No ha vuelto a aparecer la sombra, ni siquiera lo ha vuelto a nombrar frente a alguien. Aquello parece un recuerdo lejano y a la vez oscuro.
Ya ha salido varias veces con Romina, aunque ninguna ha llegado a ser como la ida a la playa. Esa fue especial. No hablaron mucho, pero considera que haya sido él quien la invitó.
Hoy saldrán al centro comercial. La acompañará a hacerse un examen. Hoy planea pedirle ser novios; y será él el que se lo pida. Ya se imagina el ambiente, que a pesar de que no será nada romántico, sólo un centro médico como cualquiera, será especial para ambos. Pero eso es lo que busca: algo simple y cotidiano. Y realmente, con tanta gente alrededor y que los demás estén apurados, concentrados en otras cosas, etc, eso hará que alcance el valor necesario para hacer esa pregunta.
Ya va abriendo la puerta de su casa. Asoma un poco la cabeza para ver si Romina está ahí. Efectivamente, está en el patio de su casa con unos audífonos blancos en sus orejas. Se mantiene tranquila. Ve, a su lado, a una persona muy parecida a ella ¡Emilia! ¿qué hace ahí? ¿los acompañará? Si lo hace no se atreverá a hacerle la gran pregunta. Sentirá que los observa, que escarba en sus ojos para adivinar las intenciones que tiene con su hermana. Ésta pensando como si lo que planea hacer fuera algo malo. Sólo ama a Romina y planea no seguir como amigo. Espera que ella lo acepte. Lo ve probable, pero uno nunca sabe lo que pueda pasar.
Con valor da los pasos suficientes como para hacerse ver. Ella no lo ha visto aún, y eso le provoca un alivio. Cierra la puerta de su casa, sale por el portón y atraviesa la calle. Emilia desvía unos segundos la vista del libro, lo observa con rapidez y avidez, y vuelve al libro.
Romina, al verlo, se saca inmediatamente los audífonos. Le da una mirada mientras se despide de su hermana, quien saluda a Rodrigo como si de un desconocido se tratara. No importa, sólo le interesa Romina.
Salen juntos al centro médico que queda a tan sólo unas cuadras. Lleva el remedio que debe mostrarle al doctor para su resfriado, con el que se automedicó. Todo está saliendo tal como lo planearon.
—¿Por qué tan callado? —no veía venir esa pregunta. Y no entiende como se ha percatado siendo que comúnmente es callado. Quizás cómo estará ahora para que ella se dé cuenta.
—No pasa nada, sólo es que no tengo tema —dice con rapidez.
—Viste que estaba Emilia ¿verdad?
Traga saliva.
—Claro que la vi
—Sí... fue raro porque la mirabas como con odio. No sé si fue mi idea. Además de que creo que volví a ver a esa sombra. Eso sí que estaba en dónde debía estar, pero tenía otra posición, como si estuvieras arrodillado o sentado, algo así. Creo que ese cura tenía razón, así que no te pediré que me acompañes a casa, porque o si no... quizás qué puede pasar —él asiente ante todo lo que le dice, aunque se preocupa por lo de la sombra.
Llegan al centro médico, cuando el sol da algo de calidez al frío ambiente.
Romina saca el número y se sienta junto a él.
¿Se lo pide ahora o después de que la atiendan? Vaya, es tan complicado de decidir. Le asusta que esté tan próximo el momento. No saldrá de ahí sin pedírselo, de eso está seguro y comprometido a cumplir. Ella balancea los pies por el asiento, con una mirada bastante aburrida. Es ahora o nunca.
—Quisiera... preguntarte algo —las palabras apenas escapan de su boca, y salen muy obligadas.
—Claro, pregunta lo que quieras —dice con una sonrisa. Oh, rayos, hizo esa sonrisa que lo deja embobado porque le hace pensar que él la provoca, y esa sola mención puede mejorar hasta su día más gris.
—Quisiera... quisiera —apenas puede. ¡Ya no más cobardía! Muchos han hecho eso, y han quedado como amigos, aguantando la situación. Si él no hace algo, quizás quedará así la relación, como amigos, y él no puede aguantar algo así— ¿Te gustaría ser mi novia? —las palabras brotaron de forma automática, como un dulce sonido al compás de su sonrisa.
Ella sonríe aún más y con más sinceridad. Eso le hace tener mucha esperanza.
—26 —nombran el número que le toca a Romina.
La sonrisa de los dos se desvanece.
—En unos segundos vuelvo con tu respuesta —se levanta del asiento con el joven lleno de ansias. Si hubiera sido otra la situación, él la hubiera acompañado a sacar el bono, pero como tiene tantas ansias, teme perder el control con la demora de quienes atienden. Espera mientras tararea una canción tratando de desviar su mente del tema.