La Sombra

Capítulo 5

Otro día en que vendrá Romina. La hermana, con quien ha hablado más que con Emilia... ¡Maldita sea!

Esta vez, él no espera que llegue Romina, ni siquiera espera que llegue la hora. Cuando faltan tan sólo unos minutos, el joven camina al portón de su casa. Lo abre simulando seguridad (por si alguien lo está observando) y sale a la calle. Va hasta la casa de Emilia y toca el timbre.

Mientras espera, observa el lugar por fuera. Hay un auto estacionado, aparte del de Emilia y Romina. Quizás hayan venido los padres, los que él no tiene.

Escucha los pasos de los tacos de alguna de las dos hermanas. La puerta se abre y se asoma Emilia; sabe que es ella, la puede distinguir. Para él, ella y su hermana no son las mismas personas, sino seres completamente diferentes, en que el único parecido es el físico, nada más. Emilia es... más divertida, simpática... algo tiene, una esencia que hace que la prefiera ante su hermana.

—Vaya, ya llegaste —dice ella saliendo. Se la ve tomada de la mano con alguien—. Quiero presentarte a Ignacio.

Sale de la mano de un hombre de avanzada edad. Sus canas están próximas.

—Debe ser el padre —piensa él.

Ella abre el portón y sale de la mano con el hombre.

Los dos se dan la mano.

—Mucho gusto —dice Rodrigo mientras se dan el apretón de manos—. Yo soy su vecino —afirma él señalando su casa

—Claro, mi novia ya me había hablado de ti

¡Novia! ¿Cómo que novia? Ese hombre parece de unos 50 o 60, mientras que ella aun es una veinteañera, y recién comienza su vida sola. ¿Cómo puede ser la novia de un... abuelo?

—Sé que esto se ve mal, pero... para el amor no hay edad —dice Emilia con una expresión más de decepción que de tristeza, como creyó el joven ingeniero que sería.

¿Cómo que no hay edad? Claro que hay. Ella debería estar con él, no con ese viejo que podría ser su padre... o abuelo.

El hombre se retira del lugar, con expresión fría. Se nota que ya dio cuenta de la opinión del vecino, que aunque no la dijo, pudo demostrar todo con su expresión.

Escucha unos pasos bajando por las escaleras. Los pasos son tan apresurados que pareciera que está corriendo. Sale Romina, esta vez vestida con una polera y jeans simples. Va totalmente al natural, y está un poco despeinada. Le gusta que esté así.

—¿Nos vamos? —dice ella, tomando la mano del joven. Se ve emocionada. Será que ella lo ama o que quiere sacarle celos a su hermana. De todos modos, la hermana no está sola, y si ella es feliz sin importar la edad de su pareja, nada importa.

Se despiden de Emilia e Ignacio y van a la casa.

El ingeniero aún siente que algo se derrumbó en él, que las piezas que unían su corazón después de la muerte de su papá se han desarmado, pero aún no se han separado por completo.

Entran ambos, con el silencio de su lado. El joven siente la mirada de Romina fija en él. Suben al segundo piso. Romina va al baño mientras él enciende el computador. Deja listo su proyecto, a la espera de Romina.

En un momento, se percata de la misma sombra que había visto antes (sabe que es la misma por la forma) pero en otro lugar de la habitación. Igualmente, la sombra se proyecta en un lugar en que, si fuera suya, no podría estar. Esa sombra es de alguien más, pero ¿de quién?

Los pensamientos del joven son interrumpidos por la llegada de Romina. Ella camina tranquila hacia él.

Él la invita a sentarse frente al monitor, lo que ella acepta. Observa el monitor y su expresión de tranquilidad cambia por completo.

—¿Tú escribiste eso? —le pregunta ella, con el asombro y decepción en su voz.

—¿Qué cosa? —pregunta él, distraído. Ella no responde, lo que le hace pensar que se enojó o que quiere que él mismo lo vea. Cree más probable lo segundo, por lo que gira la cabeza lentamente hasta posar su vista en el monitor.

Ahí está puesto un documento de Word en que dice "Aléjate de Emilia". ¿Otra vez? Pero ¿por qué?

—¿Tú lo escribiste? —le insiste ella, esta vez con irritación en su tono de voz.

—No —responde él, con un tono seco, pero a la vez tranquilo. Sabe que con ese tono ella no desconfiara en él, aunque, de todos modos, el que nada hace, nada teme.

Ella cierra Word, sin guardar el documento. Ahí está puesto el proyecto, tal cual lo dejó él antes de lo ocurrido.



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En el texto hay: misterio, superacion, amor

Editado: 18.02.2019

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