La noticia del mensaje en su teléfono había helado la sangre de Solís. No era una simple amenaza a la universidad; era un desafío personal. "La Verdad Vencerá," resonaba en su mente, la misma firma del saboteador de correos. El Vigilante no solo quería detener las reformas; quería jugar.
Al llegar al despacho del Rector Herrera, la atmósfera era de caos controlado. Patricio Herrera, con el rostro pálido y sudoroso, gesticulaba nerviosamente al hablar con su jefe de seguridad. La Dra. Sofía Valdés, la víctima del ataque, había sido trasladada de urgencia a la Clínica Las Condes, y la poca información disponible era vaga y alarmante.
"Detective Solís, gracias a Dios que están aquí," exclamó Herrera, sus ojos frenéticos. "Es un desastre. La Doctora Valdés... la encontraron en su despacho. Un ataque brutal."
Solís interrumpió la retórica ansiosa. "¿Qué pasó exactamente, Rector? ¿Quién la encontró?"
"El conserje de turno, cerca de las once de la noche," respondió Herrera, frotándose la sien. "Escuchó un ruido, como un golpe fuerte. Fue a investigar y la encontró. Estaba inconsciente, con un fuerte golpe en la cabeza."
Laura Guzmán, con su mirada aguda, preguntó: "¿Hay alguna cámara de seguridad que apunte a su despacho o al pasillo?"
El jefe de seguridad intervino, visiblemente incómodo. "Sí, Detective. Hay cámaras en el pasillo. Pero... las imágenes de esa franja horaria están corruptas. Se borraron. Como los otros incidentes."
Solís y Guzmán intercambiaron una mirada significativa. No era una coincidencia. El Vigilante no solo era audaz, sino también metódico y con conocimientos técnicos.
Se dirigieron de inmediato a la Clínica Las Condes. La Dra. Sofía Valdés estaba en cuidados intensivos. La neuróloga que la atendía les informó que había sufrido un traumatismo craneoencefálico severo, pero que su vida no corría peligro inmediato, aunque el pronóstico era reservado y podría tener secuelas. No había podido hablar.
El Rector Herrera se unió a ellos en el hospital, visiblemente afectado. "Sofía es... es vital para nosotros. Su trabajo en la Comisión de Ética. Estaba por publicar un informe sobre los nuevos mecanismos de fiscalización de fondos."
Solís asintió. "Un informe que a alguien no le habría gustado. ¿Quién más estaba al tanto de los detalles de ese informe, Rector?"
Herrera dudó. "Bueno, la Comisión de Ética es un grupo pequeño. Y los borradores circulaban entre ellos. También con algunos miembros de la junta, para su aprobación."
Mientras salían de la clínica, Solís recibió una llamada del oficial Vargas. "Detective, hemos encontrado algo en el despacho de la Dra. Valdés. Un objeto. Estaba escondido bajo su escritorio, como si alguien lo hubiera pateado al irse."
"¿Qué es?" preguntó Solís, sintiendo la adrenalina.
"Es una pequeña figura de ajedrez, un alfil, Detective. Y está manchada de sangre," informó Vargas. "Y no es la sangre de la doctora. Parece que el agresor también se hirió."
Solís miró a Laura. "El Vigilante. No solo saboteaba; ahora ataca. Y deja su firma. Un alfil. Esto es personal."
La sombra que cubría Athelburg se había vuelto más densa y peligrosa. Ya no eran solo rumores o sabotajes; la violencia había llegado a la puerta de la universidad, y el Vigilante estaba dispuesto a derramar sangre para detener la verdad.
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Editado: 28.07.2025