La Sombra

Capítulo 1

Está tranquilo frente a su computador. Las teclas se mueven suaves y rápidas. Él es un ingeniero en informática. Está creando su nueva aplicación, una que lo deja en casa casi todo el día. Su nueva red social, noweb, tiene como objetivo compartir cortometrajes y películas de cualquier aficionado que quiera mostrarlos al mundo. Ya se imagina todas esas películas y esos usuarios viéndolas.

Las teclas siguen moviéndose frenéticas, obedeciendo a los algoritmos que hace el joven ingeniero.

Todavía recuerda su graduación en la universidad: tomando su diploma, y a su padre subiendo al estrado, cuando aún estaba vivo. Esa fue una de las pocas veces en que le dijo que lo enorgullecía, y más al haber seguido sus pasos.

No se esperaba su muerte, él esperaba hablarle sobre su proyecto a su padre, pero murió antes de eso.

Su concentración se derrumba al oír unas voces de afuera.

—¡Nueva vecina! —grita un niño pequeño, o quizás una niña. No distingue bien la voz.

Deja su tarea. Desvía los ojos de la pantalla del computador y los posa en su ventana. Ve al gran camión de mudanzas fuera de la gran casa del frente. Él recuerda el momento en que vio que los vecinos se iban, hace apenas unos días.

Una mujer carga una gran caja. Esa debe ser su vecina. Él la mira desde lejos, mientras los demás vecinos la observan sin disimulo. Se ve bastante joven, como de su edad.

El ingeniero decide dejar su tarea, con el computador encendido, y baja las escaleras con gran rapidez. Llega a la puerta de la casa y se detiene en seco. Se siente raro dejar su aplicación y salir. Le asusta tener que interactuar con tanta gente.

Es tímido, es notable, pero más que tímido es aislado, y él mismo lo hace. Comenzar a hablar con ella será algo muy difícil, ya lo siente, ya lo imagina, a ella tratando de alejarse de él al ver que mantiene silencio o que no sabe de qué hablar.

Con gran valentía, gira la perilla de la puerta y sale. Ve a la gente desde sus casas observando a la vecina, y a algunos ayudándola a cargar con las cajas. Toma una bocanada de aire y sale de la casa. Sus pasos sobre la tierra resuenan, y más sus llaves al posarse sobre el cerrojo del portón. Mientras lo abre, siente la mirada de su nueva vecina y de quienes la ayudan. Se aventura en salir.

Camina hacia ella.

—¿Te ayudo? —le pregunta a su vecina tomando una de las cajas, la que contiene varios libros.

—Claro —asiente ella, dándole una sonrisa.

Algo ocurre en él. Esa sonrisa fue arrolladora, increíble. Él le devuelve la sonrisa mientras lleva la caja. Dentro de la casa, todo está hecho un desastre: muchas cajas están esparcidas por el lugar, y no hay nada instalado. El ingeniero deja la caja en un rincón mientras observa de reojo a su nueva vecina. Ella es baja, delgada y de piel un poco oscura, con el pelo alisado menos pocos mechones ondulados y desordenados. Lleva bastante maquillaje, aunque se ve sutil. Lleva mucha base, y un poco de delineado. Él la sigue observando mientras ella conversa con uno de los vecinos que también la ayudó, y no se percata que ella ya se dio cuenta de su mirada.

—¿Puedo ayudarlo en algo? —le pregunta ella. Lo saca de súbito de sus pensamientos.

—Podría llevar más cosas —contesta él, avergonzado.

—Claro, todavía quedan varias cajas —le contesta ella, volviendo a sonreír. Él le devuelve la sonrisa, y en cuanto lo hace se siente como un tonto.

Salen los dos con el otro vecino a recoger las últimas cajas. Todo el barrio está apilado en sus ventanas observando todo. Llevan las cajas mientras mantienen silencio. Todo en la mente del ingeniero lo llama a volver a su computador. Todo ese tiempo ha sido una pérdida en su proyecto. Esa mujer no lo ayudará a terminar su aplicación, a menos que sea una diseñadora gráfica.

El joven espera que se vaya el otro vecino para conversar con ella.

—Así que eres la nueva vecina —le dice él dándole la espalda. Le costó mucho decirlo. Tuvo que reunir mucho valor para poder realizarlo, y más al inventar qué decir.

—Sí —asiente ella.

La conversación queda vacía. Él no sabe qué decir para continuar. Se forma un silencio incómodo, del que parece difícil salir.

—¿En cuál de todas las casas de este barrio vive? —le pregunta ella, rompiendo el silencio que él no se atrevió a romper.

Él no se percata de la pregunta. Luego de unos segundos, se da cuenta.

—Vivo en la casa del frente —dice él señalándola, con timidez.



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En el texto hay: misterio, superacion, amor

Editado: 18.02.2019

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