La Sirena

CAPITULO 2° : LA CASA DE LOS SECRETOS

Los hechos son más que claros para muchos; son pruebas así como las grandes historias. Algunas personas las cuentan para no olvidar, otros las tienen presentes. La casa de los secretos fue sin duda la casa donde los secretos eran grandes y también complejos.

La casa de los secretos, como su nombre indica, albergaba diversos secretos importantes que revelan aspectos fascinantes de la historia y la cultura. Pero al día siguiente decidieron ir a la casa de los secretos, sentían que era la hora de explorarla, verla de cerca y averiguar que tenía en su interior.

Los niños con tanta curiosidad fueron al sótano oculto de esa casa ,contenía botellas de licor añejo y otros objetos personales, como zapatos. Este sótano, que databa de dos siglos atrás, también contenía una mezcla de sangre famosa de 1887, lo que sugiera que la casa había sido un lugar de reunión para fiestas antiguas.

Esa casa revelaba historias ocultas y objetos significativos que conectan el pasado con el presente. La casa de los secretos no solo guardaba relatos familiares; también era un espacio donde se entrelazaban historias más amplias y misterios históricos.

— ¿Recuerdas lo que nos contó la abuela sobre esta casa? —preguntó Lucas, mirando hacia las sombras que danzaban en las paredes.

—Sí, decía que aquí se guardaban secretos tan antiguos como el tiempo —respondió Ana, con un brillo de curiosidad en sus ojos.

Las personas usaban esa casa para ocultar muchas cosas. Para muchos, era encerrar y ocultar ciertas cosas que no querían que se supiesen.

— ¿Por qué crees que era tan importante ocultar esos secretos? —inquirió Lucas.

—Porque en aquella época, todo lo prohibido tenía un precio. Los secretos eran como tesoros escondidos —explicó Ana, recordando los relatos de su abuela.

En una época donde se utilizaban vestidos largos y peinados entretenidos, los hombres usaban esmoquin y sombreros. La casa de los secretos representaba un rincón para guardar algo importante.

—La abuela siempre decía que los secretos son como sombras; mientras más intentas atraparlos, más escurridizos se vuelven —dijo Lucas, recordando la voz suave de su abuela.

—Sí, y a veces esos secretos pueden ser peligrosos —añadió Ana, mirando con desconfianza hacia el oscuro pasillo.

Al ocultar ciertas cosas, fue una buena idea para esa época, ya que eran lugares prohibidos. Estos lugares eran muy difíciles de entrar para algunos parientes. Los parientes eran algunas veces muy crédulos, pero los niños solo creían en la magia; su edad les permitía vivir en las nubes, pero creían en todo.

— ¿Crees que nuestros padres saben lo que realmente pasaba aquí? —preguntó Lucas.

—No lo creo. Ellos solo ven lo que quieren ver. Nosotros sabemos que hay más —respondió Ana con una sonrisa traviesa.

Los niños fueron muy discretos cuando se trataba de estos cuentos; más que cuentos, eran reales. Así que sus padres no sabían nada de estos relatos que la última abuela les contaba.

—Mira cómo la abuela siempre nos daba dulces mientras contaba historias —dijo Lucas mientras recordaba el sabor del caramelo en su boca.

—Y esos consejos eran más valiosos que cualquier historia —reflexionó Ana.

Solo veían cómo la abuela les daba dulces y les daba consejos, pero la verdad era que la abuela era muy astuta para no ser atrapada contando estos cuentos.

—Ella sabía cómo mantenernos interesados —dijo Lucas con admiración.

Los niños querían pasar más tiempo con su última abuela, quien contaba muy buenas historias. Sus padres les contaban historias que ya sabían; en la escuela les hablaban de La Bella Durmiente y La Cenicienta entre otros.

—Esas historias son buenas, pero las de la abuela tienen algo especial —dijo Ana con nostalgia.

Estos cuentos empezaban a cansarse de las mismas historias, aunque eran muy buenas. Pero las historias de la abuela eran muy importantes; ella contaba mientras les daban caramelos y jugos, pan dulce hecho a mano.

La abuela era muy buena con su nueva generación; ella era muy feliz al ver que sus nietos eran buenos oyentes y querían saber más. Pero el día era muy corto y sus historias debían quedar a la mitad; eso les ponía muy tristes.

—Mañana seguimos donde nos quedábamos ¿de acuerdo queridos? —dijo la abuela con el fin de no ver a sus nietos tristes. Sabía que ellos eran obedientes.

Pero ella sabía que los nietos, por su naturaleza curiosa, demostraban más interés sobre los cuentos y leyendas que ella misma contaba.

—Siempre hay algo nuevo por descubrir en cada historia —concluyó Lucas mientras ambos miraban hacia la puerta de la casa de los secretos, ansiosos por volver a escuchar a su abuela al día siguiente.




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