La policía llegó unos minutos después. Todos estaban impactados, petrificados por el terror. Nadie quería moverse ni hablar, así que Amara y Dean fueron a buscar ayuda. El primero en llegar fue el director, luego uno de sus profesores llamó una ambulancia y a la policía. Fue muy rápido y llevaron fuera a los alumnos. Amara logró escuchar a unos paramédicos decir que había muerto en el acto. Luego aparecieron unos detectives a examinar el cuerpo, minutos después lo cargaron en una bolsa negra.
Los detectives Ordinarios esperaron a los Investigadores, llamaron a cada estudiante para hacerles unas preguntas. Sus profesores se opusieron a que los interrogaran aquel día, por el bien de los chicos, quienes ya habían tenido una experiencia terrible, mas insistieron en que fuera en ese mismo momento. Amara fue la primera a la cual interrogaron.
Ya habían planeado qué decir, por más que les doliera, debían protegerse. O eso dijo Tomás. Los detectives entrevistaron a los Ordinarios, los Investigadores a los Guardianes. Sofía y Dean se opusieron y pidieron decir lo de la broma, que sería crucial para la investigación, pero al recordar que era familiar del director y que hasta la General podría tener sus ojos sobre el incidente, decidieron callar.
—¿Por qué el profesor Alvarado entró a la bodega? —preguntó el Investigador, un hombre alto de cabello de negro con una nariz alargada.
—No lo sé, supongo que para buscar unos balones o algo así.
—¿Y había alguien extraño en el gimnasio o en los alrededores?
—No, que yo recuerde.
—¿Tenía el profesor Alvarado rivalidades o alguien que quisiera hacerle daño?
—No sé, aunque él no era muy querido por aquí. Ya sabe…
—¿Sabe algo sobre una nota?
—¿Una nota? No lo creo.
—Como Guardiana, Amara. ¿Podría decirme si sintió algo extraño?
—Sentí miedo, pero no el normal. Más bien como si el miedo se personificará y caminara por el gimnasio. Una presencia que no podía ver, sólo sentir. ¡Varios también lo sintieron!
—Muchas gracias por su tiempo, joven Fonseca.
Tuvo suerte de que el Investigador fuera nada más ni nada menos que el padre de Dean. Lo conocía bien y se llevaba bien con Dorian.
En el momento que salió de la oficina del director, fue a casa. No quería ver ni a Tomás, ni a Sofía, ni a Kate y tampoco a Dean. Sentía culpa. Aunque ellos no lo asesinaron, lo enviaron a la horca. Así caminó hacia su casa, en silencio dentro de sus pensamientos. Aún escuchaba la voz que decía “Simple Ordinario” y no era la voz de un conocido. Lo inhumano en su tono, le creaba una sensación horrible, inexplicable.
Como Guardián podía percibir elementos diferentes, que ningún compañero de clase Ordinario entendería. Podría sentir a veces cuando un profesor iba de buen humor o mal humor, si sus compañeros estaban planeando algo en su contra, o incluso si alguien estaba enamorado. Amara una vez descubrió quién era el chico que le dejaba chocolates sobre la mesa a Dean, porque podía sentirlo. También descubrió cómo el profesor Alvarado los detestaba. Como ese inexplicable don que tienen las madres de saberlo todo sobre sus hijos sin dirigirse una palabra.
Entre Guardianes era mucho más difícil “leerlos”, como lo llamaban. Descartando la presencia como Guardián, no podías saber sus intenciones ocultas o sus verdaderos sentimientos, por eso los Guardianes se sentían muy a gusto entre los Ordinarios. Era una forma extraña, solo había sentido algo parecido una vez.
Simplemente caminaba.
Con un asesino fuera, los Investigadores rastrearían a los chicos, con unas marcas que les colocaron en los brazos, para evitar que los lastimaran o en caso de que alguno de ellos estuviera involucrado, por lo que un detective se encontraba a unos cincuenta metros de cada estudiante. Una medida que utilizarían por al menos un par de días.
Dorian le había dicho que pasaría por ella, así que decidió ir al parque de Liternia. Quería una excusa para estar sola unos minutos.
Así que, caminó frente Donde Lucy, luego fue al centro, pasó por las librerías y tiendas de ropa. Miraba todo desde la vitrina y cuando algún empleado se acercaba a preguntarle qué quería comprar, ella se alejaba. Se dirigió al pequeño parque dónde siempre iba con Sebas—ya que ella amaba el pequeño parque infantil, con toboganes enormes—y se sentó al lado de la fuente.
La muerte.
Nunca pensaba en ella. La primera vez que había escuchado esa palabra, fue la vez en la que Dorian, le explicó sobre su familia. Sintió el calor de las lágrimas recorrer sus mejillas. La tristeza la torturaba, pero lo hacía aún más, la sensación desconocida, el sentirse impotente.
Quien lo haya hecho era aún un misterio, los Investigadores no tenían una sola pista. Usualmente resolvían esos incidentes en horas.
—Te ves algo desanimada —dijo una voz desconocida.
Era una chica de cabello negro que le llegaba hasta la nuca. Tendría tal vez tres o cuatro años más que ella. Llevaba un cigarrillo encendido que soltaba humo alrededor suyo. La muchacha vestía lo que parecía un uniforme de una Organización, pero como llevaba un abrigo negro puesto, no pudo distinguir a cuál pertenecía. A su lado había un maletín deportivo. Sonrió mirando el suelo. Parecía perdida en sus recuerdos o pensamientos, luego miró a Amara.