Se levanta, como siempre, cuando la luz del sol ya está en la habitación. Toma el pendrive en que tiene la información de su aplicación, y sale a trabajar.
Va, con las ojeras marcadas, caminando a su trabajo. La noche anterior casi no pudo dormir, por pensar en Emilia y en lo que pasó con el computador, el extraño mensaje que le pedía alejarse de su vecina. ¿Era un virus? Es probable, aunque es extraño que alguien ponga un virus en su computador para escribir ese mensaje y no para robar información de su aplicación o algo más útil para un hacker. Igualmente, por la tarde instalará otro antivirus, uno realmente bueno. Él sabe sobre esas cosas ¿no?
Observa la casa del frente, y ve a su vecina subiendo a un auto, uno viejo pero que se ve bueno. Sube al asiento delantero y pone la llave. Sabe manejar ¿eh? Y debe ir en auto al trabajo. Cada vez descubre más cosas sobre Emilia, y esas cosas hace que se le haga más interesante saber sobre ella.
El día anterior no la vio salir en el auto a trabajar ¿por qué? ¿empieza hoy a trabajar? O quizás ayer tenía el día libre. Quizás llegó un día antes de su entrevista de trabajo, o quizás ya la hizo antes de cambiarse de casa y hoy va a trabajar.
Muchas dudas, que no piensa preguntar. Se limita a saludarla con la mano. Ella le sonríe y hace lo mismo. Enciende el motor del auto y comienza a avanzar, hasta dejarlo atrás.
Él continúa caminando hasta llegar a su trabajo. Estando ahí, después de hacer lo que le ordena su jefe, sigue con su proyecto, y revisa si hay virus. Efectivamente, sí hay uno. Se alarma al ver el poderoso virus, sabiendo que la privacidad de su proyecto está en jaque.
Instala el poderoso antivirus y logra eliminar la amenaza. Deja escapar un suspiro de alivio al conseguirlo.
***
Va a su casa. Al llegar, ve otro automóvil al frente. Se detiene a observar. No ve a nadie en el patio, por lo que deduce que debe estar dentro de la casa, seguramente con su hermana. Ella le había dicho que, si quería conocer a su hermana, debe ir a su casa a las 5 pm. Mira la hora en su reloj: las 4 pm. Todavía le queda una hora para que sea el momento en que deba ir a la casa de su vecina.
Entra a su casa y continua con su proyecto. En uno de los momentos en que teclea en su computador, observa una extraña sombra que se proyecta como si hubiera un cuerpo al lado suyo.
—No te asustes —piensa—, sólo es una sombra
Logra tranquilizarse, aunque no mucho. Puede ser una coincidencia, que sea su sombra, a pesar que esta se encuentra en el otro lado...
Ya son las 5 pm. Camina a la casa de su vecina. Va tarareando una canción golpeteando con los dedos la llave de su casa, la que suena ruidosa y con eco.
Eso le molesta de este barrio: que siempre hay tanto silencio que todo se escucha muy fuerte y con eco, sobresaliendo por los pequeños sonidos del canto de los pájaros. Aun así, eso es mucho mejor que una casa al frente de la autopista, con el constante ruido de los autos al pasar. No se imagina cómo dormiría en un lugar así.
Llega a la casa (atravesando la calle) y toca el timbre. Eso también ayuda al silencio del lugar, que nadie tenga que gritar para hacer notar su presencia, sólo hay que tocar el timbre.
Presencia... la sombra...
Se escucha a dos personas bajando por las escaleras rápidamente, casi corriendo. Luego escucha una conversación, aunque no entiende lo que dicen, sólo algunas palabras sueltas. Escucha de la voz de su vecina las palabras "vecino" y "verte". Con eso ya supone que le está diciendo a su hermana que su vecino, él, ha llegado a verla. No es eso a lo que viene; sólo quiere verla a ella, a Emilia.
Se escucha la puerta abrirse. La ve asomarse, con los rulos de su pelo ondeando al viento, y su rostro al verlo, con el que ve a todos.
—¡Ya llegaste! —grita, como si le hablase a otra persona. La hermana se asoma, igual que ella.
—Así que tú eres el vecino —dice la hermana. Su voz es casi igual, sólo que es más aguda, aunque no mucho.
Él asiente.
Su vecina le abre el portón y lo hace pasar. Dentro de la casa, le ofrecen té, café y muchas cosas más, pero él no acepta nada. Se sientan en el sofá, junto a él. En ese lugar, él se siente incómodo, no por la hermana de su vecina, sino por estar entre tantas personas no muy conocidas aún (para él, eso ya es mucho. La incomodidad era extrema en la Universidad).
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunta la hermana de Emilia.
—Rodrigo —contesta él, cortés—. ¿Y el tuyo?