La Séptima Constelación

52. Imperios divididos.

El polvo y las cenizas invadían las calles de Francia. Acababa de convertirse en el epicentro de las catástrofes. Calmando su furia y volviendo a sus cabales, Helen ayuda a su madre a ponerse de pie. Todos la miraban con esperanza, pero ella, la mujer que la trajo al mundo, la veía como su bendición.

—Hay que regresar al castillo, ya no es seguro aquí. — dice a su familia.

—Eso…ya es imposible. — Aarón se acerca, sin poder respirar con normalidad. — Está destruido. Todo…está destruido. No quedó nada.

—¡Aarón! ¿De qué hablas? — Helen se acerca.

—Y Alan…mi hermano… — su voz se corrompe al hablar. — Cayó en ese agujero y no lo pude sacar. No lo pude salvar. — rompe en llanto.

—¿Qué? ¿En cuál agujero? ¿Dónde está Alan? — se preocupa.

—No lo pude salvar. — Aarón sigue llorando mientras cae de rodillas al suelo.

—¿Dónde está ese agujero? Muéstramelo. — le pide y luego de una lúgubre caminata, llegan hasta él. Seguía allí, pero solo se veía oscuridad en su interior. Era aparentemente imposible acceder a él sin perder la vida en el intento.

—¿Cómo cayó aquí? — Helen pregunta.

—Intentando salvarme. Todo pasó muy rápido.

—No puede ser verdad. — las lágrimas bajan por las mejillas de Helen. — Debe haber una manera de bajar ahí. ¿Qué tal si aún sigue con vida? — se mantiene esperanzada.

—Está a cientos de metros de profundidad, no creo que haya sobrevivido a la caída. — Helen se arrodilla y con cuidado, toca la tierra acumulada a su alrededor. — Si hay una manera de buscarlo y…saber su estado real, seré el primero en arriesgarme. — dice detrás de ella.

—No puede terminar así. Este no puede ser su final. — la reina se sentía devastada.

—¿Tienes algo en mente? — Aarón estaba dispuesto a lo que fuese para recuperar a su hermano, y Helen también.

Mira la oscuridad del agujero y levanta la mirada.

—Creo que sí la tengo. — se pone de pie. — Pero nos llevará algunos días.

Cae el amanecer.

Un grupo de paganos sobrevivientes se acercan al mismo agujero por curiosidad. Esperaban que tuviera algo milagroso que los pudiera ayudar con el desamparo que llevaban. Su líder había muerto y ya no tenían un guía al cual seguir. Prepararon una larga soga que ataron a un fuerte árbol y la arrojaron hacia el vacío, pero antes que pudieran bajar por él, la niebla inunda el lugar. Sin poder ver con claridad, todos retroceden porque saben que viene del agujero.

—¿Qué está pasando? — uno de ellos se pregunta y cuando ven una mano salir repentinamente dan un salto del susto. Retroceden lentamente hasta que un hombre sale completamente de él. Dejando ver su silueta oscura sin más. — ¿Quién eres? ¿O qué cosa eres? — vuelve a preguntar.

—¿Quién…soy? — Alan Rutherford se acerca, dejándose ver. — Soy el maldito rey. ¿Qué cosa soy? — se mira las manos. — Aun no tengo idea. Pero gracias a eso estoy vivo. Estoy aquí. — los paganos se miran con confusión. El rey no se veía nada bien.

—Rey Alan, ¿qué le sucedió allá abajo?

—No lo sé. Pero ahora…ya sé que hacer. — los mira firmemente e intencionalmente, rodea sus cuellos con su nueva magia negra hasta quitarles la vida. Sin piedad alguna ni remordimiento, camina entre los cadáveres hasta llegar al castillo destruido. A pesar de todo, aquel había sido su hogar durante años. Todos los recuerdos de su infancia (tanto buenos como malos), se quedaron allí. Se desvanecieron junto con los muros del castillo.

Todo había sido culpa de Belmont, su abuelo, pero los griegos que invadieron su país mientras cazaban a Ann, eran mas que responsables de toda aquella catástrofe. Apretando su puño con ira pensaba en sus próximos movimientos. Y todos se resumían en una palabra: venganza.

—¿Alan? — la voz de Gertrudis a su espalda lo saca de sus pensamientos. — ¡Dios mío, estás vivo! — llora desesperadamente y corre hasta ella para sostenerla antes de caer.

—¡Madre! — está preocupado. — ¿Estás bien?

—No, no lo estoy Alan. — está muy sucia. — Él la mató. Tu abuelo asesinó a mi madre. — confiesa. — Cristóbal también murió. — dice entre llantos.

—No puede ser. — Alan no lo podía creer. — ¿Y los demás? ¿Dónde está mi hermano?

—No lo he visto. No he visto a nadie más. Solo…caminé hasta llegar aquí. — estaba desconcertada. — Tenemos que buscar otro lugar donde vivir.

—Ya tengo uno. Ven, te llevaré hasta él. — la levanta y busca a Morpheus para cabalgar en el hasta su destino. Francia estaba de luto. El castillo se había convertido en un cementerio nuevo para todas las almas que allí habían fallecido.

Todos los sobrevivientes se habían refugiado en distintas zonas de Francia, algunos paganos se habían unido a los pueblerinos, y la realeza también. El estatus social ya no importaba demasiado. Helen creó una barrera, un domo formidable que protegiera a toda una aldea de refugiados honestos que decidieran estar a su merced. Pues ahora, hasta que no supieran que el rey seguía con vida, era la única soberana de todo el país.

Loana estaba a punto de marcharse de Francia para siempre pero algo la detuvo y decidió volver. Regresar en busca de los hermanos Rutherford y no dejarlos solos otra vez. Belmont estaba perdido en su dolor, en la culpa de haber asesinado a sus seres amados y perderlo todo. Intentó quitarse la vida ahorcándose en un árbol del bosque, pero gracias a su ambicionada inmortalidad, no pudo lograrlo. Se arrepentía de tenerla y ya sabía que no había manera de librarse de ella a menos que llegara hasta Helen Laurent. Así que emprendió un viaje entre lo desconocido hasta llegar a ella. Aaron volvió al castillo para despedirse de Claudia y todos los demás, pero un papiro en una de las cruces llamó su atención. Era una nota departe de su hermano donde le decía que estaba vivo y dónde podría encontrarlos. Noticia que alegró su corazón. Así que sin tener tiempo de regresar para avisarle a nadie más, cabalgó hasta aquel nuevo imperio que Alan Rutherford estaba construyendo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.