La Séptima Constelación

41. Poca fe.

—Madre, tranquila, estoy bien. — Gertrudis sigue preocupándose por su hijo. En lugar de los siervos, ella acomodaba sus cobijas y sábanas.

—Lo sé, pero déjame consentirte.

—Ya me consientes demasiado. — sonríe mientras se recuesta.

—Tienes que descansar. Han pasado muchas cosas hoy. Mañana será otro día. — Alan se queda en silencio y ella lo arropa. — ¿Todo bien con Helen? — cambia de tema.

—Sí. Todo está bien.

—¿Y....sus...? ¿De dónde salió esa magia? No conocíamos esa parte sobre ella.

—Lo sé, yo tampoco. Pero, aunque es aterrador para ti y quizás para los demás, no nos hará daño. No usará eso contra nosotros. Estoy seguro. 

—Lo sé. Es una jovencita de buen corazón. Ama a su familia. Te ama a ti. Sea lo que sea, nos salvó esta noche. — acaricia el cabello del príncipe. — Pero sabes que los rumores corren y quizás esto traiga muchos problemas para ella. La gente ya odia a los que tienen poder. Ella lo recibirá al doble.

—Entonces estaré ahí para protegerla. — dice con seguridad.

—Eres tan valiente.

—Eso lo saqué de ti. — ambos sonríen.

—Te amo hijo. Buenas noches. — le da un beso en la frente y se retira de sus aposentos para dejarlo dormir.

***

Luego de ponerse al día con Claudia, Helen también quería descansar. Habían sido demasiadas emociones por un día. Sabía que aquellos acontecimientos la iban a perseguir durante mucho tiempo o quizás por toda su vida, y debía prepararse para enfrentarlo. Por suerte, tiene presente que muchas personas, a pesar de todo, estarían de su lado, apoyándola.

—Hola. ¿Puedo pasar? — Jason se asoma por la puerta.

—Claro, pasa. — Jason entra y cierra los portones a su paso. Se acerca y se sienta frente a ella.

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien, no te preocupes. — sonríe.

—Esto es raro. Me siento raro. Deberíamos pensar volver a nuestro hogar, volver a la normalidad.

—Ya es muy tarde. No puedo cambiar nada. Solo queda...afrontar esto. Enfrentar lo que soy.

—Wau, tienes poderes. Quién lo diría. — ambos se ríen. — Yo soy el hermano mayor, el elegido debí ser yo. — bromea.

—No quieres ser parte de esto, créeme. Es aterrador, incluso para mí. Es mucha...responsabilidad. — es sincera.

—Eres como parte de una secta. — sonríe. — Al menos tienes la protección del príncipe. Es un buen hombre, y pronto te casarás con él.

—Así es. Me dijo que trabajarás para él. Al menos así te tendré cerca. ¿Cómo va eso?

—Max me entrena cada que puede, pero siempre está con él. Es muy leal. Espero ganarme su confianza pronto. 

—Lo harás, eres muy bueno. Puedes con lo que sea. — le anima.

—Te quiero mucho, ¿lo sabes verdad?

—Lo sé. Igual yo a ti. — lo toma de la mano. — Tenerte aquí me hará sentir más segura. Quisiera que todos se quedaran, pero sé que nuestra madre no aceptará. De todos modos, creo que estarán mejor en el pueblo, en una buena casa que aquí entre tantas escorias.

—Así es, también pienso que es lo mejor. Ella estará más tranquila. — se quedan en silencio unos instantes. — Extraño mucho a papá ¿sabes? Me sentía culpable de lo que pasó, pero...sé que él no quisiese que me sintiera de esta manera.

—No, tú no tuviste la culpa. Ya tenemos a quien culpar de su muerte y pagará muy caro lo que hizo. Yo me encargaré de eso. — se acerca y antes de que pueda darse cuenta, sabe que ha hablado de más.

—Espera, ¿qué? ¿Cómo que ya tenemos a quien culpar? ¿No fue un accidente?

—No, es decir, me refiero a que... — titubea. No sabe cómo arreglarlo.

—¡Helen! ¿Asesinaron a nuestro padre y nos ocultaste al responsable? — se exalta.

—Jason, por favor. — intenta calmarlo. — Esa fue la razón por la que acepté venir. Mas que cualquier cosa, quiero vengar su muerte. Pero por favor, no le digas nada de esto a Lucas y mucho menos a nuestra madre. Por favor. — le ruega. 

Jason camina de aquí para allá y pasa las manos por su cabeza constantemente.

—¡Ok, bien! ¡Está bien! Pero debes decirme quién es. ¿Quién mató a nuestro padre, Helen? — clava sus ojos de impotencia sobre ella.

—Fue...el responsable es Vittorio. — confiesa. — El soldado principal del rey.

—Maldito hijo de perra. Lo voy a matar. — intenta salir, pero ella lo detiene.

—¡No! No harás nada. Tengo todo calculado para darle su merecido y no lo estropearás. Matarlo será muy simple, debe sufrir.

—¿Y cómo piensas lograr eso? — intenta calmarse.

—Voy a encontrar su punto débil y lo haré rogar por piedad. Eso se lo prometí a mi padre y lo cumpliré.

—Pero no lo harás sola. También fue mi padre, Helen.

—Y el de Lucas, pero a veces tenemos que ocultar cosas para proteger a los que amamos. Si mamá o él se enteran de esto van a sufrir más. Apenas están recuperándose, no los hundiremos de nuevo.

—Bien, está bien, pero debes prometerme una cosa. — Helen asiente. — No habrá más secretos entre nosotros. A partir de ahora me contarás todo, sin excepción. Así que si tienes más que decirme, este es el momento. — Helen respira hondo y toma asiento.

—Está bien, te contaré todo. — le indica la silla y se sienta para escuchar todo lo que tiene que decirle.

En las mazmorras.

Vittorio entra a los calabozos con una bandeja de cena y una farola en manos. Hacía mucho frio y estaba muy oscuro. Al llegar a la celda de Loana, cuelga la farola en la pared y pasa la bandeja por el hueco de abajo.

—Estas ya no son horas para cenar y soy alérgica a las sobras congeladas. — está sentada en una esquina abrazando sus rodillas.

—No está congelada y deberías agradecer que al menos te traiga algo de comer. No tengo órdenes de eso.

—¡No me digas! ¿Y debo creerme que esto ha salido de ti? Perdón, pero no me conformo con tan poco. Deberás esforzarte muchísimo más. — está molesta, pero es irónica.




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