La revelación de un asesinato centenario y su encubrimiento por parte de las propias figuras fundacionales de la Universidad de Athelburg fue una bomba que resonó mucho más allá de sus históricos muros. El Rector Patricio Herrera, ya curtido en crisis, sabía que esta vez la herida era más profunda, tocando la esencia misma de la institución. No era un fraude reciente, sino una mancha de sangre en sus orígenes.
El anuncio público fue cuidadosamente orquestado. En una conferencia de prensa solemne, flanqueado por el Detective Solís, la Dra. Márquez y un visiblemente afectado Don Ricardo Aldunate, el Rector Herrera no dudó. Explicó el hallazgo del esqueleto de Julián Vargas, la investigación de la PDI y la trágica verdad del asesinato a manos de Carlos Aldunate y el subsiguiente encubrimiento orquestado por Don Fernando Aldunate, uno de los pilares fundadores.
"La verdad, por más dolorosa que sea, es el único camino hacia una verdadera reparación," declaró Herrera, su voz resonando con una sinceridad inusual. "Athelburg no puede construir su futuro sobre secretos y mentiras, ni siquiera sobre aquellos que se enterraron hace un siglo para proteger una reputación naciente. Pedimos disculpas a la memoria de Julián Vargas y a su familia, a quienes la institución falló de la forma más trágica."
La noticia sacudió al país. Los medios de comunicación se volcaron en la historia, desenterrando viejos artículos sobre la familia Aldunate y especulando sobre otros secretos ocultos en las instituciones chilenas. La comunidad académica se dividió; algunos defendían el honor de los fundadores, mientras que otros clamaban por una reevaluación completa de la historia de Athelburg, aceptando sus imperfecciones y su lado oscuro.
Para la familia Vargas, la noticia fue un torbellino de emociones. Isabel Fuentes, la bisnieta de la hermana de Julián, se conmovió hasta las lágrimas. La historia familiar que siempre había sido un susurro doloroso, una pieza faltante, finalmente tenía una explicación, por brutal que fuera. La universidad se comprometió a rendir un homenaje póstumo a Julián Vargas, creando la Beca "Julián Vargas" de Arquitectura, destinada a estudiantes talentosos de bajos recursos, un símbolo de justicia y reconocimiento.
La familia Aldunate enfrentó una tormenta de críticas y un escrutinio público sin precedentes. Don Ricardo Aldunate, cumpliendo su palabra, emitió un comunicado oficial reconociendo la culpabilidad de sus antepasados y ofreciendo un aporte significativo al fondo de la nueva beca en nombre de su familia, buscando de alguna manera expiar el pecado de sus ancestros. Fue un gesto valiente, aunque insuficiente para borrar un siglo de engaño.
En Athelburg, la revelación se convirtió en un catalizador para un diálogo más profundo sobre ética, legado y memoria histórica. Los estudiantes organizaron seminarios y foros de discusión sobre cómo una institución construye su identidad, y cómo los errores del pasado pueden, si se enfrentan, fortalecer el futuro. Las cicatrices de Athelburg ahora no solo eran de fraude y violencia reciente, sino de un crimen fundacional. Y por primera vez, esas cicatrices estaban a la vista de todos, esperando ser sanadas.
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lasombradeathelburg, detective javier solís, el laberinto de los fundadores
Editado: 10.10.2025