La Séptima: Saga de Guardianes

8. Una bienvenida poco cálida

Donde Lucy se encontraba más lleno que nunca. Siempre que era el primer día de clases, las personas eran incontables. Los alumnos eran acompañados por sus padres o hermanos, los chicos que ingresaban al colegio siempre iban con mucha energía. Luego estaban los que se unían a las Organizaciones. Las mesas repletas de personas emocionadas y otras no tanto, los camareros corriendo por todos lados llevando café, sándwiches, empanadas o algún que otro postre, hacían que el lugar inspirara emoción.

Mientras tanto los dos únicos que iban a Oculus Aquilae estaban solos. Estaba prohibido para ellos llevar compañía, ya que la ubicación del CPOA era secreta. Solamente los alumnos lograrían pasar a través del portal, así de seguro era. Amara iba acompañada de Dorian que sorprendentemente llevaba su uniforme—usualmente solo el primer día, o cuando se le antojara.

Entre la multitud, se encontraron con Tomás y sus hermanos. Amara lo saludó y él fue directo a ella. Llevaba su ropa bien planchada y sus rizos peinados. El chico vestía su uniforme con gran orgullo, mientras sus hermanos lo miraban muy molestos. Ellos lo acompañaron con el negro, naranja y castaño de los guerreros.

—Hola, Tomás —lo saludó Dorian—. Deberíamos ir ya. Puede acompañarnos si quiere.

Tomás asintió y los siguió por el portal. Se volvió para dedicarle una sonrisa burlona a los dos.

Se encontraron con una larga fila en el segundo piso. Así que tardaron unos minutos en llegar al portal. La pared completamente azul que llevaría a Amara al lugar con el que temió desde niña. Al cruzar sintió como si caminara en agua y la luz la cegó unos segundos. Sintió la mano de Dorian sobre su hombro y después desaparecieron.

Al principio creyó estar imaginando. Pero luego tocó la silla. Estaba sentada en una especie auditorio. A su lado, Tomás, miraba encantado a su alrededor, como un niño observando su destino a través de los cristales del auto. Habían sido transportados directamente a sus asientos. Era un gran auditorio, repleto de estudiantes, sentados alrededor suyo. Ni se inmutaron cuando aparecieron allí, de la nada en medio de un gentío, que hablaba muy alto. Todos llevaban uniforme. Algunos se acercaban a sus amigos y otros se mantenían en silencio mirando a los demás, como si ese no fuera su lugar. Un chico los miró, barajaba unos naipes y tenía los pies sobre la mesa, otro tenía unos dos gatos a su alrededor—los dos eran negros—que maullaban y caminaban por las mesas. La mayoría se encontraban de pie caminando de lado a lado impacientes, buscando a personas conocidas.

¿Cómo era posible? Normalmente cuando se cruzaba a un portal, era a otro. Como una puerta, salías de una habitación y llegabas a otra. Los habían enviado directamente a sus asientos a cada uno de ellos. ¿Tan poderosos eran en Oculus Aquilae? Decidió que le preguntaría a su tío cuando volviera a casa. Miró a su izquierda y vio como dos más aparecían en los asientos, parecían tan confundidos como ellos, analizando su entorno maravillados.

Tomás le tocó el hombro y señaló con la cabeza la mesa. En ella había un sobre dorado. Amara lo tomó, miró a Tomás dudando si debía abrirlo, pero él ya se había adelantado y sacaba su contenido. Ella lo imitó y también abrió el sobre.

Dentro se encontraba una hoja de papel, tenía su nombre escrito y al otro lado tenía una especie de mapa. Algo le pareció extraño, en el espacio que decía "Grupo" solo aparecía la "S", la letra que le designaron a su generación, o eso escuchó a una chica susurrar. Miró la hoja de Tomás, sin un número.

El auditorio era inmenso. Había al menos sesenta discipuli—como llamaban a los chicos en preparación de una Organización—. Al frente había una mesa, unas sillas y un cartel que decía "EN PREPARACIÓN". Las banderas de todos los países de centroamerica, decoraban la sala, llenándola de color. Flotando a los costados de la mesa. Al fondo, las grandes letras doradas y el símbolo de Oculus Aquilae, eran iluminadas con un tono amarillo. Amara se preguntó cuántos grupos había por generación.

—¡Al fin aparecieron! —exclamó la voz que más deseaba escuchar en ese momento. Llevaba una cajita de dulces en la mano, como siempre.

—¡Estratega! —lo saludó Tomás asombrado—. ¿Quiénes llegaron?

Dean señaló unos asientos lejos de ellos.

—Sofía, Kate y yo.

Miró a la chica sentada al lado de la molesta Kate, quien parecía incómoda, juró ver alivio en su rostro cuando se percató de que ellos estaban allí.

"Sofi parece realmente feliz", pensó Amara y no pudo evitar sonreír.

—Deberían venir. Aquí arriba hay dos asientos para ustedes —propuso su amigo.

—No nos caerá alguien encima ¿verdad? —bromeó Amara y Dean río. Tomás no, él parecía perdido.

Los tres subieron. Ella debió llamar a Tomás varias veces antes de que reaccionara, y los siguiera. En ese momento, dos chicas aparecieron en sus antiguos asientos. ¡Qué perfecto era ese sistema! Amara se sentó a la derecha de Sofía y Dean, Tomás al lado de Dean y Kate al lado de Sofía. Dejándola a ella al lado de un desconocido. Ellos hablaron casi a susurros, ninguno sabía exactamente qué sucedería a continuación, debían acostumbrarse a las sorpresas en aquel lugar—consejo de parte de Dorian—. Por un segundo, ella miró a quien estaba a su lado. Era un chico con el cabello gris. Sí, tenía el cabello gris, miraba nervioso en todas direcciones y parecía estar solo e incómodo.




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