La Séptima Constelación

46. Alianzas.

El plan de Alan se ve entorpecido cuando varias criaturas intentan atacarlo sin éxito alguno. Era muy bueno con la espada y su hermano le cuidaba la espalda. Mohat regresa a la realidad y con más furia aumenta la gravedad de su ataque. 

Los relámpagos en el cielo eran muy fuertes y ruidosos.

—Es hora de terminar esto. — Ann camina hasta Mohat, haciendo peculiares movimientos con sus manos mientras levanta enormes rocas y los lanza contra él. Todos notan su entrada y el príncipe se preocupa. 

Loana la observa con confusión y Ann le lanza una mirada desafiante.

—Helen, ¿qué haces?

—Demostrándote quién soy. — canaliza los poderes de las demás seis, haciendo que sus marcas se iluminen, separa la tierra del suelo donde cada una está de pie hasta elevarse a la altura del semblante de Mohat. Tal como la visión que Ana había tenido. Ann evapora a cada criatura que se le acerca con tan solo un leve movimiento de dedos y abre un agujero en el suelo para obligar a Mohat a regresar a él. Plan que se ve arruinado cuando otro de sus más grandes fenómenos las ataca y logra derribarlas. 

Alan al darse cuenta, corre hacia ella para intentar sostenerla, pero Ann forma un campo de magia para protegerse del impacto.

—¿Estás bien? — la levanta y la inspecciona.

—Sí, tranquilízate. Por qué no iba a estar bien. — se aparta. — Casi lo teníamos. — mira la enorme criatura que las ha derrumbado siendo aniquilada por Sylvie y las demás. — Necesito matarlo. — intenta avanzar, pero él la detiene.

—No irás a ninguna parte.

—¡Deja de decirme qué hacer! — se suelta bruscamente de su agarre. — Has agotado mi paciencia Rutherford. Apártate de mi camino.

—Si quieres matarlo, adelante. Pero lo haremos juntos.

—Tú y tu constante deseo de quedar como el héroe enamorado es repugnante.

—Di lo que quieras, nada te funcionará. — Ann solo tenía cara de repulsión. — Somos un equipo. — la toma de la mano, provocando una sensación desconocida en ella. Esto, el apoyo que Helen recibía de su amado era el que ella anhelaba tener de Mohat hace décadas, pero no fue así.

—Darías tu vida por ella, ¿verdad? — Alan frunce el ceño porque hablaba en tercera persona. — Eso sí es amor. — entre la distracción, otro de los fenómenos levanta a Ann de la túnica y la lanza lejos del príncipe.

—¡No! — Alan intenta alcanzarla, pero es detenido por Mohat, quien lo golpea directamente y lo deja muy malherido. Se acerca a él y lo toma del cuello justo como lo hizo con el rey y con Helen. Sin poder respirar intenta liberarse, pero era imposible. Mohat lo observa con atención y casi admiraba lo fuerte que era. Seguía luchando a pesar de no tener salvación. ¿O quizá sí?

—¡No, Alan! — el rey corre hacia su nieto cuando ve aquel escenario y Vittorio le cubre la espalda. Estaba dispuesto a cualquier cosa para salvarlo. Ann se recupera y mira cómo todos luchan para salvar sus vidas a su alrededor. Como, al final, todos se cuidaban entre sí.

—Έχω καλύτερα σχέδια για σένα / Tengo mejores planes para ti. — dice a través de su voz infernal.

—No...entiendo...lo que...dices. — saca la cerradura que Loana le había otorgado. — Deberías saberlo. — introduce su pulgar en ella y rápidamente la pega en su oscuro rostro. Provocándole una evidente deformación. El príncipe cae y el rey lo sostiene, amortiguando su caída con su cuerpo, pero gracias a su don de la inmortalidad, estaría bien.

Ann se enfurece y camina hacia Mohat, donde dos de sus originalmente siete caras emergieron rápidamente alrededor de su cabeza. Toma fuerza y abre un enorme portal, a donde eran succionadas todas aquellas criaturas que Mohat había creado. Intentaba golpearla, pero su magia la protegía instintivamente.

—Es hora de que regreses a casa, mi amor. — dice irónicamente y aumenta la fuerza de su magia para obligarlo a desvanecer por el mismo agujero de donde había venido. ¿Pero ese sería el verdadero final de Mohat? Selene cura al príncipe y a todos los que resultaron heridos en el combate. Perdieron a muchos soldados, pero detuvieron el mal. La oscuridad había desaparecido, de momento. 

Horas después.

Todo lo que había pasado hizo a Ann pensar mejor las cosas que quería hacer. Había sido testigo del amor que el príncipe sentía por Helen pero ¿podía ser tan egoísta para arrebatarle aquello que tampoco tuvo? No. Estaba decidida a no condenarla a su mismo final.

—Príncipe Alan, ¿puedo hablarte un segundo? — se le acerca, en los establos. Estaba revisando que Morpheus estuviera bien.

—No tengo ánimos para hablar. — estaba molesto.

—Entiendo que estés así, pero todo puede solucionarse. Algunas cosas...deben pasar para que abramos los ojos. — habla de su propia situación.

—Entonces... ¿qué tienes que decirme Helen? — se gira para verla de frente. — ¿O debería llamarte...Ann? — su pregunta le congela el alma. ¿Ya lo sabía? ¿Cómo pudo darse cuenta? Antes de que haga algo al respecto, Vittorio le inyecta lo mismo que le había suministrado a Sylvie cuando intentó matar al rey. Lo que tiene efecto inmediato en ella y la hace caer en un profundo sueño. 

—Es lo correcto. — dice Loana, quien había sido la primera en darse cuenta de la posesión.

***

Ann despierta en la misma celda donde Ana y las demás, habían estado encerradas. Estaba atada a una silla y Vittorio tenía otra jeringa con más liquido por si necesario era. Solo Aarón, Loana, Vittorio y el príncipe Alan sabían de aquello. Cuando Ann esclarece su vista, pone los ojos en blanco al aceptar que había sido descubierta.

—De acuerdo, ustedes ganan. Me presento nuevamente: mi nombre es Ann. — dice sin que nada le importe.

—¿Qué hiciste con Helen? ¿Dónde está mi esposa? — Alan estaba furioso.

—No grites, puede escucharte. Sigue aquí. — se ríe burlonamente.

—Debe estar reprimida en su subconsciente. No entiendo cómo dejó que esto pasara. — Loana comenta.




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