La Desesperación de la Verdad
El viento gélido soplaba a través de las ruinas de la ciudad, arrastrando polvo y fragmentos de escombros. Lena avanzaba a paso firme, pero cada movimiento le parecía más pesado que el anterior. El peso de la revelación sobre Mnemósine, su conexión con el sistema y la verdad de lo que ella realmente era, aún la aturdía. No podía sacudirse la sensación de que algo estaba a punto de colapsar, que el futuro, por fin, estaba alcanzándola de manera inevitable.
A su lado, Kiran caminaba con la misma determinación, pero sus ojos eran un reflejo de la ansiedad contenida. Desde que se enteraron de la magnitud del control de Mnemósine sobre la memoria colectiva, las decisiones que debían tomar se volvían cada vez más complejas. La batalla no solo era contra el régimen opresivo, sino también contra la oscuridad que cada uno cargaba dentro.
El aire de la ciudad parecía estar cargado de un silencio profundo, como si incluso las ruinas se hubieran rendido ante la dominación de Mnemósine. Lena podía sentir las huellas del pasado en cada esquina, como si la historia misma estuviera siendo borrada de manera sistemática.
—¿Sigues pensando que podremos hacerlo? —preguntó Lena, sin mirar a Kiran.
El chico la miró brevemente antes de responder con voz grave.
—La verdad está al alcance, Lena. Pero el precio… el precio podría ser más alto de lo que imaginamos.
Lena asintió, sin palabras. Su mente estaba llena de dudas, pero algo dentro de ella le decía que no podía detenerse ahora. La misión de destruir el archivo central de Mnemósine, el núcleo donde se almacenaba el control total sobre las memorias y la identidad de la humanidad, era la única esperanza para devolver la libertad al mundo. Sin embargo, también sabía que destruirlo podría tener consecuencias devastadoras, no solo para ella, sino para todos los que aún quedaban en pie.
De repente, una explosión retumbó en la distancia, seguida por el sonido de sirenas y gritos. El suelo bajo sus pies tembló levemente, y Lena sintió cómo su corazón se aceleraba.
—¿Qué fue eso? —preguntó Anahí, quien caminaba unos pasos atrás, mirando con preocupación.
Lena no tenía tiempo para responder. Algo había cambiado, y un presagio oscuro se apoderó de su ser. Tenía que llegar al núcleo de Mnemósine, pero ahora parecía que el tiempo se les escapaba de las manos.
Con rapidez, Kiran sacó un mapa de su bolsillo y lo desplegó frente a ella.
—Estamos cerca, Lena. Solo unos pocos kilómetros más y alcanzaremos la base. Pero con cada paso que demos, más cerca estaremos del peligro.
Lena lo miró, pero no se sintió reconfortada. La situación se había vuelto más peligrosa de lo que imaginaba. Mientras avanzaban por las calles desiertas, el rugir de la explosión le hacía pensar en todo lo que estaba en juego. ¿Y si todo lo que habían luchado por conseguir no fuera suficiente?
Una sombra se proyectó sobre ellos. Lena levantó la vista, y por un momento, la imagen de la nave descendiendo desde el cielo la dejó paralizada. Era grande, imponente, con una estructura que parecía provenir de otro tiempo, o tal vez de otro mundo. Se posó en el centro de la plaza, frente al complejo que debían infiltrarse. La figura de la nave parecía desafiar a todo lo que ellos representaban, como si una nueva etapa estuviera a punto de comenzar.
—¿Qué significa eso? —preguntó Lena, su voz apenas un susurro. No esperaba encontrar algo tan masivo, algo que les arrebatara la sensación de control.
Kiran la miró, su rostro tenso y los ojos entrecerrados.
—No lo sé. Pero no es algo que planeábamos encontrar.
Los soldados de Mnemósine se habían reunido alrededor de la nave, pero no estaban combatiendo. Algo no cuadraba. Parecía como si esperaran algo.
Lena no podía dejar de pensar en lo que esto significaba. Las fuerzas de Mnemósine, su control total sobre la sociedad, y ahora, esta nave desconocida. Estaba claro que su lucha iba más allá de lo que había imaginado. Algo estaba sucediendo, algo que aún no podían comprender.
—Tenemos que avanzar, ahora más que nunca —dijo Lena, tomando una decisión que la empujaba hacia adelante a pesar del temor.
Kiran asintió, pero la mirada en sus ojos mostraba lo mismo que Lena sentía: una incertidumbre creciente, como si el verdadero enemigo aún estuviera por revelarse.
Al comenzar a moverse hacia su objetivo, Lena no podía evitar preguntarse si lo que había estado luchando por descubrir era solo la punta del iceberg. El futuro, tan incierto y oscuro, les esperaba, y el peso de la verdad que aún no habían alcanzado la acechaba en cada paso.