Helen despierta, rodeada de completa oscuridad. Se había golpeado fuertemente contra las ramas y el césped del suelo pero pudo recuperarse con facilidad. Se pone de pie y mira hacia arriba; con algo de magia, era posible subir, pero aun así, algo la impulsaba a quedarse y conocer los secretos que aquel lugar escondía. El característico sonido de aquella bestia retumba los escombros y con una esfera de luz, avanza por el camino.
Poco recorrido más tarde, finalmente llega a su guarida. A pesar de estar dormido, era tan grande y tan imponente como Byron lo describió. Ahora sabía de dónde había salido tal apariencia; su creador no era menos de ello. Sus tres cabezas eran tan largas como todo el palacio y con tan solo un ala, podía aplastar a toda una ciudad.
—No puede ser. — estaba muy asombrada. — Sí eres real. — dice en voz baja. Aunque todo indica que debe marcharse antes de que sea demasiado tarde, su instinto la obliga a acercarse aún más y tocar la dura e impenetrable textura de su piel. Belmont, el grimorio de Ann, las guerras similares que habían desatado fisuras, los portales, las criaturas, los dioses, la presencia de Mohat, Bemus, Byron, Elle, Alan y ella; todas las historias estaban conectadas de alguna manera. Y fue lo que pudo ver al tocar la piel de aquel dragón de tres cabezas. El vaticano de Francia parecía ser el eje de los secretos, el único lugar donde aún existían riesgos para la seguridad de su nación. Así que sabía que debía volver para detener algo que no tenía con claridad.
Aparta su mano y se aleja, pero al darse la vuelta y caminar, se tropieza, expulsando involuntariamente una onda de su poder. Onda que por desgracia, logró sacar al dragón de su larga siesta. Sus huesos crujían y poco a poco lograba moverse con facilidad, hasta que una de sus cabezas, abre los ojos. Byron también lo siente en la superficie y corre hasta encontrar a Elle.
—¿Dónde estabas?
—Caminando por ahí, ¿tú qué tienes?
—El dragón, puedo sentirlo, ha despertado.
—¿Y qué con eso? ¿No era lo que querías?
—Sí, pero no ahora. Leny todavía está aquí.
—¿Leny? ¿Ahora le tienes sobrenombre? Deja las tonterías Byron y mantente cuerdo para nuestros planes.
—No recuerdo la parte en la que todo se haría a tu manera. Ni siquiera tenías cabeza, ni madurez para pensar con claridad.
—Tú tampoco, pero aun así aquí estamos. Helen no está de nuestro lado y ya me aseguré de que no sea un problema.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Dónde está? ¿Qué le hiciste?
—De verdad me sorprende que te preocupes tanto por ella.
—Me preocupa que no entiendas que vale más tenerla como aliada que como contraria. Tú no sabes todo lo que le hizo a mi padre, un poder así es lo que necesitamos para abrir los demás portales.
—¿Y cómo pensabas hacer eso? Está muy claro que no lo iba a permitir. — Byron pasa la mano por su cabello.
—Solo dime qué hiciste, Elle. — intenta mantener la calma.
—La empujé al agujero. Hice con ella lo que tú dijiste que el abuelo había hecho contigo. ¿Tan mentiroso eres?
—No puedo creer que hayas hecho esto. Acabas de empeorar todo.
—No, primito. Acabo de ganar ventaja. Porque ella jamás saldrá de ahí. Valium no lo permitirá. Así que es mejor que empieces a cumplir tu palabra y hagamos lo que desde el inicio debimos. Yo ya comencé. — dice y se retira de su presencia, dejándolo muy disgustado.
Atemorizada, Helen comienza a correr lejos de la bestia mientras esta se levanta, destrozando todo los muros que la cubrían. No sabía a dónde ir pero entraba por el primer camino despejado que veía en tanto el dragón destrozaba todo a su paso persiguiéndola. ¿Había alguna salida en aquel laberinto? Helen esperaba que sí. Pero por qué tendría que encontrar alguna si podía crearla ella misma. Mientras corría hacia un muro, formó enormes campos de poder y los lanzó hasta que abrió un gran orificio por el que pudo salir al campo vacío. Aquel ser abrió sus alas detrás de ella, manifestando a la vista, lo formidable y poderosa que era.
Luego de sobrecargar, aquel dragón arrojó fuego blanco desde sus tres embocaduras, del cual Helen pudo protegerse. Cuando se detuvo, Helen tomó las fuerzas necesarias para crear un contraataque que lograra herirlo, pero aun así no había sido suficiente. Antes de que volviera a defenderse, con su enorme y pesada aleta la golpea, arrojándola lejos de su alcance.
Elle volvió a estar frente a la madre de las mantas, esta vez con un grimorio en las manos y una túnica oscura que la cubría casi por completo. — Mi Amara, mi alma. — toca la textura de su piel. — Es hora de despertar. — dice mientras aquella criatura también volvía de su extensa siesta.
Adolorida, Helen intenta ponerse de pie pero aquel dragón la atrapa con sus pezuñas contra el suelo. No puede moverse y sus tres cabezas se acercan cada vez más a sus ojos.
—¡Valium, ya basta! — Byron lo detiene, después de tantos años aún tenía poder sobre él. Era su creación. — Tranquilo. — el dragón lo mira y obedece. Helen estaba malherida, intentando ponerse de pie. Byron moría por ayudarla pero sabía que su daño ahora había sido su responsabilidad. — Lamento tanto todo esto. No quería que las cosas terminaran así para ti. — Helen lo mira con aborrecimiento. — Mi prima es más ambiciosa de lo que pensé. Solo quería que me ayudaras a cruzar. Que me ayudaras a eliminar la barrera que me dividió de mi hogar. Nunca pensé que Elle te haría esto.
—¿Hacerme qué? — se levanta con dificultad. — ¿Arrojarme a la bestia como tu abuelo lo hizo contigo? Oh no, espera, porque eso ni siquiera fue verdad. Sabía que tanta inocencia no era real.
—Es que así fue como lo sentí. Cuando me dejó en esa maldita celda solo, sin agua, sin comida, sin nada. — recordarlo lo ponía de malas otra vez. — No tienes idea de todo lo que hemos tenido que enfrentar aquí.