—¡Wow! Ya veo cuál era la emergencia… Un momento… ¿Qué hace un Elemental aquí? Si hubiera sabido que se trataba de esto, ¡habría corrido aún más! Tenemos que sacarlo de aquí.
—¿Por qué crees que te mandé el SOS? Necesito que me ayudes. No responde cuando le hablo y tampoco se mueve. Es demasiado pesado.
—Es que… wow, es hipnotizante cómo se mueven sus colores…
—¡Admíralo mientras me ayudas, por favor! No quiero tener que llamar a Celix o a Dartziel para que vengan a solucionarlo. Se supone que nos están entrenando para esto. ¡Tenemos que poder hacerlo solas!
—¡Cierto, cierto! Perdón. ¿Ya intentaste establecer conexión con él?
—No puedo si él no me habla primero.
—¿Pero qué rayos hace un Elemental aquí en la escuela? ¡Y un Flurix! —su voz suena forzada, ya que me está ayudando a moverlo hacia el patio.
—Llevo todo el día viendo rastros de presencia luminosa desde la primera clase. No esperaba que fuera un Elemental —camino para ponerme justo frente a él y hablarle—. ¿Podrías, por favor, decirme qué haces aquí o a quién buscas? No puedes estar aquí. Si alguien con el Don te ve, podría causar problemas… por favor, no quiero meterme en líos —hago que mi voz suene un poco suplicante y lo miro directamente a los ojos, esperando que se compadezca de mí.
Al parecer, sí lo hace. Despliega sus alas y se echa a volar… pero justo antes, escucho una voz en mi cabeza. Su voz.
—Está bien. Nos veremos en otra ocasión entonces…
Me quedo petrificada por lo que dijo, y Althea se da cuenta de inmediato.
—¿Qué pasó? ¿Te dijo algo?
—Me dijo… que nos veremos en otra ocasión.
Justo cuando el Flurix se pierde entre las nubes, suena la campana de la escuela que indica que es hora del almuerzo.
—Bueno, Vis… nos vemos en la tarde en la Cedex.
—Está bien. Y gracias, Al, por venir a ayudarme.
Althea me guiña un ojo, como diciendo “no hay por qué”, y se dirige al grupo de amigas que ya la está esperando.
Camino hacia Estris, que tiene mis cosas, y cuando me alcanza le cuento lo que pasó con el Elemental.
—¿Entonces tiene planes de verte otra vez? ¿Qué querrá contigo?
—No lo sé… pero se lo tengo que contar a Celix y a Dartziel.
Saco mi celular y les envío un mensaje de voz a ambos, contándoles todo lo que pasó.
—Bueno, en clase la maestra te bajó puntos por tu salida repentina, pero no fueron muchos. Sí pasamos. La información que diste al principio fue correcta.
—Menos mal… gracias por cubrirme. Te lo voy a compensar.
Empezamos a caminar hacia la tienda de la escuela cuando, de pronto, siento mi bolso vibrar. Es mi celular:
Celix – llamada entrante.
—Hola, hermanito.
—Hola, Vis. Oye… ¿le has dicho a alguien más lo del Flurix? —Su voz suena algo preocupada.
—Solamente a Dartziel, les mandé el mismo mensaje a ambos.
—Vis, no le comentes a nadie más que un Elemental se apareció en la escuela. Por favor, a nadie. Ni siquiera a mamá.
—Sí, está bien. No se lo comentaré —ya me estoy empezando a preocupar—. Pero ¿por qué…?
—Hablamos en la tarde. Me tengo que ir.
Y cuelga. Así, repentinamente.
Y más o menos le hago caso… porque mi "nadie" incluye a Estris. Así que le conté lo que hablé con Celix. Estuvo de acuerdo conmigo en que esto se está poniendo más raro.
Y como lo prometí, le compré su postre favorito como agradecimiento.
