La silla incomoda

Capítulo 3

—Rápido. Ayúdame a deshacerme del cuerpo —le ordenó Susana a la silla.

—¿Por qué debería yo hacer eso? —le preguntó la silla. Si tuviera una cara humana hubiera levantado una ceja.

—Porque fuiste tú el que lo mató, y el que mata siempre es el que se deshace del cuerpo. Así funcionan las cosas.

La silla lo pensó por unos segundos que a Susana se le hicieron eternos. No dejaba de mirar la puerta. Temía que algún vecino viniera a pedirle una tacita de azúcar.

—No veo fallas a esa lógica —concluyó .

El cuerpo de Ramón desapareció.

—¿A dónde lo mandaste? Pensándolo bien. No, mejor no me lo digas.

—Lo llevé al cráter más profundo del planeta Ilaris, uno de los planetas más alejados del sistema solar. Ahora mismo unas arañas blancas, del tamaño de una persona promedio, se están haciendo un festín con su carne.

—Te dije que no me lo dijeras.

—Puedo enviar a quien yo quiera a cualquier parte del universo. Solo quería que lo supieras.

La silla se reía como un villano de una caricatura ochentera. Cada vez que conseguía molestar a Susana era una victoria para él.

Susana se dio cuenta de un detalle.

—¿Qué es todo esto?

El cuerpo de Ramón desapareció. Solo su cuerpo. Su ropa y sus cosas seguían ahí. Sirviendo como prueba incriminatoria.

—Tú me dijiste que me deshiciera del cuerpo y eso hice. De todas maneras ambos compartimos la culpa. Si tú no lo hubieras traído, yo no lo hubiera matado. Este es un trabajo en equipo. Es justo que hagas algo.

Susana quería responderle con una acción. Mostrándole ambos dedos medios. Pero se contuvo. No valía la pena discutir con él. Tomó una bolsa de basura y metió toda la ropa, todavía estaba tibia. Susana se debatía sobre si debía quemar las cosas o arrojarlas al río.

Ambas le parecían buenas opciones.

Era la primera vez que se deshacía de las pruebas de un asesinato. No tenía mucha experiencia.

Levantó el bolso de mano. Todo su contenido cayó al suelo. Susana recogió la billetera (guardó el dinero en su bolsillo), los documentos y las fotos.

—Pero, qué mierda.

—¿Ocurre algo?

Susana tenía dos grupos de fotos, cada uno amarrado con una banda elástica. En el primero habían varias fotos de chicas. Todas jóvenes y bonitas.

El segundo grupo de fotos estaba enfocado en una sola persona: Susana.

Susana yendo a comprar el pan.

Susana sentada en la única banca que no tenía caca de paloma leyendo un libro.

Susana llorando por qué ese libro era demasiado deprimente.

Susana yendo a la farmacia a comprar toallas higiénicas.

Susana yendo al cine a ver la última película de los Vengadores.

—¡Susana, hay un líquido blanquecino en una de las fotos. Ten cuidado! —exclamó la silla con alarma.

Susana gritó y soltó las fotos. Todas se mezclaron entre si. La silla se rio a carcajadas, golpeando el suelo con sus patas.

—¡Caíste!

—Miserable, desgraciado —masculló Susana entre dientes.

—Mira, hay algo escrito en las fotos.

Susana tomó y ordenó las fotos. Solo las únicas fotos que tenían a Susana como protagonista, aunque ella no lo supiera, eran las únicas que estaban escritas.

“Número 11”.

“Te amo, número 11”.

“Pronto serás mía”.

“Número 11 tiene unas manos tan bellas, quiero poseerlas”.

“Número 11 utiliza la marca de toallas higiénicas “Nosotras”, yo personalmente le recomiendo “Protex””.

“Numero 11 tiene un pésimo gusto en películas”.

—Creo que voy a vomitar. Ya nada puede ser peor.

—Querido diario…

—¿Para que hablé?

La silla tenía un cuadernito rosado con varios corazones abierto en su asiento. Se aclaró la garganta y comenzó a leer:

“Querido diario. Hoy me masturbe diez veces con esta foto. No pude evitarlo. Está chica tiene todas mis debilidades. Mírenle la carita”.

Al lado del texto había una foto de Susana comiéndose una hamburguesa, tenía la mitad de a boca manchada de mostaza.

—Si yo fuera tú me lavaría las manos inmediatamente.

Susana fue corriendo al baño. Salió después de haberse lavado las manos diez veces.

—Hasta tiene un mechón tuyo de cabello, ¿Cómo lo habrá conseguido?

—No quiero saberlo.

—Oh, carajo.

—¿Y ahora qué?

—“Hoy es el gran día. Por fin conoceré a mi adorada 11. La trataré con el respeto que se merece; solo quiero hacerla feliz.” Eso no está mal —siguió leyendo —. “Y luego la mataré”. Retiro lo dicho. “La apuñalare cinco veces en el estómago; la descuartizare y me llevaré sus manos, sus ojos y una nalga como recuerdos”. Eso explica este cuchillo y está sierra.



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En el texto hay: asesinoserial, monstruo bestia, silla

Editado: 31.07.2024

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