Amara decidió ayudar a Sofía con su plan de conocer a sus compañeros. Como su tarde sería un entrenamiento para fortalecer sus Nerlec, tendría la oportunidad perfecta para analizarlos y obtener la información. Según su mentor, les enseñaría habilidades físicas antes de iniciar con el Nerlec en sí, lo que sus discipuli no entendieron del todo. El famoso campo de entrenamiento que conocieron el primer día era aún más grande de cerca, le sorprendió ver a un grupo de discipuli mayores entrenando a lo lejos, tenía espacio al menos para que diez grupos lo utilizaran sin llegar a acercarse diez metros unos de los otros.
Observó cómo los mayores formaban un círculo alrededor de dos chicos. Una mujer muy bajita, daba una explicación entre los dos combatientes, algo que al parecer le apasionaba, movía las manos con emoción al hablar. Al otro lado del campo, parecían ser los de último año, quienes poseían un aura de grandeza a su alrededor, eran como dioses para los pequeños de primer año, quienes los miraban intimidados.
Esperaron a Raziel, quien dijo que volvería en cuestión de segundos, mientras ellos se cambiaban su uniforme al deportivo. Tenía un aspecto militar, consistía en una chaqueta, debajo una camisa blanca, llevaban botas negras que les llegaban a la mitad del muslo, un pantalón del mismo color, guantes, rodilleras y coderas especiales, una mochila y bolsa—los cuales no usarían hasta después—, unos lentes de protección y otras herramientas útiles. Amara miraba su uniforme curiosa, el cual era muy cómodo. Tomás lo portaba con gran orgullo.
La chica se acercó a Dean para iniciar su investigación. Observaron a Isaac, quien siempre los acompañaba, especialmente a Sofía. Parecía una persona sincera y tranquila, aunque demasiado desconfiado de los demás fuera de su grupo.
Gregorio siempre se juntaba con Eyra. A él le gustaba presumir de su Nerlec, el cual juraba era de los más geniales que ellos jamás verían. La chica era callada, aunque siempre que tenía la oportunidad de demostrar sus conocimientos, lo hacía orgullosa, preocupada de si el mentor estaba satisfecho con la respuesta, parecía muy interesada en las calificaciones de sus compañeros.
Los mellizos Diana y Oliver, eran muy reservados y nunca se relacionaban con los demás chicos, estaban en un mundo aparte. Amara solamente llegó a hablarle al hermano una vez durante las clases, parecía siempre desinteresado. Por otro lado, estaba la misteriosa Abril, siempre observándolos a todos, llevaba un collar de una calavera, parecía importante para ella. Era muy reservada, y parecía el tipo de persona con la que nunca querrías tener problemas.
—¡Amara! —la llamó Dean, con una expresión curiosa—. Antes de empezar, ocupo decirle algo.
Se alejaron un poco del grupo, cerca de un árbol. Desde ahí pudo observar extraños orbes de color azul levitando en el bosque. ¿qué serían?
—¿Conseguiste información sobre los demás? —preguntó emocionada.
—En realidad… Es sobre Daniela, la investigadora.
Claro, la chica desconocida que tomó su declaración.
—¿Saben quién es en realidad?
—Bueno… en realidad sólo es Daniela —tomó su celular un segundo y revisó sus apuntes—. Daniela Carvajal, de dieciséis años, actualmente vive en Esparza.
Le mostró una fotografía. Era la misma chica, mismos ojos negros que la habían intimidado, solamente que no se veaían tan vacíos como ese día. Se veía más animada en la foto, con las mejillas coloradas, una amplia sonrisa y ojos brillantes. Era igual físicamente, cabello negro corto, rostro cuadrado con pómulos marcados. Su actitud se sentía diferente, parecía alegre y despreocupada, no tan cínica y oscura como cuando la conoció.
—¿Sí es una persona real? ¿Cómo?
—Sí… lo peor es que papi habló con Daniela. Resulta que ella no recuerda hablar con ningún alumno de la escuela. Ella ni siquiera estaba en el país ese día.
¿Daniela sí es real? ¿Pero no fue ella?
—¿Cómo? ¡Debe estar mintiendo!
—No, papi comprobó que decía la verdad.
Amara reflexionó un segundo. Dean esperaba con sus ojos miel muy abiertos.
—¿Recuerda el libro de bestias? Existen algunas capaces de imitar personas, sus voces, recuerdos… —empezó a explicar ella.
—Los imitadores, que fueron erradicados por cazadores hace unos años.
—¡Exacto! ¿Sería posible que alguien tenga un Nerlec que sea como un imitador? —preguntó Amara.
Dean abrió mucho los ojos.
—Es muy posible. Pero ¿cómo sabía alguien externo lo que pasó en la escuela? Daniela fue directamente hacia el parque, donde estabas.
—¿Cómo sabía dónde estaba?
—Los investigadores nos rastreaban con las marcas —recordó Dean—. ¿Sería posible que tuvieran un espía?
La discusión de ambos amigos se interrumpió por la llegada de Raziel, quien se disculpaba por la tardanza, jadeaba y respiraba con dificultad, ¿había corrido desde el edificio?
—Iniciaremos su primer entrenamiento en Uso del Nerlec, pero antes me gustaría explicarles un detalle muy importante —comenzó, con su dedo, dibujó un círculo en el aire alrededor suyo, indicándoles que se sentaran sobre el suelo—. Los Guardianes no solo se caracterizan por su Nerlec, sino por sus habilidades físicas, ¿a qué me refiero? Mayor fuerza en el cuerpo, ya sea al correr o saltar. Somos más rápidos en todo sentido y podemos percibir lo que ellos no. Esas habilidades deben manejarlas a la perfección antes de querer entrenar sus Nerlec.
En ese momento, con un movimiento rápido saltó a la rama de un árbol cercano, sosteniéndose con sus dos brazos. Se balanceó hacia el frente. El impulso lo hizo caer de pie sobre la rama. Sacudiendo las ramas más pequeñas, provocando que unas hojas cayeran al suelo. Alcanzó al menos cinco con el menor esfuerzo.
Cuando lo miraban maravillados, señaló a los discipuli que corrían sobre los techos, algunos de ellos escalaban las paredes, sosteniéndose de ladrillos salidos, los espacios de las ventanas, tubos u otras que les ayudaran a sostenerse, se movían con extrema facilidad entre los obstáculos. Un grupo de cuatro saltó desde el techo al suelo. Cayeron doblando un poco las rodillas, sin ningún problema.