Mientras comíamos, le mandé un mensaje a Althea pidiéndole que mantuviéramos lo del Flurix entre nosotras.
El resto del día fue normal y aburrido. Estris y yo seguimos hablando de lo que pasó; seguía siendo extraño.
Pero como no ocurrió nada más raro… saltemos directo a lo medianamente interesante.
Llego a mi casa y recuerdo las palabras de Celix. Así que, cuando mi mamá me pregunta qué tal me fue en la presentación, le conté otra versión: que, por culpa de los nervios, no pude terminar la exposición y por eso me bajaron puntos. Pero que Estris fue la que salvó el día.
Subo a mi habitación para ponerme el uniforme de la Cedex y preparar mis cosas. Tenemos que partir cuanto antes porque está algo lejos de donde vivimos. Por suerte, nos lleva Ipser, que adopta su tamaño más grande para poder transportarnos hasta allá.
Cuando estoy lista, bajo las escaleras y veo a mi mamá preparando la silla de montar de Ipser.
—Ya estoy lista, mamá.
—Ipser también. Solo le voy a poner la silla, y necesitamos colocar las mochilas en su portaequipaje.
Ipser se aleja un poco de mi madre y, poco a poco, empieza a aumentar de tamaño… hasta quedar del tamaño de un bocho.
Hacemos lo dicho e, inmediatamente, nos colocamos los cascos de seguridad. Mi mamá sube primero para ayudarme después.
En mi opinión, debería conseguir una silla más cómoda. Voy a bajar con el trasero entumecido.
Ipser da dos golpes con su pata delantera derecha y, frente a nosotros, se abre un agujero lo suficientemente grande como para tragarse un coche.
Nos sumergimos en la oscuridad.
Aparecemos en una zona a las afueras de Tamaulipas, México: una de las entradas para acceder a la Cedex. Lo primero que vemos al llegar son montones de Elementales junto a sus respectivos compañeros. Hay de todo tipo:
Thovas, como el de mi madre;
Luhavas, del elemento agua;
Ruxels, de fuego;
Flurixes, de aire.
Excepto los Vulmix, del elemento éter.
Estos últimos casi nunca se vinculan con nadie y rara vez se dejan ver. Los Vulmix son neutrales: solo aparecen durante las batallas, y su función principal es evitar que los demás Elementales salgan gravemente heridos. No se han vinculado con ningún humano en los últimos 900 años.
Desmontamos de Ipser y sacamos nuestras cosas del portaequipaje antes de que él reduzca su tamaño a versión de bolsillo. Ahora no es más grande que un celular. Lo veo subir rápidamente al hombro de mi mamá.
Al llegar a la entrada del edificio, tenemos que pasar por el Guardián para que nos deje entrar.
—Nombres, por favor. Y también el de sus Elementales —dice el Guardián, que tiene su brazo izquierdo levantado para anotar la información.
—Kitzya Seahart y Visxiria Seahart. Viajamos con un Thova llamado Ipser —responde mamá.
El Guardián anota todo con su pulsera y nos da una bandeja para dejar nuestras pertenencias civiles.
Tenemos que dejar nuestros celulares en la entrada: no están permitidos dentro de la Cedex.
Qué aburrido, ¿verdad?
Pero para quienes aún no somos Eternals, como yo, nos proporcionan unos lentes holográficos especiales —una especie de auricular que proyecta la imagen de unos lentes justo frente a tus ojos— y que funcionan como un celular, solo que mucho más avanzado.
Los Eternals, como mi mamá, usan una pulsera especial aún más funcional.
Esa es solo una de las muchas razones por las que quiero convertirme en una Eternalite.
Ahora, solo nos queda esperar a que regrese un vagón aéreo que nos lleve directo a la Cedex.
