Despierta con el intenso frío que cala hasta las sábanas.
—¡Levántate dormilón! —escucha la voz de alguien gritar muy cerca. Abre de a poco los ojos y ve, de forma borrosa, a una persona delante suyo. Se asusta al pensar que puede ser otro espectro.
Su susto hace que se levante de golpe. Choca con la cabeza de la persona, la de Romina.
—¡Oye! ¡Eso dolió! —dice ella fingiendo un dolor insoportable. Ambos ríen— Te dejaré levantarte y luego irás a comprar tu desayuno. Ni creas que te daremos nuestra comida
Él asiente mientras ella cierra la puerta. Se viste con la ropa del día anterior, lamentando haber dejado la maleta con la ropa en el comedor.
Muy somnoliento, mira la hora en su celular: las 10:00. No es muy tarde. Quizás a qué hora se durmió ayer para tener este sueño.
Se levanta de la cama y va al comedor. El olor a pan tostado le llena las fosas nasales.
Ve a Emilia sentada en la mesa.
—Ho... Hola —la saluda él.
Ella se gira un momento, lo saluda con la mano y devuelve la concentración a su pan.
Por unos segundos, se siente patético por haber hecho eso. ¿Por qué la saludó? Ni que hubiera llegado recién. Ahora vive ahí, aunque aún no sabe porqué lo aceptaron siendo que es casi un desconocido.
Escucha los pasos de Romina acercarse. Ella lo saluda, con una sonrisa amplia en su rostro. Él vislumbra lo coloradas que están las mejillas, y la risa que ella suelta cuando él le devuelve el saludo.
A él no le agrada eso de ella, parece infantil e inmadura que se esté riendo por todo. Aunque también le parece muy simpática. En cambio, Emilia es más madura, pero lo ignora.
¿Qué está pensando? ¿En cuál de las dos es mejor? Ni que alguna fuera a elegirlo a él.
Saca de su maleta la billetera. Lleva unos cuantos billetes y sale al negocio más cercano a comprar.
Al volver, Emilia y Romina ya se han ido del comedor. Él va a hacer su desayuno. Al terminar, decide llevar la maleta a su habitación. De camino a la habitación que le asignaron, se topa con Romina.
—No olvides que hoy saldremos —dice Romina.
—¿Una cita? —pregunta él. Ella le da una mirada asesina en cuanto él pregunta.
—¿Cómo no? ¿Qué más va a ser?
Él asiente y continua por su habitación.
¿Una cita tan pronto? Él siempre creyó que las citan eran cuando van a un restaurante fino o algo así, no ir con alguien como amigo. Él no la puede ver de otra manera, por mucho que le parezca divertida y que a veces esperé su llegada; más no va a ser.
Ella llega a su habitación con un cooler. Él se levanta y va a ayudarla.
Ambos van a la cocina y preparan unos sándwiches. Los echan en el cooler junto a una caja con helados y unos jugos.
—¿Vamos en tu auto o en el de Emilia? —pregunta Romina en cuanto han terminado.
—Creo que mejor en el mío. Tu hermana podría querer salir, y no me gustaría que nuestra cita se lo impida —contesta él, destacando la palabra "cita".
Ella asiente. Él atraviesa la calle y va hasta su auto. Le quita la alarma, abre la cajuela y va echando el cooler y la toalla (sí, así es. Una toalla) que usarán para sentarse en el pasto en caso de que esté húmedo o les moleste.
Ambos suben al auto.
—¿Quién conduce? —pregunta ella al sentarse de copiloto.
—Yo de ida y tú de vuelta —sugiere él.
—Hecho
Se despiden de Emilia, quién está en el jardín leyendo "La viuda". Ella desvía unos segundos la vista, se despide de ellos con la mano y retoma la lectura del libro.
El joven hace al auto arrancar y avanza el coche. Inmediatamente enciende la radio a todo volumen. Suena Fade. Romina baja de inmediato el volumen a uno mediano.
—¿Y eso por qué? —pregunta él, desconcertado.
—Estaba muy fuerte. Casi me explotan los oídos
Él se fija en cómo mueve los dedos al ritmo de la música.
—¿Te gusta? —pregunta él.
—Sí. Me encanta la electrónica
—Entonces no tendremos problemas en eso