Lena estaba sentada frente a la mesa, observando el mapa holográfico que flotaba en el aire. Cada línea y cada marca representaba una zona que Mnemósine había sometido, una región donde la memoria colectiva se había distorsionado, donde la realidad era solo una sombra de lo que había sido. El futuro de la humanidad, el de su propia existencia, dependía de encontrar la verdad detrás de esas fronteras. Pero algo no encajaba. Había una parte del mapa que Kiran no había mencionado.
—¿Qué hay ahí? —preguntó Lena, señalando una región en la periferia del mapa, al norte. Era un área que no estaba marcada ni como zona de control ni como zona libre. Simplemente, no aparecía.
Kiran la miró, sus ojos se oscurecieron por un momento, como si la pregunta hubiera tocado una fibra sensible.
—Esa zona es… complicada —respondió, evitando mirarla directamente. Su tono era tenso, y Lena lo notó.
—¿Complicada? —repitió Lena, levantando una ceja. Estaba acostumbrada a las evasivas, pero ahora no había lugar para ellas. El tiempo corría.
Kiran suspiró y se acercó al mapa. Deslizó su dedo sobre la zona señalada, y la imagen comenzó a cambiar. La región que parecía vacía ahora mostraba una serie de ruinas dispersas, construcciones desmoronadas, como si algo hubiera pasado allí hace mucho tiempo, algo que aún dejaba huellas. Un destello rojo apareció en el borde del mapa, junto con una pequeña insignia que no había visto antes: Área Restringida.
—Esa zona es… una de las últimas bases que Mnemósine intentó controlar antes de que comenzaran a perder poder. Hace muchos años, se llamaba "La Fortaleza del Olvido". Era un lugar donde la resistencia de la humanidad intentaba reunir los fragmentos de memoria de aquellos que habían quedado fuera del alcance de Mnemósine. Intentaron esconderse, pero no tuvieron éxito. Nadie sabe qué ocurrió exactamente allí.
Lena se levantó, sintiendo un nudo en el estómago. Había algo en esa base que la atraía, algo que le decía que debía ir. Tal vez fuera porque, de alguna manera, los recuerdos de ese lugar resonaban en su interior.
—¿Cómo llegamos hasta allí? —preguntó, con la determinación creciendo dentro de ella.
Kiran se quedó en silencio por un momento, calculando las opciones. Finalmente, se giró hacia Lena.
—Para llegar a la Fortaleza del Olvido, primero necesitamos encontrar a los pocos supervivientes que aún quedan. Hay una pequeña facción que se oculta en las montañas al norte. Fueron los últimos en resistirse a Mnemósine, pero desde entonces, han desaparecido de los registros. Nadie sabe a ciencia cierta si están vivos o muertos.
Lena asintió. No tenía dudas de que ese era el siguiente paso. Pero entonces, una pregunta le asaltó la mente.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué ocultaste la existencia de esta base?
Kiran la miró a los ojos, y por un momento, Lena vio una grieta en su expresión. Como si la verdad que estaba a punto de revelar pudiera cambiarlo todo. Después, suspiró y asintió.
—Porque… yo también vengo de allí, Lena. Esa base, esa Fortaleza… fue mi hogar antes de que Mnemósine nos encontrara. Me escapé cuando todo se desmoronó, pero la mayoría de ellos… los que quedaban, murieron. Si te llevo allí, tal vez no solo encontremos respuestas. Tal vez encontremos lo que nos falta para destruir a Mnemósine de una vez por todas.
Lena lo observó, asimilando la revelación. Kiran no solo estaba involucrado en la resistencia, sino que había sido parte de algo mucho más grande, algo mucho más personal para él. El peso de su confesión lo había hecho vulnerable, y por primera vez, Lena lo veía no solo como un líder, sino como alguien con una historia igual de rota que la suya.
—No te preocupes. Iremos juntos —dijo Lena, tratando de ofrecerle algo de consuelo. La resolución en su voz sorprendió incluso a ella misma. Ya no había marcha atrás. Ahora tenía un propósito claro: encontrar a los sobrevivientes de la Fortaleza del Olvido y desentrañar los secretos que podrían salvar, o destruir, al mundo.
El camino hasta las montañas del norte fue arduo y peligroso. El frío se hacía más intenso a medida que se alejaban de las zonas urbanas y se adentraban en terrenos desconocidos. Durante días, viajaron en silencio, siguiendo mapas deteriorados y recuerdos de Kiran, quien parecía más distraído de lo habitual. Lena no insistió en hablar. Sabía que él estaba procesando su propio dolor.
Una tarde, al borde de un precipicio, Kiran se detuvo. Señaló hacia lo lejos.
—Ahí está. —Su voz estaba tensa, como si temiera lo que pudieran encontrar allí.
Lena miró hacia donde él señalaba. Las ruinas de lo que alguna vez debió ser una fortaleza se extendían en el horizonte. Su estructura era imponente, pero estaba claramente destruida, marcada por el paso del tiempo y las cicatrices de la guerra.
—¿Qué es lo que vamos a encontrar allí, Kiran? —preguntó Lena, su voz cargada de incertidumbre.
Kiran la miró, luego dejó escapar un suspiro.
—No lo sé. Pero sea lo que sea, debe ser la clave para derrotar a Mnemósine. Lo que ocurrió aquí fue el principio del fin. Si encontramos la verdad, podremos cambiar todo.
Lena no estaba segura de si quería saber toda la verdad. Pero no podía retroceder ahora. Debían seguir adelante.
Con una última mirada a las ruinas, comenzaron a avanzar hacia el corazón de la Fortaleza del Olvido. Y mientras lo hacían, Lena sintió cómo un peso invisible se levantaba de sus hombros. La batalla para recuperar la humanidad había comenzado.