La sombra de Athelburg

Capítulo 13: La Confesión del Arquitecto

La presencia de Gerardo Vera, un fantasma del pasado de Athelburg, era un triunfo silencioso para el Detective Solís. El hombre, visiblemente frágil, estaba sentado en la sala de interrogatorios de la comisaría, su elegancia desvanecida por el paso del tiempo y el peso de una verdad inminente. A su lado, su abogado, un hombre joven y nerviosísimo, no paraba de ajustar su corbata.

"Señor Vera," comenzó Solís, su voz tranquila, casi empática. "Sabemos que la Dra. Elena Rojas estaba a punto de exponer el fraude masivo de la Beca Athelburg. Sabemos que usted, como asesor financiero, fue clave en la creación de las estructuras para el desvío de fondos. Tenemos pruebas."

El abogado de Vera interrumpió: "Mi cliente no tiene nada que decir sobre esos viejos asuntos, Detective. Han prescrito hace mucho tiempo."

"El fraude, tal vez. Pero el asesinato de la Dra. Rojas no ha prescrito," replicó Solís, su mirada fijada en Vera. "Y su testimonio podría ser crucial para entender por qué la mataron. La Dra. Rojas iba a desvelar su participación, señor Vera. ¿Cree que el Dr. Castro quería protegerlo?"

Gerardo Vera levantó la mano, deteniendo a su abogado. Miró a Solís, y en sus ojos cansados, el Detective vio una mezcla de resignación y un último vestigio de la astucia que alguna vez lo había definido. "No hay necesidad de especulaciones, Detective. Sé por qué la Dra. Rojas fue asesinada. Y sé que lo que yo hice contribuyó a la desesperación de ese pobre hombre, Castro."

El abogado protestó, pero Vera continuó, como si una represa se hubiera roto. "Sí, fui el arquitecto. Los cerebros eran Vargas y Thompson. Ellos idearon el plan. Yo les di la estructura. Las empresas de fachada en paraísos fiscales, las transferencias 'limpias', las 'donaciones' anónimas de vuelta a la universidad. El sistema era perfecto. Descalificábamos a los estudiantes con méritos que no tenían 'conexiones', y el dinero se dividía. Una parte iba a las cuentas personales de Vargas, Thompson y Fuentes. Otra, a proyectos de la universidad que la dirección quería impulsar sin pasar por los tediosos procesos burocráticos y las auditorías."

"¿Qué tipo de proyectos?" preguntó Laura Guzmán, que había estado tomando notas sin perder detalle.

"Un nuevo centro de investigación de élite, una colección de arte para el rectorado, viajes al extranjero para 'captar fondos'. Todo disfrazado de 'beneficio para Athelburg'. La universidad se veía beneficiada, su prestigio crecía, y nadie preguntaba de dónde venían exactamente esos fondos 'extraoficiales'. Era un secreto a voces entre un círculo muy reducido." Vera tosió, su voz apenas un hilo. "La Beca Athelburg era un pozo inagotable. Cada año, una parte se evaporaba en nuestras manos."

"¿Y el caso de Adrián Castro?" preguntó Solís.

"Un error. Un gran error," admitió Vera, cerrando los ojos por un momento. "Vargas y Thompson tenían a su propio candidato para esa beca, un sobrino de un político influyente. Castro era brillante, demasiado brillante. Su expediente no dejaba dudas. Descalificarlo fue difícil, tuvimos que inventar una 'irregularidad' en sus antecedentes académicos que, obviamente, no existía. Fue un caso flagrante, incluso para nosotros." Se encogió de hombros, una patética justificación tardía. "Nunca pensé que eso lo destrozaría de por vida. O que, tres décadas después, provocaría un asesinato."

La confesión de Vera era un relato frío y calculador de la corrupción, desprovisto de emoción, como si estuviera hablando de un balance de cuentas. Era la prueba irrefutable que Solís necesitaba para cerrar el círculo. No solo tenían al asesino, sino que ahora podían desmantelar la compleja red de engaño que había manchado la reputación de Athelburg.

La noticia de la confesión de Gerardo Vera se filtró rápidamente. El escándalo en la Universidad de Athelburg alcanzó su punto álgido. El Rector Herrera, sin más opciones, anunció una disculpa pública sin precedentes en nombre de la institución y prometió una reforma total de la administración de todas las becas y fondos. La sombra de Athelburg, que había sido un susurro y luego un grito, ahora era una verdad ineludible.



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En el texto hay: elena, detecive, lasombradeathelburg

Editado: 25.07.2025

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