El amanecer llegó gris, cubierto por una niebla espesa que parecía no querer marcharse. El río, que siempre corría con su murmullo constante, amaneció quieto, como si el mundo hubiese contenido la respiración.
Tomás y Alma no habían dormido. La concha azul que había quedado en el lugar donde Lucía desapareció descansaba sobre la mesa de la cocina, envuelta en un paño blanco. Sin embargo, a veces, el paño se humedecía solo, como si el mar siguiera respirando a través de ella.
La abuela no habló durante horas. Solo observaba la ventana, con los ojos perdidos en algún recuerdo que el resto no podía alcanzar.
"Abuela ,anoche dijiste que el mar devuelve lo que ama. ¿Qué significa eso?".
Se animó a decir Alma finalmente.La anciana giró lentamente la cabeza, y en su voz había una mezcla de ternura y miedo.
"Significa que Lucía no está perdida… pero tampoco está a salvo".
Un trueno lejano resonó, aunque el cielo seguía claro. El viento del sur trajo un olor a sal que nunca antes había llegado tan lejos de la costa.
Esa tarde, Tomás fue al pozo a buscar agua. Cuando bajó el balde, algo golpeó el fondo con un sonido hueco. Al subirlo, encontró dentro una pequeña piedra redonda, translúcida como una gota solidificada. En su interior se movía un brillo tenue, azul, como si el mar habitara en ella.Al tocarla, una voz suave le susurró:
"Ayúdame…".
Era la voz de Lucía.El joven dejó caer la piedra, asustado. El aire a su alrededor se volvió pesado, y por un momento creyó ver, reflejado en el agua del pozo, el rostro de su hermana, pero rodeado de escamas y con los ojos color de océano.Corrió hacia la casa.
"¡Abuela! ¡Está viva! ¡Lucía está viva!".
La anciana tomó la piedra y la sostuvo a contraluz. Un temblor recorrió su mano.
"No solo está viva.Está despertando".
Murmuró. Esa noche, Alma soñó con el mar. Caminaba por una playa desconocida, bajo una luna enorme y líquida. Las olas se abrían ante ella y, entre la espuma, vio a Lucía. Pero no era la misma niña: su cabello flotaba , y su piel reflejaba la luz como si fuera de cristal.
"El agua me eligió.Volvere … voy a protegerlos".
Le dijo Lucía con voz dulce y triste. Alma despertó con lágrimas en los ojos. Su brazo derecho estaba mojado, y sobre su piel, una marca azul, con forma de espiral, brillaba débilmente.La abuela entró en la habitación al oír su llanto.Cuando vio la marca, se arrodilló junto a ella.
"La Marca del Agua… El linaje ha sido sellado otra vez".
Susurró. En el pueblo comenzaron a suceder cosas extrañas. El río cambió su cauce, acercándose más a las casas. Los animales bebían del agua y quedaban inmóviles, como hipnotizados. Algunos vecinos juraban haber escuchado un canto durante la noche, una melodía que los hacía llorar sin saber por qué.
Tomás, decidido a traer a su hermana de vuelta, comenzó a investigar los antiguos escritos del pueblo. En una de las páginas del libro familiar encontró un dibujo: una niña con la espiral azul en el brazo, de pie frente al mar, sosteniendo una concha idéntica a la suya. Debajo, un mensaje grabado con tinta ya casi borrada:
“Cuando el mar reclame lo suyo, la guardiana elegida deberá abrir las aguas del recuerdo. Solo entonces la promesa será cumplida.”
Tomás levantó la mirada hacia el horizonte.El viento traía olor a tormenta.Y en lo profundo de su pecho, escuchó el mismo murmullo que había atrapado a Lucía.El mar los estaba llamando.Y esta vez, no aceptaría silencio.
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Editado: 17.10.2025