La Séptima Constelación

42. El sello de su libertad.

***

Luego de una extensa búsqueda, los soldados y expertos no encontraron más que huesos y cenizas en aquel infierno. Todo parecía indicar que había muerto excepto por la túnica con el logo inglés que encontraron tan solo a algunos metros más lejos del campo de los condenados. Uno de ellos se había salvado de la muerte ¿o quizás habrían sido más? Cuando esta información llegó a oídos del rey, se lo tomó con tranquilidad. Aunque podía significar una amenaza, tenía la constancia de que nadie después de ver a aquella criatura del mal querría volver por más.

En los aposentos del rey.

—¡Necesito que liberes a la hija de Silas ahora mismo, Belmont! — la reina entra sin previo aviso. — ¿Qué crees que ganas con todo esto? ¿Qué más buscas? ¿Qué más quieres ganar? — el rey se estaba vistiendo para una nueva cena familiar.

—Estoy cansado de tus preguntas, Tomasia. — se porta indiferente.

—Entonces no me des más razones para seguir haciéndotelas. Es mi sobrina, Belmont. Es la hija del hermano por el que nunca hice nada.

—¿Qué? ¿Ahora vas a culparte por decisiones ajenas? Esto siempre fue entre él y yo.

—Y nunca así debió ser. Me he mantenido bajo tu sombra durante todos estos años, nunca te he cuestionado....

—Sí lo has hecho, y mucho. — la interrumpe.

—Pero nunca hice nada al respecto. Siempre te dejaba tomar todas las decisiones y ahora...estoy sintiendo el peso de conciencia.

—¿Peso de conciencia? Solo reprímela. Es inútil.

—No todos somos tú.

—Pero tú sí pudiste serlo. Pudiste ser parte de todos mis planes, pero siempre supe que ibas a cuestionar cada movimiento. Por eso las cosas son así.

—¿Hablas de excluirme?

—Hablo de protegerte. — la mira a los ojos. — Luego de la muerte de mis padres tú fuiste lo más importante en mi vida. Fuiste la luz en mi camino, mi felicidad. La razón por la que seguí adelante y no me consumí por el rencor. Tuve la oportunidad de ser padre y tener esta familia.

—Familia que nunca valoraste. No aprecias nada, solo nos ves como fichas en tu ajedrez. Usas a cada quien a tu favor. — Belmont hace una mueca y gira sobre sus talones para ignorarla. — Lo único que te pido ahora es que la liberes, es todo.

—No puedo hacerlo, necesito a Silas de regreso.

—¿Por qué?

—¡Porque no me queda tiempo! — grita, dejándola con el ceño fruncido. — Estoy muriendo. — confiesa, en el estado más vulnerable en el que jamás se había encontrado.

—¿Qué? ¿Por qué dices eso? — la reina quiere entender.

El rey baja el cuello de su camisón y muestra cómo parte de su cuello y hombro están consumiéndose por la peste negra que desde anoche absorbió.

—Algo malo está matándome por dentro, y no dejaré que todo corra por cuenta propia cuando tengo todo para hacer que suceda antes y poder verlo. — termina de vestirse y sale de los aposentos, dejando a la reina en estado de shock.

***

En las afueras del castillo, la familia Robledo se despedía de Gertrudis y agradecían por su amabilidad como de costumbre al invitarlas y hacer aquella caminata por Turquesa hoy. Helen y ella parecían llevarse bien y comprenderse un poco más, y aunque Josefina no lo entendía, mucho menos aprobaba, nada importaba más que mejorar su sociabilidad.

—Alan, ¿puedo hablarte unos segundos? — le pregunta antes de marchar, pero este mira a Helen en busca de aprobación. Cuando ella lo entiende, le asiente y solo así, Alan se aparta para escucharla con más privacidad. — Disfruté mucho este día, no podría estar más agradecida.

—Me alegra que así sea. Solo te deseamos lo mejor. — une sus manos en su espalda.

—Lo sé. — mira a Helen. — Sabes, hoy tuve la oportunidad de conocerla más. Es una gran chica. Tiene un carácter que aún me cuesta comprender, pero ahora entiendo lo que hay entre ustedes. Se parecen mucho en eso. Entiendo que es lo que buscas y lo tienes. No lo dejes perder. — casi le sorprende escucharla hablar con tanta madurez.

—Sí, sí lo es. — la mira y sonríe. — Me alegra que lo entiendas y se lleven bien. 

—Bueno, no es como que iremos de picnic todas las tardes, pero...creo que nos comprendemos. — ríen. — Espero que me llegue la invitación del casamiento a mi casa.

—Seguro que la recibirás. —sonríen. 

—Cuídate, Alan.

—Tú también, Tessa. — sonríen nuevamente y se marcha en la carroza con su madre de regreso a la nobleza.

—Qué día tan agobiante, necesito una ducha. Nos vemos en la cena. — Gertrudis los besa en las mejillas y se retira con sus siervos hasta sus aposentos.

—Tú también deberías descansar. — Alan la atrae más a él.

—Tú también. Fuiste herido. Aunque ya no estén. — toca la zona en la vio la flecha herirlo.

—Estoy sano, gracias a tus amiguitas. — que las mencione cambia su estado de ánimo. — ¿Qué sucede? — lo nota.

—Hice un acuerdo con tu abuelo. — confiesa sin más.

—¿Qué? — frunce el ceño. — ¿Qué tipo de acuerdo?

—Quiere mi ayuda...quiere usar mi poder para detener la cosa que los atacó anoche.

—¿Y accediste?

—No tuve de otra, es algo que haría de todas maneras. Si de verdad quiere lastimar a los que amo, por supuesto que haré lo necesario para protegerlos.

—¿Y cómo estás tan segura de que no es otro plan del abuelo? Sabes lo manipulador que es. ¿No era el plan al revés?

—Yo lo vi, me vio fijamente cuando protegí el castillo. Era gigante, no sabría cómo describirlo, por eso le creo.

—Helen, no puedo creer que de verdad estés de acuerdo con él en algo. Nada lo hace, no da un paso sin segundas intenciones.

—Confía en mí, sé lo que hago.

Alan resopla.

—¿Qué le pediste a cambio?

—Liberarlas. Darles el lugar que merecen, aunque sea dentro del castillo. Es todo lo que quiero.

—¿Pusiste a 6 mujeres que no conoces por encima del bienestar de tu familia?




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