Minutos después, llegamos al recibidor de la Cedex: un espacio amplio y circular, diseñado para que los Elementales puedan permanecer en una forma más cómoda. El piso es blanco, con el logo de la Sociedad en el centro: un círculo formado por las siluetas de los Elementales principales —los primeros vinculados, uno de cada especie elemental—, y dentro de él, un escudo azul marino con una "E" cursiva dorada.
Las paredes son azul celeste, con oficinas de cristal a ambos lados. Al fondo está la recepción. Caminamos en esa dirección, saludando con uno que otro “¡Hola!” a las caras conocidas.
Justo entonces veo a un Luhava que me resulta familiar: es Maerys, el Elemental de Nyra —la esposa de Celix—, es un tiburón ballena azul turquesa. Su aleta parece una ola en movimiento que destella como si la bañara la luz del sol. Está en su tamaño regular.
También está Nyra, conversando con una conocida: Asklin, quien está acompañada por su Elemental, Thova. Creo que se llama Grier: un topo rosa con cola de castor, adornada con una enredadera de flores brillantes de color violeta y ojos dorados.
Caminamos hacia ellas.
—Hola, Asklin. Hola, Grier —saluda mamá, dándole un beso en la mejilla.
Hace lo mismo con su nuera y la abraza con cariño.
Yo las saludo igual, pero solo abrazo a mi cuñada. Me quedo conversando con ella mientras mamá habla con Asklin.
—Hola, Nyra. Hola, Maerys. Oye… ¿no te falta alguien? —le digo, refiriéndome a mi pequeño sobrino Nalem.
—Lo acabo de dejar en sus clases.
—Ah, bueno. Al rato que salgamos vamos a casa y vemos una peli en la sala.
—No voy a poder —responde con pesar—. Mis papás están en una misión y quieren que cuide la casa.
—¿Siguen en la misión de Puerto Rico?
—Sí. Van y vienen. Al parecer, allá se están presentando muchos Corrompidos.
—¿Y quién va a cuidar tu casa?
—Vamos a dejar a Maerys o a Aelys. Nos vamos turnando entre casas.
—Bueno, entonces nos vemos otro día… o el próximo jueves, o en el almuerzo de esta tarde.
—Vale. Te veo en el almuerzo.
Le doy un abrazo de despedida, justo cuando mamá también se despide de Asklin. Llegamos a la recepción, donde me entregan mis lentes y mi horario.
Me despido de mamá con otro abrazo. Quedamos de vernos con Nyra en el almuerzo. Ella se va hacia la derecha, y yo hacia la izquierda.
Camino entre las dos oficinas de cristal por un largo pasillo hasta encontrar el salón 4.
Llego y veo a Althea en el salón, hablando sola, pero cuando me acerco escucho que solo está repasando lo que explicará en su asignación de hoy. La dejo seguir ensayando y paso directo a mi asiento.
Hoy me toca clase con mi amigo Kaique. Él viene de Brasil. Yo no hablo portugués y él no habla español, pero gracias a la tecnología de los Elementales, podemos entendernos perfectamente a través de los lentes holográficos.
La profesora Sanfrine es quien imparte esta clase. Muy buena maestra, por cierto. Aparece en el salón con un pequeño Ruxel sobre el hombro: un gato de pelaje rojo y violeta, brillante, como si tuviera fuego danzando en su lomo. Por cierto, ella no lleva lentes. Hablar todos los idiomas es un poder que los Elementales comparten con sus vinculados.
—Bienvenidos, Principiantes nivel 2, Sección Estrella. Hoy retomaremos la clase con un breve repaso antes de pasar al contenido de hoy.
¿Quién puede decirme de qué se trató la clase de la semana pasada?
Hilirys, un señor de unos 50 años, levanta la mano.
—Adelante, Hilirys.
—Repasamos información básica: la inmortalidad de los Elementales, todas las clases de Elementales que existen, por qué se vinculan a los humanos, los poderes de cada uno y los poderes que comparten con sus vinculados.
—Muy bien. ¿Alguien más?
Levanto la mano para compartir lo que vimos recientemente.
