La Séptima Constelación

53. Venganza o justicia.

Imperio de Alan.

Silencio; era lo que había en la mente del rey después de calmar las voces que le decían constantemente qué hacer. Inmerso en las relajantes aguas de la tinaja que habían preparado para él descansaba su cuerpo y sus ojos. “La historia termina aquí”. Un niño le susurra al oído mientras se ve a sí mismo asesinando a su esposa.

Despierta.

Por suerte, solo había sido otra pesadilla. Sale de la tina, se seca y va hasta el aposento central para vestirse. Aun llevaba su anillo nupcial y no pensaba quitárselo jamás. Aunque Helen ya no quisiera estar junto a su nueva versión. Podía haberse acercado a ella y buscar la manera de solucionar las cosas, pero sabía que no estaría de acuerdo con todo lo que quería hacer.

Tocan la puerta.

—¡Pase! — Alan vocifera y su hermano entra. — ¿Todo bien Aarón? — se abrocha los botones de su camisón.

—Sí, pero…

—¿Pero qué?

—Es Helen. — respira hondo. — Está aquí. — aquella noticia le puso los nervios de punta y muchos sentimientos abrumaron inesperadamente su corazón. — ¿Estás bien? — Aarón lo nota. El rey se apoya del escritorio y controla su agitada respiración.

—Sí, estoy bien. Es solo que…no creo que tenga el valor para volver a verla.

—¿Qué dices? — Aarón se ríe. — Por Dios, ustedes se aman. Están hechos el uno para el otro y no creo que lo que pasó sea su culpa. Ambos lucharon por proteger a su país y lo lograron. ¿Eso cómo cambiaría el hecho de que están casados?

—Tienes…tienes razón.

—Entonces…— le señala la puerta y Alan sale. Tras cruzar el portón ahí estaba, pero no se atrevía a acercarse. La tensión era palpable tanto para ellos como para todos los que estaban presentes.

—¿Así recibirás a tu esposa? — Helen rompe el silencio. — Esperaba mas de ti.

—No me buscaste.

—Tú tampoco. Estuve muy ocupada protegiendo a los pocos que sobrevivieron en el pueblo.

—Yo también. Por si aun no lo notas. — señala su alrededor con la mirada.

—Si, algo escuché. — mira la magia negra que cubre los alrededores. — ¿Es cierto? ¿Todo esto viene de ti?

—Sí.

—¿Qué fue lo que pasó ahí abajo? — quiere entenderlo.

—Ni siquiera yo lo puedo explicar, pero eso no es lo que importa ahora, ¿no es así? — se acerca con tres pasos adelante. — ¿Te asusta en lo que me he convertido?

—Sé que no quieres esto.

—Antes no lo quería, rechazaba la idea de tener sobrenaturalidad en mi interior. Pero ahora…sé que puedo hacer algo bueno con eso.

—¿Y qué hay de nosotros? — Alan ladea la cabeza. — ¿Qué pasará con nuestro matrimonio? ¿Vamos a gobernar con imperios opuestos?

—Eso depende de ti.

—¿De mí?

—Tengo planes, de los que tienes solo dos opciones: unirte…o apartarte. — dice con autoridad.

—Soy tu esposa, no puedes ponerme condiciones. — se acerca también.

—No son condiciones.

—¿Y serías capaz de dejarme ir, para siempre?

—Si es lo que quieres, por supuesto que sí. No haría nada para detenerte.

—¿Y si no estoy de acuerdo con tus planes y aun así decido quedarme para detenerte?

—Deberías saber que tengo poderes que podrían lastimarte.

—¿Serías capaz de lastimarme después de todo lo que has arriesgado por mí? — Alan se queda en silencio. — Porque de ser ciertas las cosas que se escuchan en las calles, yo soy la detonante de que todo ese poder aun siga en ti. — con un peculiar movimiento, hace emerger luz de su mano, lo que hace que instintivamente, el rey también lo haga.

—Helen, detente. No quiero lastimarte.

—¡Oh no! No lo harías. Porque jamás te lo permitiría. — une sus manos y expulsa una formidable ráfaga de luz que rodea el muro y poco a poco lo levanta del suelo. Intentaba eliminarlo.

—¡Helen, basta! — se acerca a ella y baja sus manos, bloqueando su poder con el suyo. Confundida, frunce el ceño y cede a la calma. —No hagas esto otra vez. — justo en ese momento, el rey se encontraba vulnerable ante esos hermosos y profundos ojos azules que lo habían enamorado. Coloca la mano en su mejilla y colisiona los labios con los suyos. 17 días sin el otro, había sido toda una eternidad para ellos. De un momento a otro están en el aposento, despojándose de toda indumentaria y dejándose llevar por el placer. Todas las contrariedades y toda razón por la que podrían tener una redundante rivalidad, habían desvanecido mientras se entregaban al otro. Solo él conocía cada lunar y marca de su cuerpo, y sabía cómo hacerla estremecer. — Siempre me pertenecerás. — le susurraba cada vez que podía.

Helen besó cada cicatríz, cada parte de su fornido cuerpo hasta recordarle que solo ella tenía el poder de hacerlo. Se sube en él y se mueve sobre su erección hasta que la diosa sexual en su interior detona. Alan sonríe complacido y la recuesta en su lado suavemente.

—No sabes cuánto te extrañé. — acaricia su cabello. — Pero tenía tanto miedo de lastimarte.

—Jamás lo harías. — besa su frente. — ¿Qué te dicen sus voces? Sé que es Mohat.

—Más que voces, son pesadillas. Y todas son haciéndote daño. No le agrada el poder que hay en ti porque es una amenaza para su existencia. Pero ahora, dudo que pueda seguir sin este poder. Gracias a él sigo vivo.

—Puedes controlarlo. Yo también lo hice.

—¿Cómo?

—Él puede mostrarte y decirte cosas, pero la magia la manipulas tú. Está en ti usarla para el bien, que es lo que espero que hagas. Podemos proteger a todos juntos.

—Tienes razón y es lo que he intentado en estos últimos 15 días. Pero perdí demasiado esa noche como para no hacer pagar a los responsables.

—Siento mucho lo de tu abuela, lo de tu padre y de todos los que murieron en el castillo. Fue algo que nos dolió a todos. — Alan cierra los ojos un momento. — Y estoy de acuerdo con vengarnos de esto. — aquello sorprende al rey. — También tenía planeado viajar hasta Grecia para asesinar a los dioses que respaldaron a Bemus.




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