El aire era denso y pesado cuando Lena y Kiran llegaron a las primeras ruinas de la Fortaleza del Olvido. Las montañas que rodeaban el lugar creaban una sensación de aislamiento absoluto, como si el mundo entero hubiera olvidado que allí existía una vez un refugio de resistencia. La estructura era imponente a pesar del desgaste del tiempo, con paredes de piedra oscura cubiertas por musgo y vegetación salvaje, casi como si la naturaleza hubiera intentado reclamar lo que una vez fue.
Kiran avanzó con paso firme, su rostro sombrío mientras sus ojos recorrían el horizonte. Lena lo seguía de cerca, notando cada pequeño gesto de incomodidad que él intentaba disimular. Este lugar, sin duda, le traía recuerdos dolorosos.
—¿Qué ocurrió aquí? —preguntó Lena, su voz apenas un susurro, como si el lugar mismo pudiera escuchar.
Kiran no respondió de inmediato. Caminó hasta una de las paredes derrumbadas y se agachó, tocando las piedras rotas con la punta de los dedos. Su rostro mostraba una mezcla de ira y tristeza, como si estuviera enfrentando algo que había tratado de olvidar durante años.
—Este lugar… fue nuestra última esperanza. Aquí luchamos contra Mnemósine, cuando todavía creíamos que podíamos ganar. Pero lo que no sabíamos era que la verdad de todo esto estaba mucho más oculta de lo que imaginábamos.
Lena se acercó a él, observando las ruinas con nuevos ojos. Este no era solo un sitio de batalla, sino el escenario de una tragedia personal para Kiran. La Fortaleza del Olvido había sido su hogar, su refugio, y su caída había significado mucho más que la derrota de una organización. Había sido la pérdida de una parte de sí mismo.
—¿Y qué pasó con los demás? —preguntó Lena, dando un paso hacia la entrada de lo que parecía ser una antigua sala de reuniones, sus paredes cubiertas de inscripciones casi borradas por el paso de los años.
Kiran miró hacia la entrada con una expresión sombría.
—Murieron. Todos. Los que sobrevivieron a las primeras oleadas de Mnemósine, los que quedaban, fueron capturados en una emboscada. Y yo… yo huí. No había otra opción. Si me quedaba, habría sido el final. Pero no pude salvarlos. Y ahora este lugar… este lugar es todo lo que queda de lo que fuimos.
El peso de sus palabras cayó sobre Lena, y una oleada de empatía la envolvió. Este no era solo el líder de la resistencia al que seguía; era alguien que había perdido a su familia, a sus amigos, a su gente. Y esa pérdida lo había marcado de formas que Lena comenzaba a comprender.
Se adentraron más en la fortaleza, caminando por pasillos largos y oscuros, iluminados solo por la luz tenue que se filtraba a través de las grietas en las paredes. A medida que avanzaban, las sombras parecían moverse a su alrededor, creando una atmósfera inquietante. De repente, algo en el suelo llamó la atención de Lena.
—Mira esto —dijo, señalando un conjunto de símbolos grabados en el suelo. Eran extraños, diferentes a los que había visto en otras partes del mundo. Parecían antiguos, casi místicos. Y, al observarlos más de cerca, Lena sintió una extraña vibración en su interior, como si algo en esos símbolos le hablara directamente.
Kiran se acercó, y por primera vez, una chispa de sorpresa cruzó su rostro.
—Esto… esto es diferente. No lo había visto antes. —Su voz era casi inaudible, como si no estuviera seguro de lo que estaba diciendo. Luego, con más firmeza, agregó—: Estos símbolos no son de la resistencia. Vienen de algo mucho más antiguo, algo que estaba aquí antes de que llegáramos.
Lena lo miró, su mente trabajando a toda velocidad. Si esos símbolos eran anteriores a la resistencia, ¿qué significaban? ¿Y por qué no había hablado nunca de ellos?
—¿Qué son? —preguntó, con la incertidumbre aún en su voz.
Kiran se quedó pensativo por un momento, antes de dar una respuesta que no la tranquilizó en lo más mínimo.
—No lo sé con certeza. Pero creo que están relacionados con lo que ocurrió aquí. Lo que pasó con la Fortaleza del Olvido no fue solo una derrota militar, Lena. Fue algo más grande, algo que ni siquiera nosotros entendemos por completo. Estos símbolos… deben ser la clave.
Antes de que Lena pudiera responder, un ruido sordo interrumpió la quietud del lugar. Un sonido metálico, como si algo pesado hubiera caído. Ambos se giraron al instante, alertas.
—¿Qué fue eso? —preguntó Lena, el miedo creciendo en su pecho.
Kiran no respondió, sino que hizo un gesto para que se agacharan. El sonido se repitió, esta vez más cerca. La tensión en el aire era palpable.
Lena observó a Kiran, quien estaba tenso como una cuerda, sus ojos escaneando el entorno con rapidez. Finalmente, susurró:
—No estamos solos.
En ese momento, una figura emergió de entre las sombras, y Lena dio un salto atrás, su corazón latiendo a toda velocidad. Era una figura encapuchada, de pie en la entrada de una sala lateral, observándolos con unos ojos brillantes que no reflejaban emoción, solo un vacío profundo.
—¿Quién… eres tú? —preguntó Lena, su voz temblorosa.
La figura no respondió de inmediato. En lugar de eso, hizo un gesto con la mano, y de las sombras emergieron más personas, todas con los mismos ojos vacíos y expresiones impasibles.
Kiran, al ver esto, se adelantó, con la mano en la empuñadura de su espada.
—¿Quiénes son ustedes? —exigió, su voz firme, pero había algo de miedo en su tono. Sabía que lo que enfrentaban no era algo que pudiera ser fácilmente derrotado.
La figura encapuchada levantó la mano, y por un momento, todo quedó en silencio. Luego, su voz resonó en la oscuridad:
—Somos los Guardianes del Olvido. Y ustedes han llegado demasiado tarde.