La solicitud que nos unió

7

No le escribirás nunca más. 

 

Aún no puedo creer que yo enviara ese mensaje. ¿Cómo puedo decirle a alguien que no conozco que sea mi amigo? 

Mi yo de hace algunas semanas atrás jamás hubiera hecho eso. Estoy más que violando la regla imperdonable. Estoy más que consciente que con esto que he hecho, merezco que cierren la cuenta y decomisen mi celular por siempre. 

Estoy debatiéndome entre levantarme o seguir en mi cama cuando escucho sonar el timbre y como es obvio que estoy sola en casa debo levantarme. 

—¡Ya voy!— grito. 

Y cuando abro la puerta me sorprende quien está tras ella. —Andrea. 

—¿Quien pensabas? ¿Santa?

—Ni siquiera es navidad— digo haciéndome la que no entiendo su sarcasmo. 

—¿No puede una persona visitar a su mejor amiga un día domingo? ¡Siento que no te veo desde hace un mes!— exclama dolida pero exagerada. 

—Solo han pasado dos días.

—No me escribiste desde eso. 

—Bueno. No pasó nada emocionante el viernes en el Instituto— le digo mientras sostengo mi cabello en una coleta alta. ¿O si? La verdad he estado con otros asuntos en mi cabeza que no sé ni lo que hice ese día en el insti. 

—Bien. ¿Hay algo que quieras decirme? —pregunta acomodándose en el sofá de la sala. 

¿Y esto a que viene?

—Creo que no. 

—¿No?

—No.

—Bien. Por qué pensé que si. Has estado muy rara los últimos días. 

—¿Yo?

—Si tú. Te conozco lo suficiente como para saber que ocultas algo. 

Tiene razón. Doy un largo suspiro y hablo. 

—Si. Tienes razón. 

—Haber dime ¿qué es lo que te sucede? 

—He violado la regla imperdonable— confieso. 

—¿Qué? No entiendo. 

—Ya sabes lo de mi facebook. 

—Ah toda esa locura. 

—Sabes muy bien que para mí esto no es un juego. 

—Si, si como sea. Dime ¿le diste un like a una publicación que contenía groserías?— pregunta entre risas. 

—Si sigues así no te diré nada. 

—Ya, ya entendí. Andrea modo seria. 

—Cuando te pones modo seria das risa— digo cubriendo mi boca por qué en verdad se ve graciosa. —¿¡Me tiraste un cojín!? 

Y fuimos risas durante unos minutos. Hasta que llegó la hora de soltar mis más oscuros pecados. 

—¡¿Te hiciste pasar por mi!? 

—¿Qué más podía hacer? 

—Pues entonces no es un desconocido con el que hablas. Ya lo conoces. 

—Sí pero él a mí no. Que me haya hecho pasar por ti ¿Es lo único que escuchaste?

—Lo demás no es relevante. No para mi— lo dice tan casual. 

—Entonces ¿Qué propones que haga? 

—Nada. 

—¿Nada?

—Tú le escribiste, él debe responder. 

—¿Y si no lo hace? 

—No le escribirás nunca más. Bloquearas su perfil y lo olvidarás. Harás como si nada de eso hubiera pasado. 

—Pero…

—Por más guapo que esté.

No recuerdo exactamente cómo fue que lo describí. 

—¿Cómo puedes hacer eso? 

—Yo acepto a cualquiera pero no hablo con cualquiera. 

—¿Enserio? 

—Si. Aunque no lo creas. 

—Todo este tiempo pensé que tú…bueno ya sabes hablábas con infinidad de chicos. 

—Si. Todo el mundo lo piensa. Y no me importa. Pero por eso no voy a dejar que este tipo te perjudique. 

—Gracias te necesitaba— me sincero. 

—Todos en algún momento necesitamos a alguien que nos escuche— dice, sonando orgullosa. 

Entonces me preguntó ¿Qué haría yo sin mi mejor amiga?

 




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