*Abro los ojos, medio dormida, cuando suena la alarma: 6 a.m.*
Extiendo la mano izquierda y, a tientas, alcanzo mi celular que está a un lado de la cama. La apago. Me estiro como gato perezoso y me arrastro, sentada, hasta la orilla de la cama para bajar de ella. Me deslizo hasta que mis pies tocan el suelo de madera.
Ah, sí...
Mi cama tiene un pequeño tobogán.
_(No critiquen, la pedí así desde que supe lo que era uno.)_
Debajo de ella está mi "mini oficina", como me gusta llamarla.
Me dirijo al armario que está justo frente al tobogán. Deslizo la puerta corrediza hacia la derecha. Mi uniforme cuelga impecable, listo para usarse.
Pero paso de largo y me dirijo al espejo.
Miro mi reflejo y siento que no dormí nada.
Tomo el lateral izquierdo del espejo y lo tiro ligeramente hacia afuera: detrás de él hay una puerta escondida que lleva directo al baño.
Ducha. Dientes. Ropa. Lista para desayunar.
Mientras bajo las escaleras, repaso mentalmente la exposición de historia:
—“La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1.º de septiembre de 1939, con la invasión de la Alemania nazi a Polonia. Fue prácticamente un conflicto sin resolver desde la Primera Gran Guerra. Los involucrados fueron Alemania, Jap…”
—¡Vis, baja! ¡El desayuno se está enfriando!
—¡Voy, mamá!
Japón y... ¿y quién más?
¡Ay! ¿Por qué es tan difícil recordar esto?
Además, no es como si en una entrevista de trabajo me fueran a preguntar:
“Dígame, ¿cuáles fueron los sucesos importantes de la Segunda Guerra Mundial?”
No tiene sentido aprender esto...
Entro en la cocina, saludo a mi mamá con un beso en la mejilla y me siento justo frente a ella, en la isla donde también está la estufa. Está preparando el desayuno para mi papá.
—¿Qué tal dormiste, cariño?
—Muy bien, mamá. Tuve un sueño maravilloso… soñé que me vinculaba, pero no pude distinguir claramente qué criatura era.
—Ten paciencia. Aún eres muy joven. Yo me vinculé con Ipser a los 35 años, dos años después de que la Sociedad me reclutara.
—Ah, sí. Recuerdo tu historia como si fuera mía.
—Lástima que a tu padre aún no le ha llegado el Don... pero no pierdo la esperanza.
Su sonrisa es dulce, pero un poco triste. Todos esperamos ese momento.
Y para que entiendas de lo que hablo, te explico: "el Don" es la capacidad de ver a los Elementales _(criaturas mágicas)._ Algunas personas nacen con él; a otras les llega con el tiempo: en la adolescencia, edad adulta o incluso en la tercera edad _(no es muy común, pero pasa)._
Yo nací con el don, igual que mi hermano Celix. Pero a Dartziel _(mi otro hermano)_ se le presentó en la adolescencia. Según él, fue la primera vez que le rompieron el corazón.
Una emoción intensa puede despertar el don.
Termino mi desayuno y escucho la puerta del lado izquierdo de la cocina: es mi padre.
—Hola, papi.
—Hola, muñequita.
Le sonrío mientras besa mi cabeza y se sienta a mi lado. Mi madre le sirve su desayuno y también el de ella. Yo me levanto para dejar mi plato en el lavabo. Miro el reloj que está en la pared y veo que... ¡ya se me hizo tarde!
Corro por mi mochila al sofá del recibidor y me despido de mis papás con un beso rápido:
—Adiós, papi.
—Adiós, mami.
—Adiós, muñequita.
—No llegues tan tarde, porque recuerda que al rato tenemos que ir a la Cedex.
¡Lo había olvidado! Cada jueves hay que ir a la Cedex de la Sociedad Eternal para estudiar.
Ya que acabe mis clases, te contaré más sobre eso. Porque ahorita... ¡tengo que correr!
Voy tan rápido que casi tropiezo con Ipser, el Elemental Thova _(elemento Tierra)_ de mamá: un conejo con pelaje amarillo y verde musgo, y ojos color clorofila dorada.
Si no viviera a tres cuadras de la escuela, estaría llorando por haber llegado tarde. Lo sé, vivo cerca y llego tarde. Clásico.
Llego y ya me está esperando mi mejor amiga, Estris. Somos inseparables desde los seis años. Ella es Ignari: personas que tienen el Don pero que deciden no unirse a la Sociedad. Prefieren vivir como civiles normales.
Cabe mencionar que no podemos hablar libremente de la Sociedad de Eternals ni de lo que hacemos exactamente. La gente sabe que existimos, para ellos, somos una sociedad ambientalista, pero nadie que no sea un Eternal habla de los Elementales y todo lo que conlleva. Es una regla no escrita… o escrita. No recuerdo. Pero en definitiva, está prohibido por los propios Elementales hablar de ellos con los Externos _(personas normales)_ o los Ignari.
