Se levanta muy temprano al Servicio Médico Legal. Va acompañada de Emilia, por si necesita apoyo (lo que es muy probable). Llega hasta el lugar y entra a identificar el cuerpo, rogando que no sea él.
Al entrar, ve a un hombre joven, de pelo oscuro que comúnmente llevaba hacia atrás (aunque ahora está desordenado), con los ojos oscuros y pequeños que ahora están cerrados, y de gran altura. Es él, lo reconoce. Tiene la cara casi destrozada, pero sabe que es él. Distingue sus rasgos.
—¿Es él? —le pregunta uno de los hombres ahí.
—Sí —contesta ella en un hilito de voz.
La dejan salir, mientras las lágrimas caen. Emilia, al verla, no le pregunta nada, sólo corre a consolarla. No necesita preguntar nada. Ya sabe qué pasó, su cara lo dice todo.
Salen del lugar, sin disimular la tristeza. Caminan hasta la funeraria más cercana, en la que compran el ataúd. Y pensar que ayer, a esta misma hora estaba con él.
...
Va al lado del cajón. Es la única con Emilia que están ahí. Avisó a su mamá, pero ella dijo que no le importa.
Avanzan con lentitud a través de las calles del cementerio. Llegan hasta un lugar en que hay un agujero profundo y rectangular en la tierra, junto a un toldo encima.
—Amados hermanos, hoy lloramos la partida de Rodrigo, un gran hombre —se diría que ni sabe quién era—. Era tímido y callado, pero hizo mucho más que otros. Hizo a una mujer muy feliz —dice mirando a Romina. Ella da una ligera sonrisa, aunque se sigue sintiendo desgraciada.
Observa el cajón en que está quién pudo ser su esposo. Tiene muchas ganas de verlo, pero en el estado en que está no fue posible poner el cristal.
Toman el cajón y lo bajan con cuidado por ese agujero oscuro. Ella llora al ver como el hombre que amó se vuelve parte de la tierra. Ya no lo volverá a abrazar, ni a hablar, ni volverá a ir a su casa a ayudarlo con el proyecto. Y pensar que pidió el trabajo en ese lugar sólo por él, para estar cerca suyo siempre. Y que antes comenzó a ayudarlo con Noweb sólo por el porcentaje de dinero, lo que con el tiempo se fue volviendo algo más...
Ahora se volverá tierra. Eso es él, tierra. Tierra eres, tierra serás.
Se imagina a los gusanos comiéndoselo, llevándose su parte terrenal. Ahora sólo le quedará el recuerdo.
Terminada la sepultura, Emilia trata de que se vaya, pero ella no quiere irse. Quiere estar con él un poco más.
—¿Querías que fuera tu esposa? Lo hubiera sido, hubiera aceptado encantada. Sería un honor estar a tu lado toda la vida. Ojalá, ojalá... —rompe en llanto. Emilia la abraza y logra sacarla de ahí.
La lleva a las comidas rápidas, haciendo intentos por animarla. Ella no hace más que mirar parejas felices, imaginándose que esas parejas son ellos.
Todo le recuerda a él.
***
Pasa el tiempo, y ella parece ir superándolo. Menos cosas le recuerdan a él, pero aún llora cuando alguien se lo nombra. Su madre también sintió cierta pena al saberlo, porque lo consideraba un buen muchacho. Una de las pocas suegras a las que les agradan su yerno, aunque lo vio muy pocas veces.
***
Aprovecha de subir la aplicación de Rodrigo a R&R, la cuenta de ambos...
En este último tiempo, ha tenido síntomas raros como vómitos y que no le baja.
—¿Será?
—¿Qué cosa? —pregunta Emilia, desconcertada. Estaba viendo la televisión al momento en que Romina le hizo la pregunta, y no le había nombrado el tema como para que entendiera. Apaga la televisión para prestarle más atención a su hermana. Ella se lo agradece con un movimiento en la cabeza.
—Quizás... este embarazada de él —dice ella ahogando una sonrisa.
—Insisto en que puedes tener hepatitis
—No creo que sea hepatitis. Estaría peor —le contesta insegura.
—Si fuera tú, me haría una prueba de embarazo, para salir de dudas —le contesta Emilia, relajada.
¿Será buena idea? No está preparada para eso, tan joven y embarazada de un hombre muerto. Sería fatal. Aun así, quiere salir de duda.
—Compraré una prueba de embarazo —dice Romina, segura de sí misma.
—Sí quieres te acompaño. Por cómo has estado estos meses, necesitas compañía