con ella? Solo pídeme que no me case y no lo haré. — la locura en sus ojos casi la convence de que realmente estaría dispuesto a hacer algo así.

—Esa nunca será mi decisión. — le responde fríamente.

—¿Príncipe Alan? — Max, su guerrero de más confianza los interrumpe aun manteniendo distancia.

— ¿Sí, Max? — lo mira de reojo. Odia que lo estorben de tal forma. Max mira a Helen tímidamente como si no considerara oportuno hablar delante de ella. — Di lo que tengas que decir, ella no es un problema. — casi parece haber leído sus pensamientos.

—Es su hermano. Atrapó a la que intentó envenenar a su madre, señor. — menos mal que era una buena razón.

—De acuerdo. — vuelve sus ojos a Helen. — Tú y yo seguiremos esta conversación más tarde. — le dice y se retira con Max hasta las mazmorras donde Aarón está. La sospechosa está atada de una silla de pies y manos, y con una venda en la boca que Aarón le quita para que pueda hablar.

—¿Así que ésta en nuestra sospechosa? — Alan se coloca los guantes de cuero negro.

—Yo diría que es la culpable. La encontré por el pueblo haciendo muchas preguntas que no debería hacer. — Aarón responde. Alan revisa su muñeca y confirma que es pagana gracias a su marca en forma de triángulo en la piel.

—¿Quién te envió? — le pregunta directamente. —¿Silas?

—¿Quién es Silas? — Aarón frunce el ceño.

—¿Silas? ¿Cómo sabe su nombre? — la mujer pregunta.

—Te sorprendería todo lo que sé. — se sienta frente a ella.

—Silas era un buen líder, pero…últimamente sus emociones son más fuertes que su deber. Lo desviaron de su verdadero objetivo.

—¿Y ese objetivo… era nuestra madre?

—Dicen que para derrumbar al más fuerte se debe empezar por sus partes más frágiles. Pensamos que su hija era una buena opción. — confiesa sin más.

—¿Cómo pudiste entrar al castillo? ¿Alguien desde dentro te ayudó? — Aarón pregunta.

—Todo fue más simple de lo que pensamos. Parece que ganaremos esta vez.

—¿"Ganaremos”? — que hable en plural y no solo de ella, activa el sentido de alerta del príncipe. En ese momento, se oye mucho movimiento y gritos del exterior.

—¿Qué es eso?

—Iré a revisar. — pero antes de que Max pueda salir algo detona, sacudiendo los escombros del lugar y haciéndolos perder el equilibrio.

—Ya están aquí. Esta será nuestra venganza. — dice la pagana con una satisfactoria sonrisa.

—¿Qué es lo que están haciendo? — Alan la sujeta fuertemente de la mandíbula, a lo que solo responde con una malvada sonrisa. — No la pierdas de vista. — a Max le ordena y sale con su hermano para ver qué estaba pasando. Cientos de paganos en las afueras del castillo con antorchas y batallando con los guerreros del reino que intenten alejarlos de la zona. Parecía que querían hacer protestas más que entrar y matarlos a todos. Cosa que harían los tenebris sin dudar.

Entre la multitud, Alan encuentra el rostro de Silas, viéndolo fijamente. Parece que no tenía tan poco que ver con todo esto después de todo.

— ¿Quién es él? ¿Lo conoces? — Aarón le pregunta a su costado.

—Algo así. — se acerca a las puertas con muchos guerreros detrás. Incluso los paganos le tienen respeto. — ¿Qué es lo que quieren? — mira a Silas.

—Me gustaría tener una…agradable conversación con un viejo amigo. — sabe que se refiere al rey. — De lo contrario, dejaré que esta gente haga lo que quiera. — mira de reojo a todos los paganos que lo acompañan.

—¿Tú montaste todo este espectáculo? — el príncipe Alan parece tomarse la situación con mucha calma. — Parece que Loana estará muy decepcionada.

—¿Usted qué sabe de Loana? — parece impresionado.

—Mucho más que usted, me temo. — lo deja en silencio. — El rey no está en condición de tener reuniones con nadie. Así que pueden posponer su espectáculo para después. — una sus manos en su espalda baja.

—Sabemos que tienen a una de las nuestras en sus mazmorras, proclamamos su libertad.

— ¿Te refieres a la que intentó envenenar a la princesa Gertrudis? Estamos en todo nuestro derecho de tenerla aquí. — refuta Aarón.

—Eso fue un error.

—Un error que pagará con su cabeza. — una línea de guerreros protege la entrada con sus escudos y espadas. A los paganos superan en cantidad. — Ahora lárguense de aquí o perderán más de lo que querían ganar.

—No nos iremos sin ella.

—Está bien. Entonces inicien su ataque y pongan también la vida del rey de Inglaterra en peligro.




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