La Séptima: Saga de Guardianes

7. ¿Por qué entrenas como si se te acabara el tiempo?

Amara había llegado a casa e inmediatamente se había dormido, ni siquiera se cambió el uniforme. Ni Dorian ni Sebas la despertaron hasta la una de la tarde, cuando ya estaba el almuerzo. Era un sábado soleado, su hermano la despertó con cuidado y le pidió que bajara. Tras varios minutos analizando si debería darse la vuelta y seguir durmiendo o levantarse y dar la bienvenida al día, decidió incorporarse y se preparó. Se vistió con una chaqueta deportiva, un pantalón azul y tenis.

Miró la cadena en su mesita de noche, sintió la emoción crecer, ¿qué significaba la visión del águila? ¿por qué le había dado esa cadena?

Ese día entrenaría con Dorian. Almorzó y fue a reunirse con su padre en el jardín trasero. La casa era de un Guardián, así que contaba con un lugar para entrenar, aunque el de la casa Fonseca era aún más increíble, tenía el tamaño de una cancha de fútbol y una pista de obstáculos, había un espacio para enfrentarse, muñecos de madera y sacos de boxeo. Sebas entrenaba muy seguido allí, pero Amara no lo hacía desde el incidente por el cual la llamaban Chica Tornado.

—Antes de iniciar —empezó a explicar Dorian—. Defíneme Nerlec.

—Es el poder transmitido por nuestros padres, cada Guardián tiene uno. Su fuente es la energía del cuerpo —respondió orgullosa de su respuesta.

—Así es, ustedes dos heredaron el mismo Nerlec. El de su mamá —explicó—. Depende mucho de la persona y familia. Por ejemplo, puede que un Guardián obtenga un Nerlec distinto al de sus padres, pero lo haya heredado de sus abuelos o tíos abuelos. Varía mucho.

Amara asintió.

—Siempre he pensado, ¿no es injusto nacer con un Nerlec poco útil? —preguntó ella.

—Bueno, cada persona tiene habilidades diferentes. Algunos nacen siendo más fuertes, inteligentes, atractivos o astutos. Les da una ventaja —explicaba, caminando de lado a lado. Siempre que explicaba algún tema, sostenía entre sus manos su cadena—. Los que no tienen esa ventaja, deben pulir otras habilidades. ¿Recuerdas mi Nerlec?

—Manipulación de la realidad. Puedes crear ilusiones solo con pensarlo... Créeme que lo conozco bien...

—Mi Nerlec lo desarrollé hasta los catorce o quince años. Demasiado tarde para cualquier Guardián. Incluso me llamaban Ordinario y se burlaban de mí todo el tiempo —explicaba tranquilamente. Amara estaba sorprendida, nunca había escuchado esa historia—. Ese Nerlec fue heredado de mi papá. Mi mamá le heredó a mi hermano el Nerlec de conversión, puede cambiar la composición de diferentes objetos.

»Yo puedo hacerlo, no lo domino, solamente puedo convertir una que otra cosa. En cambio, mi hermano podría convertir a una persona en ceniza con solo tocarla. Aunque, él puede crear pequeñas ilusiones, que son cortas y fáciles de diferenciar de la realidad. ¿Entendiste? Pero Sebas y tú poseen el mismo. Aunque lo van a desarrollar de una manera diferente. ¿Sabes por qué?

—No lo sé...

—Cada uno aprenderá cosas diferentes. Experimentará sensaciones y situaciones diferentes. Además, son habilidosos en áreas diferentes —dijo señalando la casa—. Si quieres estudiar a fondo los Nerlec, hay libros muy interesantes. Entenderlo es la clave para controlarlo. Si tienes preguntas acerca del tuyo, puedes preguntarme a mí, o ir con un sabio para que lea tu energía.

Recordó que en la escuela habían invitado a un sabio para que "leyera su energía". Ella no había asistido, sentía que era una pérdida de tiempo, así que, junto con Tomás, se había escapado.

Sobre sus papás, Amara conocía sus nombres. Dorian no le contaba mucho, esperaba a que ella le preguntara.

—¿Cuál era el de mi papá? —preguntó, sin control de sus palabras.

Dorian asintió. Se posicionó al lado de un muñeco de madera.

—Quiero que destruyas el muñeco —le pidió, dándole con el índice unos golpecitos al muñeco.

—Pero, ¿no me dirás...?

—Concentra tu energía, luego libérala. Sabes hacerlo —la interrumpió.

Parecía fácil. Así que Amara concentró su energía en la palma de su mano. Cerró los ojos. Sentía como una corriente fluía por su cuerpo, como agua, recorriendo sus brazos y moviéndose hacia la palma de su mano. Esa energía se acumuló hasta sentir un cosquilleo. ¿Era eso lo que debía hacer? ¿Cómo lo liberaba? Extendió su palma hacia el muñeco e hizo lo siguiente. Imaginó una ráfaga de viento partiendo el muñeco en dos, incluso escuchó la madera quebrarse.

Nada

Volvió a imaginar la misma escena, con cuidado.

Amara abrió los ojos y una ráfaga de viento brotó de su palma. Fue tan fuerte que logró darle a su objetivo fácilmente, como si fuera de papel. La chica sonrió victoriosa.

—¡Lo logré! —exclamó riendo. Volvió a ver a Dorian, pero estaba serio.

—Puedes hacer algo mejor que eso —opinó examinando el objetivo con la mirada. Se acercó a uno de los muñecos al lado y lo tocó, convirtiendo su pecho en otro material. Acero.

—Imposible...

—No quiero escuchar esa palabra otra vez —dijo él un poco enojado—, fuiste tú quien destruyó un gimnasio. Puedes destruir ese muñeco.

—Estaba enojada... —Amara bajó la cabeza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.