Aun así, hago una excepción con Estris. Necesito a alguien “normal” de mi lado, por si algún día pasa algo raro que no pueda explicar a los que no deben saber nada.
—¡Vis! Qué alivio… por un momento creí que no ibas a venir. Sabes que, si quiero entrar a la universidad, tengo que tener buenas calificaciones.
—Lo siento, Estris. Se me hizo un poco tarde en el desayuno y me desvelé repasando lo que voy a decir hoy. De hecho, venía en el camino hablando sola como loca para poder memorizar mejor.
Ella gira la cabeza, mirando detrás de mí. Me doy la vuelta para ver a quién observa y descubro que es Althea, que viene corriendo hacia nosotras. Althea es mi otra mejor amiga. Ella sí forma parte de la Sociedad, solo que está en otro curso. Ella va en el A y nosotras en el B.
—¡Hola, chicas! ¡Adiós, chicas!
—Vaya… parece que Althea se levantó tarde —comenta Estris, divertida.
—Sí. Se desveló junto conmigo. Tiene una asignación para las clases de Eternals.
—Ah, no sé cómo le hacen ustedes dos para llevar una vida así. Sería demasiada presión para mí. Por eso prefiero enfocarme en lo que quiero ser: ingeniera.
Me toma por sorpresa el ruido de la campana que indica que las clases comenzaron.
—Vámonos al salón. Hay que repasar antes de nuestra exposición. Por cierto… ¿hiciste la tarea de matemáticas?
—¿Había tarea? ¡No puede ser! Con lo de la exposición lo olvidé…
—Ay, no… Bueno, aplicamos lo de siempre. ¡Pero apúrate, si no, no nos va a dar tiempo!
Estoy súper agradecida con Estris. Si no fuera por ella y por cómo me ayuda con las tareas, ya habría reprobado desde primer año. Vamos corriendo al salón de matemáticas, esquivando a medio mundo a nuestro paso.
De pronto, algo capta mi atención por un milisegundo. Unos destellos azules con brillos magenta cruzaron la ventana del salón de química. Me detengo por una fracción de segundo, pero no tengo tiempo de averiguar qué fue. Llegamos, y por suerte el maestro aún no llega. Suspiro aliviada.
Saco mi cuaderno y Estris saca el suyo. Me pongo a copiar la tarea. Es nuestro clásico protocolo de emergencia. Cuando termino, guardo mis cosas y la miro con gratitud.
—Oye, Estris… hace rato, cuando veníamos corriendo, me pareció ver algo raro —sigo bajando la voz poco a poco—. Como destellos azules y magenta en una ventana del salón de química.
—¿Crees que haya sido un Elemental?
—No lo sé… Normalmente no se presentan en lugares tan concurridos. Si alguien con el Don los ve, podría asustarse. Y si se lo cuenta a más personas, lo pueden tomar por loco.
—Ah, sí… recuerdo cuando me pasó a mí. Lo bueno fue que estabas conmigo para explicarme.
—Sí, pero normalmente yo no puedo intervenir así. No tengo rango, ni un Elemental. El protocolo es reportarlo a alguien con rango para que lleve al civil a la Cedex, y lo demás lo maneja la Sociedad.
—Ah, entiendo… pero con lo que me explicaste fue suficiente para saber que no es para mí. No soy una guerrera.
—No, lo tuyo son los estudios. Y como verás, lo mío no lo son —dije riéndome.
—¡Buenos días! —saluda el maestro para captar la atención, con su infaltable pantalón de mezclilla, camisa a cuadros fajada, botas cafés _(intento de vaquero frustrado)_ y su maletín a juego.
Mientras el maestro da la introducción de la clase, mi mente sigue atrapada en ese destello. ¿Un Elemental aquí? Eso no debería pasar. Y no puedo quitarme la sensación de que alguien me está observando.
No es esa sensación general de que te ven… sino esa mirada directa, clavada en ti.
Giro ligeramente la cabeza hacia la ventana del lado derecho del salón… y ahí está. Otro destello igual que el anterior.
Como una estela brillante y azul, como si algo acabara de alejarse y aún quedaran restos de su presencia.
La clase de matemáticas fue, como siempre, una tortura. No soy una genio como Estris, pero al menos hice el intento.
Ahorita, lo más importante es historia. La exposición es en la siguiente clase. Después de unas cuantas repasadas más, por fin me aprendí mi parte... o eso creo.
El salón de historia está al final del corredor, antes de dar la vuelta al patio. Entro hecha un caos de nervios.
Sigo repasando mentalmente lo que voy a decir mientras Estris y yo nos dirigimos a nuestros respectivos lugares. La volteo a ver para ver cómo está ella; está jugando con su bolígrafo de manera energética. Creo que está igual de nerviosa que yo.
