La Séptima Constelación

48. Los secretos del vaticano.

Cae la noche.

Con la noticia de que el rey había partido hasta Grecia, dejaba a los hermanos Rutherford más tranquilos. Con su ausencia tendrían menos preocupación. Preparados para embarcarse en una nueva misión, cabalgaron en sus caballos hasta llegar al punto de encuentro donde Loana y Ann ya estaban.

—¿No habíamos quedado en algo? — Alan se desmonta y camina hasta ellas. — Se suponía que descansarías. — estaba molesto.

—No la culpes, yo la traje. — Ann responde. — Sabe mucho, la necesito para resolver los acertijos.

—Vienes de la antigua Grecia, ¿cómo no podrías hacerlo sola? — Aarón se lo toma con más calma y observa su alrededor.

—¿Segura que puedes hacer esto? — Alan se centra en el bienestar de Loana.

—Sí, quiero hacer esto. — estaba segura.

—Bien, ¿por dónde empezamos?

—Este es el único desagüe que conecta con el túnel debajo del vaticano. Debemos entrar por aquí. — Aarón observa las rejas de la entrada y el mapa.

—Dios, se me ensuciará todo el vestido. — Ann se queja y todos la miran con mala cara. — Hagámoslo, no podemos perder tiempo. — usa su magia para romper las rejas y permitirles pasar. Con ayuda de ellos, ellas entran primero, mojando sus zapatos con el agua que residía en aquel oscuro lugar. Ann forma una esfera de luz que avanza con ellos iluminando su camino.

—Debemos seguir recto y así llegaremos a la puerta que conecta con las catacumbas. — Aarón los guiaba con el mapa. Unas ratas enormes y ruidosas los asustan y Ann activa su poder instintivo.

—Falsa alarma. — Loana dice y siguen caminando.

En el mediterráneo.

Belmont, cinco de sus soldados, Jules y Ana navegaban en el barco real del rey con destino a Grecia. Las olas empezaban a tomar fuerza y el viento frío incrementaba cada vez más.

—Parece que se acerca una tormenta, y apenas salimos del puerto. Nos espera un largo viaje. — Ana dice, sin emoción alguna.

—Creo que puedo hacer algo con eso. — las marcas de Jules se iluminan y con peculiares movimientos de sus manos, hace que el viento cambie de dirección y los ayude a avanzar más rápido.

—Bien hecho. — el rey le dice a Jules. — Pronto llegaremos a nuestro destino.

En el túnel.

Luego de un largo recorrido, llegan a un callejón sin salida, pero con muchas rocas y símbolos tallados en ellas. No había puertas ni nada de lo que en el mapa se veía. Parecían no tener salida.

—No puede ser. Debe haber una puerta aquí. —Aarón busca.

—No hay nada, caminamos por un túnel sin salida.

—No, debe haber otra forma. — Loana busca entre las paredes. — Estos símbolos, deben significar algo. Pensemos: este lugar es muy antiguo, los que la construyeron no tuvieron las puertas como opción. Sería demasiado sencillo.

—Entonces ¿qué otra entrada podrían haber construido?

—Las rocas. — Ann se acerca a la pila de 7 rocas gigantes como columna en el centro del lugar. — En Grecia creaban bóvedas de piedra y solo se podían abrir moviendo la roca correcta. Aquí hay siete. — las toca.

—¿Y cómo sabemos cuál es la correcta?

—Las pistas deben estar en estos muros. — se acercan y los observan con atención. En cada lado, los símbolos seguían un orden. Seis estrellas de diferentes formas. — Revisen las rocas, deben tener estos símbolos. — dice y lo hacen, cada una llevaban una estrella correspondiente, excepto una.

—Esta no tiene nada. ¿Qué hacemos? — Aarón pregunta.

—Es la que debemos mover. — Ann afirma.

—Y si no es la correcta, ¿qué sucedería? — Alan está inseguro.

—Todo esto caerá sobre nosotros. Pero no se preocupen, yo los protegeré. — esboza una media sonrisa. — Apártense. —les ordena y lo hacen. Con mucha concentración y magia, gira la roca sin estrella completamente y se detiene. El suspenso los hizo guardar silencio por unos instantes hasta que el lugar comienza a temblar. ¿Habían girado la incorrecta? Ann formó un escudo gigante que los cubriera a todos del derrumbe, pero en vez de eso, una roca gigante se mueve de lugar. Abriendo la entrada que estaban buscando.

—¡No puede ser! Lo logramos. — Loana sonríe.

—No celebres todavía, lleguemos al grimorio primero. — Ann toma la delantera y los demás la siguen. Había cientos de calaveras y huesos humanos apilados por montones en todo el lugar. Las farolas encendidas les dejaban claro que actualmente seguían cuidándolas.

—Este lugar es enorme, ¿cómo sabremos dónde empezar a buscar?

—Justo aquí. — Ann dice, mostrándoles el interior de una formidable bóveda a la que llegaron. Habían muchos baúles y artículos raros que ocupaban los estantes que allí se encontraban.

—¡No es cierto! — Loana se deslumbra.

—No te distraigas, recuerda porqué estamos aquí. — Ann le recuerda y empiezan a buscar en todas partes hasta encontrar el grimorio, lo que se les había complicado mas de lo esperado. Después de revisar baúles, recipientes y demás, y no encontrar nada, casi se daban por vencidos. Hasta que a Ann se le ocurre una idea.

—El grimorio debe estar dentro. No aquí abajo; arriba. — piensa. — Quizás alguien intentó buscarlo primero o simplemente supieron que debían salvaguardarlo a más no poder.

—Si está arriba será imposible colarnos sin que se den cuenta. — Aarón se preocupa.

—Creo que sí hay una manera. — dice Ann, mirando al príncipe Alan.

—¿Qué quieres que haga, específicamente? — Alan cruza los brazos.

—Puedes distraerlos. La visita del heredero del trono captará toda su atención.

—Sí, en otro caso sería así, pero en el mío no soy muy “tolerado” en esta zona. Me consideran un rebelde y repetirte las razones es innecesario.

—Debes intentarlo. Mientras haces eso, nosotros podríamos colarnos y tengo las herramientas para eso. Será rápido. Solo necesito 15 minutos.




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