La Séptima Constelación

54. El hijo de Bemus.

Cae la noche.

Helen y sus aliados lograron infiltrarse con éxito en la festividad que los dioses habían organizado. Le sorprendió el hecho de no tener que usar magia para poder pasar, parecía haber sido demasiado sencillo. Vestida adecuadamente como una griega y así pasar desapercibida, camina entre la muchedumbre logrando localizar a sus objetivos. Podía reconocer sus caras gracias a dibujos que su gente había conseguido para ella.

—Esto parece más un cumpleaños. — Sylvie comenta a su lado.

—Sí, estoy de acuerdo. ¿Hay señales de Alan?

—No pero estoy segura de que mucho no tardará para hacer su entrada. — todos a su alrededor bailaban y comían, pero aun así, algo se sentía mal. El animador da sus palabras de bienvenida y presenta a Byron Dimou como el festejado de la noche. La razón de aquella celebración. Era alto, esbelto, de piel pálida y ojos color oscuros.

—¿Quién es ese? No recuerdo haberlo visto en los dibujos. — Helen frunce el ceño, con curiosidad. A lo que Sylvie no tiene respuesta.

—Quiero agradecer a todos por honrarme con su presencia. Gracias a mis tíos por organizar esto para mí, no puedo ser más afortunado. — tenía un léxico encantador. — Pero aun en medio de tanto regocijo…hay algo que todavía no saben. — se sienta en el borde del estrado. Algo no andaba bien. — Nada de esto…es real. — de repente todas las personas empiezan a desaparecer, incluso la bonita decoración del pabellón. Ahora parecía un templo abandonado. ¿Qué estaba pasando?

—¡Ah, hola! Me presento nuevamente, ya que no me di la entrada adecuada: soy Byron Dimou, mejor conocido como “el manipulador de la realidad” y el hijo de Bemus. — las chicas casi se infartan al escucharlo, no se lo esperaban. Jason se mantenía cerca para protegerlas. — ¿Impresionadas? Yo también lo estaría. Es difícil verse cara a cara con el hijo único del que destruyó su país. — parece muy relajado ante la situación.

—Intentó destruirlo, pero no lo logró.

—Sí, algo oí. Su obsesión por Ann lo llevó demasiado lejos. — Helen empezaba a sentirse muy confundida. — Era mi padre, pero aun así nunca estuve de acuerdo con él. — clava sus intensos ojos negros en los de ella. — Así que…aunque creas que puedo lastimarte porque razones me sobrarían, desde luego te digo que no es así. Te estuve esperando, por muchos años.

—No entiendo. ¿Qué es lo que quieres entonces? ¿Cómo sabías que estábamos aquí?

—No eres la única que conoce a alguien que ve en futuro. Sabía que venías, pero no cuándo. Fue hasta que yo mismo te pude sentir aquí, así que hice el trabajo por ti. — baja y se acerca a ella.

—¿Qué trabajo?

—Asesinar a los dioses. — el entorno comienza a desmoronarse y cambiar nuevamente. Esta vez, volvió a ser un templo, pero con toda una multitud de cadáveres, incluyendo a los dioses que residían allí. La reina de Francia no podía creer lo que sus ojos veían. — Honestamente eran un tormento. Eran egoístas y de creencias cuestionables. Así que los maté por ti. — Helen se acercaba y al ver sus rostros, confirmó que eran los verdaderos.

—¿Cómo sé que esto no es una manipulación tuya? — pregunta y Byron se ríe.

—Soy muy bueno, pero no para hacer que tantas personas dejen de existir. Al menos no aún.

—¿Y ya? ¿Esto es todo?

—Oh no. Aún nos queda uno. — hace gestos muy apuestos. — Mi abuelo. El más poderoso de todos.

—¿Y por qué no asesinaste a tu abuelo también? — cruza los brazos.

—Porque me odia. Y…porque hay que cruzar un mar para llegar hasta él.

—No me digas. ¿Le tienes miedo al mar? — dice, sarcásticamente.

—No a cualquier mar, a ese en específico. Hay almas atrapadas allí que también me odian y hacen cosas que me…fastidian. Nadie puede entrar ahí. — parece nervioso al tocar el tema. — Pero tú…puedes hacerlo. Tu poder es imprescindible.

—¿Y qué te hace pensar que voy a ayudarte en eso? ¿Qué me asegura que no es una trampa?

—¿Es que acaso no te das cuenta? Mi padre no fue hasta Francia solo por cumplir su glorioso propósito, fue para evitar que este momento llegara. — Helen frunce el ceño. — Tú y yo, somos los seres más poderosos del planeta, mi padre sabía que estaba de tu lado, que estaba dispuesto a protegerte de ser necesario así que se dedicó a asegurarse de que no existiera la posibilidad de que tú y yo nos encontráramos.

—¿Y eso por qué? ¿Por qué tanto miedo de nosotros?

—Porque le tienen miedo a nuestro poder. Nos consideran abominaciones de la naturaleza, pero ciertamente ellos lo son. Somos adversos a ellos por una razón y creo que eso lo entiendes.

—Sí, lo entendí ese día cuando más de la mitad de mi gente murió. Y no vine aquí para escuchar tu triste historia de oveja negra, vine a vengarlos.

—¡Y te apoyo! Créelo. Puedo ser tu aliado.

—Yo no necesito más aliados. Si toda esta bola de ineptos murió ya no tengo nada qué hacer aquí. — intenta irse, pero Byron la sujeta del brazo, provocándole visiones rápidas mediante el tacto de toda la poca gente que quedó en su país (incluyendo a Alan, su madre y sus hermanos) muertos en una rumba. Jason se acerca por precaución, pero Helen lo detiene a tiempo.

—¿Ya lo ves? Nada termina nunca. Así que no cometas errores de los que después te puedes arrepentir. — la suelta, dejándola muy asustada. En la visión, su madre tenía el pelo blanco y se veía más mayor, por lo que deduce que aquello pasaría dentro de unos años más.

—¿Cómo lo detengo? ¿Qué decisiones debo tomar para que eso no suceda? — más que preguntárselo a él, se cuestionaba a sí misma.

—Únete a mí, úsame mientras quieras y destruyamos todas tus amenazas.

—¿Y qué ganarías tú de todo esto? Porque cara de buena persona no tienes. — y otra vez lo hacía sonreír.

—No, no soy una buena persona Leny. — ¿le había llamado Leny? — Desde que nací tuve la misma maldición que tú: ser el avatar de otro Dios. Pero ahora podemos hacer lo que queramos porque la madre naturaleza nos respalda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.