El otoño había pintado las fachadas góticas de la Universidad de Athelburg con tonos rojizos y ocres. Meses habían transcurrido desde que el escándalo de la Beca Fundacional había sacudido los cimientos de la venerable institución. El Rector Patricio Herrera, con la determinación grabada en cada línea de su rostro joven pero ahora marcado por el estrés, se esforzaba por materializar la "nueva era de transparencia" que había prometido. Nuevas políticas de ética adornaban los tablones de anuncios junto a carteles de eventos académicos, y un comité de supervisión de becas, compuesto por figuras externas e internas de reputación intachable, celebraba reuniones semanales que se publicitaban con fervor en la página web de la universidad.
Sin embargo, bajo esta superficie de renovación, persistía un aire de cautela, casi de sospecha. Las viejas lealtades tardaban en desvanecerse, y la sombra del pasado parecía aferrarse a las esquinas oscuras de los edificios centenarios. Algunos profesores, aquellos que habían prosperado bajo el antiguo sistema de favores y discreción, observaban los cambios con una mezcla de escepticismo y abierta hostilidad. Los estudiantes, por su parte, se movían entre la esperanza de una institución más justa y la desconfianza arraigada por la reciente revelación de una corrupción tan profunda.
En su despacho en el cuartel general de la Policía de Investigaciones en Santiago, el Detective Javier Solís hojeaba un expediente rutinario sobre un caso de fraude menor. Athelburg, para él, era un capítulo cerrado, un recordatorio amargo de las complejidades del poder y el daño silencioso de los secretos. Había seguido de lejos las noticias de la universidad, la renuncia de algunos cargos, las disculpas públicas del Rector Herrera, pero su mente estaba enfocada en los casos que tenía entre manos.
Una tarde fría, mientras la luz otoñal se desvanecía tras los edificios de la capital, el teléfono de Solís sonó. Era el Capitán Ruiz, su superior.
"Solís, necesito que tomes un caso. Algo delicado, ocurrido en Athelburg."
Un ligero fastidio cruzó el rostro de Solís. "Capitán, precisamente creía que había terminado con los asuntos de la universidad."
Ruiz suspiró al otro lado de la línea. "Así parecía. Pero ha habido incidentes... sabotaje, parece. Y ahora, anoche, hubo un ataque. A la Doctora Sofía Valdés."
El nombre resonó en la mente de Solís. Sofía Valdés era una figura prominente en la facultad de Derecho, conocida por su firme defensa de la ética y su papel clave en la implementación de las nuevas reformas en la universidad.
"¿Qué ocurrió, Capitán?" preguntó Solís, un presentimiento helado recorriéndole la espalda. La sombra de Athelburg, al parecer, no estaba dispuesta a disiparse tan fácilmente.
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Editado: 28.07.2025