La sombra de Athelburg

Capítulo 12: El Rastro del Dinero y los Contactos Ocultos

El "Grupo Financiero Atlantis" sonaba a una entidad salida de una novela de espionaje, y su conexión con el fraude de la Beca Athelburg era la prueba que el Detective Solís y la Fiscal Núñez necesitaban para desenmascarar la verdadera escala de la conspiración. Con la ayuda de la Unidad de Delitos Financieros, Laura Guzmán se sumergió en el laberinto de cuentas offshore, transacciones dudosas y nombres de fantasía. La tarea era desalentadora, pero las notas de la Dra. Rojas eran el hilo de Ariadna.

"La Dra. Rojas había estado siguiendo esto durante años, Detective," informó Guzmán a Solís una tarde, con mapas de flujos de dinero extendidos sobre la mesa. "Los fondos de la beca, en lugar de ir directamente a los estudiantes, eran desviados a través de una serie de cuentas en las Islas Caimán y Panamá, controladas por sociedades anónimas. El Grupo Atlantis actuaba como el principal intermediario."

"¿Y quiénes eran los beneficiarios finales?" preguntó Solís, observando la maraña de flechas y círculos.

"Aquí es donde se pone interesante," dijo Guzmán, señalando un diagrama. "Una parte del dinero sí terminaba en cuentas personales de Vargas, Thompson y Fuentes. Pero una porción significativa regresaba a Chile, disfrazada como 'donaciones anónimas' a la Universidad de Athelburg o como 'inversiones de capital' en empresas vinculadas a miembros de la junta directiva y exalumnos influyentes. No solo se robaba el dinero de los estudiantes; se usaba para construir poder y asegurar lealtades dentro de la propia institución, sin dejar un rastro claro."

Solís frunció el ceño. "Entonces, Athelburg se benefició indirectamente de la corrupción, mientras se mantenía una fachada de prestigio."

"Exactamente. Es un ciclo perverso," afirmó Guzmán. "Lo que más me preocupa es este nombre: Gerardo Vera. Aparece como el contacto principal del Grupo Atlantis en Chile durante esos años. Fue un asesor financiero clave para varias instituciones educativas y de caridad, incluyendo Athelburg, aunque su papel nunca fue público. Fuentes lo mencionó indirectamente en su declaración, refiriéndose a 'los facilitadores externos'."

Gerardo Vera era un fantasma. Había desaparecido del ojo público hacía más de quince años, y su empresa de consultoría financiera había cerrado de forma abrupta. Sin embargo, su nombre era un eslabón vital.

Mientras la investigación financiera avanzaba, la situación en la Universidad de Athelburg continuaba deteriorándose. La prensa estaba en un frenesí. Antiguos alumnos que habían postulado a la beca en los años ochenta y noventa comenzaron a compartir sus propias historias de descalificación "inexplicable", generando una ola de indignación pública. El Rector Herrera intentaba desesperadamente controlar la narrativa, anunciando auditorías internas y prometiendo una "nueva era de ética", pero la sombra de la corrupción ya había cubierto el campus.

Solís sabía que atrapar a Vera, si seguía con vida, era crucial. No solo para entender la profundidad del fraude, sino para consolidar el caso contra Adrián Castro. La defensa de Castro, liderada por un astuto abogado, ya estaba intentando presentarlo como una víctima de un sistema corrupto, lo cual, aunque parcialmente cierto, no justificaba el asesinato de Elena. Probar la existencia y la magnitud de la red de corrupción que lo perjudicó, y cómo sus principales artífices lograron evadir la justicia por tanto tiempo, era fundamental para el juicio.

La búsqueda de Gerardo Vera llevó a Solís y Guzmán a los archivos de propiedades y registros de empresas en Santiago. Después de días de arduo trabajo, encontraron una dirección, una propiedad a nombre de una sociedad holding vinculada a Vera, en un barrio discreto pero exclusivo.

Cuando Solís y Guzmán llamaron a la puerta de la residencia, un hombre mayor y frágil, con una mirada cansada pero astuta, les abrió. Su cabello era ralo, y su rostro estaba surcado por profundas arrugas. Era Gerardo Vera. La sorpresa en su rostro era evidente, una mezcla de resignación y terror. El último de los arquitectos del fraude estaba a punto de ser confrontado, y con él, la verdad completa sobre la sombra de Athelburg.



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Editado: 25.07.2025

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