La Séptima: Saga de Guardianes

10. La isla no ambulante

El lugar parecía una pequeña ciudad, era inmenso y difícil transportarse de un punto a otro. Les habían repartido un mapa e igualmente tardaron un tiempo en llegar a su destino. Caminaron por todos lados, encontrándose con todos los edificios. Había seis edificios en total, separados por largos caminos y espacios verdes llenos de color. Eran los edificios de primer y segundo año, el de tercero y cuarto, las oficinas, la biblioteca, auditorios y comedor, finalmente el de quinto y sexto año.

Estaba cubierto por jardines, caminos de piedra, hermosas estatuas y fuentes. Incluso las hadas revoloteaban a su alrededor, una de ellas, con sus azules deditos, señalaba hacia la derecha, mientras otra hacia la izquierda. Ambas peleaban por la atención de los muchachos, la mitad votó por una y los demás afirmaban que la otra tenía razón.

Los guiaba un chico llamado Gregorio, quien decía conocer el camino. En momentos, caminaba tan rápido, que debían buscar por todos lados su cabello negro. Al ver a las hadas, ignoró a ambas y continuó su camino entre el pasto. Las criaturitas, tomaron del cabello a Sofía, intentando convencerla, quien decidió zafarse de ellas y seguir a sus compañeros. Tras varios minutos de caminar, Amara podría jurar que había visto la misma estatua unas dos veces. Fue cuando Sofía los llamó, avisándoles que había visto a su mentor.

Encontraron a Raziel en la entrada. Ya no llevaba el uniforme puesto, vestía una chaqueta de cuero negra, pantalón azul, botas y una camiseta de una banda. Cuando llegaron los miró y se quitó los audífonos que llevaba, les indicó que se acercaran y así lo hicieron. Un hada se posaba en su hombro y le susurraba al oído.

—Muy tarde —les reclamó—. Empecemos de una vez.

Algo llamó la atención de Amara, retrocedió con los ojos muy abiertos. Había un enorme perro blanco, con ojos brillantes y lo más extraño era que llevaba una cadena alrededor de su cuello. Parecía calmado, aunque Amara sentía como si en cualquier momento fuera a saltar sobre ellos.

—Él protege el edificio —les explicó su mentor, al mirar las expresiones de terror de sus alumnos—. No deja que ningún intruso pase a su lado. Deben saber que varias criaturas protegen este lugar. Hay atotolines en casi todos lados, así que no los provoquen. Tengan cuidado con los duendes, les gusta robar cosas de sus maletines, especialmente joyería. Y las hadas... Adoran confundir a los nuevos, no las escuchen.

Dijo eso, mirando seriamente al hada de cabello azul, la cual aleteó y se alejó dejando un rastro plateado. Podía jurar que se burlaba de ellos. Se reunió con las otras, que igualmente poseían una piel celeste, cabello azul y los ojos plateados, como sus alas.

Todos asintieron. Caminaron hacia el edificio de primer y segundo año.

—Existe un salón de conferencias, se usará en ocasiones específicas —les explicó—. Allí se reunirán los seis grupos, para discutir diferentes temas que sean muy relevantes.

El salón era inmenso. Dividido en tres grupos, uno al frente, otro a la derecha y el último a la izquierda. En medio se encontraba una mesa, con varios micrófonos, al fondo una pantalla, en la cual, podían ver imágenes o vídeos. Allí se repartían las asignaciones grupales.

Siguieron por el gimnasio. Había tres gimnasios, piscinas y una gran pista de carreras. Perfecto para la preparación física, tanto personal como grupal. Estaba abierto a cualquier futuro miembro que gustara prepararse por su cuenta.

Después, los lugares de entrenamiento, donde se podía hacer diferentes pruebas con sus Nerlec y examinarían sus poderes. Allí pasarían mucho de su tiempo, según su mentor, ya que era su lugar favorito de todo el complejo. El edificio era del tamaño de un estadio de fútbol.

Por último, había un parque más allá de un bosque. El parque tenía un lago y varios senderos por la montaña. La estatua del fundador de Oculus Aquilae, estaba en medio del lugar—solamente había dos estatuas suyas, en el parque y en la entrada—. Había árboles en todos lados, flores de todos colores que Amara nunca había visto, tenía hermosos caminos de piedra, ahí podía escuchar el canto de los pájaros y los susurros del viento. Era un buen lugar para buscar paz o estudiar.

—Ya que vieron el lugar quiero explicarles algo —comenzó, mirándolos a todos—. El bosque no está prohibido, es solo que no pueden ir allí durante clases, ya que les pondrán las faltas o se considera como si se hubieran escapado. Pueden venir antes y después de clases o los fines de semana. Solamente así se les permitirá, ya que se encuentra una de la entrada a Khutenea.

—¿Iremos a Khutenea? —preguntó Tomás muy asombrado.

—¿Nunca lo han visitado?

Los demás se mantuvieron en silencio, nadie había ido a Khutenea, era un sueño.

—¿Tienen algún familiar en OA? —preguntó Raziel.

Amara y dos chicos más levantaron la mano.

—¿Y no los han llevado?

Khutenea era el hogar de la magia y de lo imposible. Así lo llamaban en la extensa cantidad de libros que había leído. Allí vivían toda clase de criaturas, bestias y otros, también los famosos Krifpaen, los reyes de aquellas tierras. Sólo se podía visitar a través de un portal, o lugares muy específicos, usualmente lejos de los Ordinarios.

Sebas y Amara le habían pedido a Dorian que los llevara a Khutenea desde que ella tenía como cuatro años. Su hermano dejó de insistir cuando entró a la Organización y Amara como no tenía apoyo, también lo dejó. Una vez ella le preguntó, pero él respondió, que no tenía buenos recuerdos de ese lugar.

—Entonces yo seré el primero en llevarlos allí —dijo con una sonrisa. Luego se sentó en la orilla de la fuente y les hizo una seña a sus alumnos para que hicieran lo mismo.

Se sentaron en el pasto. Ese día era muy soleado, Amara se sentó bajo la sombra de los árboles. Ella, Dean, Isaac, Sofía y Tomás habían permanecido juntos todo el tiempo.

—Quiero que todos se presenten, solamente su nombre, si quieren su país —les explicó Raziel—. Yo soy el mentor Raziel Fonseca, cuando era niño vivía en un pueblo costarricense llamado Liternia, luego mis padres se mudaron a Estambul y vivo allí desde entonces. Este es mi primer año como mentor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.