—Visxiria.
—Y lo último que vimos fue qué pasa cuando un Elemental está gravemente herido o cuando un vínculo es roto o cortado a la fuerza.
—Muy bien, Visxiria. ¿Alguien puede decirme qué es lo que ocurre cuando un vínculo es interrumpido?
Mi amigo Kaique levanta la mano, y la profesora le da la palabra.
—Si un Elemental es herido de gravedad, hay que localizar a un Luhava para que reciba ayuda inmediata. Y si un vínculo se rompe con consentimiento —o sea, que ambos estén de acuerdo, tanto el Elemental como el humano—, es doloroso, pero no mortal. En cambio, si el vínculo se rompe a la fuerza, el humano muere y el Elemental queda en coma… un coma del que puede tardar años, o incluso siglos, en despertar.
—Muy bien. ¿Y saben por qué un vínculo puede llegar a romperse?
Nadie levanta la mano.
—Pues eso es lo que veremos en esta clase.
Cuando un vínculo consensuado se rompe, normalmente es porque el vínculo está dañando al Elemental, o porque podría hacerlo.
Wow, eso es interesante...
¿Pero cómo es que se daña un vínculo?
No hago esa pregunta en voz alta, porque la maestra parece que aún no termina.
—Como ya saben, la razón de existir de la Sociedad Eternal es luchar contra los Corrompidos: personas seguidoras de Silirix. En su mayoría, son Ignaris que están en contra de que nos vinculemos con los Elementales, porque piensan que los obligamos a hacerlo.
Pero, como saben, eso es falso. No se puede obligar a un Elemental a formar un vínculo. Ellos deciden si se unen a ti… o no.
Por eso nos entrenamos: con la ayuda de los Elementales, nos protegemos mutuamente.
Ellos —los Corrompidos— intentan romper nuestros vínculos utilizando la tecnología que Silirix inventó. Capturan a los humanos vinculados y a sus Elementales. No sabemos con exactitud cómo logran romper los vínculos, pero, como ya saben, el resultado siempre es el mismo: el Elemental sobrevive, pero queda en coma… y el humano muere.
Aún no hemos podido descubrir cómo lo hacen. Solo sabemos que quien es capturado… no vuelve a ser visto jamás.
Levanto la mano para hacer la pregunta que traigo en mente.
—¿Sí, Visxiria?
—¿Cómo es que se puede dañar un vínculo?
—Esa es una pregunta muy interesante —dice la profesora, asintiendo con una sonrisa leve—. El vínculo con un Elemental es, sobre todo, emocional. Ellos perciben cuando una persona no está siendo honesta consigo misma, o cuando hay algo oscuro que comienza a afectarlos. En esos casos, hablan con su humano… y, como nadie quiere morir, se toma la decisión de romper el vínculo antes de que sea demasiado tarde.
Pero no se preocupen: si el Elemental ve que su humano ha sanado —por así decirlo—, pueden volver a vincularse con la misma persona.
—¿Y qué pasa si el Elemental ya se ha vinculado con otro humano? —pregunta una voz al fondo, de alguien que no reconozco.
—En ese caso, el humano puede buscar a otro Elemental con quien vincularse. Pero mientras tanto… quedaría como ustedes: en calidad de estudiante.
—¿Ya no sería un Eternalite? —pregunto, con el estómago apretado.
—Así es —responde la profesora, esta vez con una expresión seria—. Todos sus privilegios serían revocados.
De pronto, la profesora se queda mirando fijamente hacia la nada. Esa mirada la conozco bien… es la misma que pone mi madre cuando está hablando con Ipser mentalmente.
—Lo siento, hasta aquí termina la clase de hoy. Nos vemos la próxima semana.
Guarda sus cosas rápido y sale del aula sin decir nada más.
Algo pasó. Para que haya cortado la clase así de pronto…
Esto no es normal.
Cero y van dos.