—¡Buenos días, jóvenes! —la maestra hace su aparición. Lleva su clásico pantalón de vestir negro perfectamente planchado, una camisa blanca de botones igual de impecable, el cabello recogido y unos lentes de armazón negro.
La maestra Acivel no es una mala maestra, pero sí algo estricta. Y como si su vestimenta hablara por ella, todo lo quiere perfecto.
—Espero que estén listos con sus exposiciones. Hoy veremos lo que pasó en la Primera y Segunda Guerra Mundial, y cómo fue la creación de la Organización de las Naciones Unidas, mejor conocida como la ONU. Que pase el primer equipo.
Observa su libreta:
—Este equipo está compuesto por Joaslin Caustle y Freith Basthl.
Ay, espero que el equipo 1 se tarde lo más posible. Así me dan más tiempo para seguir memorizando…
"La Segunda Guerra Mundial comenzó en 1939…"
¿Será que el Elemental ya se fue?
"Con la Alemania nazi invadiendo Polonia…"
Tengo que hablar con Celix y Dartziel. Contarles lo que vi.
"Fue prácticamente un conflicto sin resolver desde la Primera Gran Guerra…"
Sería muy peligroso que el Elemental siga aquí. Si alguien lo ve y se hace un escándalo... será un desastre.
Espera… ¿mencioné ya la fecha?
"La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1.º de septiembre de 1939…"
Ay, no. El Elemental no deja que me concentre. ¡Voy a reprobar si no logro sacarlo de mi cabeza!
—Muy bien, equipo 1 —dice la maestra—. Pasen a sentarse. Ahora sigue el equipo 2, compuesto por Estris Cortslyn y Visxiria Seahart.
Me levanto de mi asiento con el corazón a mil.
Sigo repasando mis líneas mentalmente. Estris empieza haciendo la introducción, explicando cómo Hitler empezó a gobernar Alemania desde 1933 y qué hizo antes de que oficialmente comenzara la guerra.
Después de esa parte, voy yo.
—...Eso dio paso para que oficialmente se convirtiera en una guerra mundial. Mi compañera Visxiria explicará ahora el inicio de la guerra —dice, haciendo un gesto con la mano para invitarme a continuar.
—La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1º de septiembre de 1939, con la invasión de la Alemania nazi a Polonia. Fue prácticamente un conflicto sin resolver desde la Primera Gran Guerra. Los involu...
Un destello más notorio capta mi atención. Veo cómo, poco a poco, comienza a asomarse un Elemental. Distingo lo que parece ser la cabeza de un... ¿un aguila?, ... espera… ¿eso es un Flurix?
Puedo ver el inicio de sus pico. Sí, definitivamente es un Flurix. Si avanza más, alguien podría verlo... o tal vez no. No sé si alguien en el salón tenga el Don, pero no puedo arriesgarme.
Tardo un poco en darme cuenta que me quedé paralizada en medio de la exposición. Reacciono…
—Disculpe maestra… tengo una emergencia —¡Finge dolor de estómago!—. Ay... es que los nervios hacen que mi sistema digestivo reaccione mal. Tengo que irme.— escucho las risitas de mis compañeros
Miro a Estris que me observa con cara de ¿¡qué estás haciendo!? Luego lanzo una mirada al fondo del salón… y ella también lo ve. Sus ojos se abren como platos. Entiende.
—Es mejor que salga maestra, yo puedo continuar con la exposición.
Salgo corriendo antes de que la maestra tenga tiempo de decir que no. Escucho las burlas de mis compañeros mientras corro. Voy directamente hacia el Flurix. No se que hace un Elemental aquí en la escuela, pero se que tengo que deshacerme de él.
Me acerco al Flurix. Está en su tamaño mediano, que significa: que es suficientemente grande como para imponer respeto. A simple vista podría pasar por un águila... si ignoramos el hecho de que brilla en tonos azul, magenta y verde.
Su cuerpo parece hecho de partículas flotantes, como si estuviera a punto de desaparecer. Es tan hermoso… como una aurora boreal.
Por un segundo se me olvida qué es lo que hago aquí afuera…
Pero no, Vis, ¡concéntrate!
Tengo que alejarlo de la ventana lo antes posible. Por suerte, no hay nadie cerca. Hago el esfuerzo por empujarlo, pero está demasiado pesado para moverlo.
_(¿Por Dios, qué te dan de comer?)_
Como no me ha hablado ni parece querer hacerme caso cuando le digo que se tiene que ir, recurro a otra opción: necesito ayuda.
Saco mi celular, busco el nombre de “Althea”.
*SOS. YA.* _ Enviar._
Dos minutos después, la veo aparecer doblando la esquina del corredor.
—Vine lo más rápido que pude —comenta sin aliento.
Pero antes de llegar a mí, se detiene en seco… y se queda completamente petrificada.