A medida que los días pasaban, los rumores sobre la "otra" Eleanor crecían. Los alumnos hablaban entre ellos, y algunos comenzaban a evitarla. Decían que la habían visto en lugares donde claramente no podía estar. Una mañana, cuando llegó a clase, notó el silencio incómodo en la sala. Una de las alumnas más jóvenes, Sarah, levantó la mano con timidez.
"Señorita Gray, ¿por qué se quedó parada en el corredor anoche? Estaba justo frente a la puerta de mi habitación, pero no dijo nada."
Eleanor sintió un escalofrío recorrerle la columna. "Sarah, anoche no estuve en el corredor."
Sarah la miró con los ojos llenos de confusión y miedo. "Pero… la vi. Estaba allí, solo mirando. No se movió en ningún momento."
Intentando mantener la calma, Eleanor continuó la clase, pero su mente no dejaba de dar vueltas a lo que había escuchado. Era imposible que estuviera en dos lugares a la vez. Pero entonces, ¿qué estaban viendo los niños?
Esa misma tarde, Eleanor decidió hablar con la señora Worthington. No podía seguir ignorando lo que estaba ocurriendo. La directora la recibió en su despacho, y Eleanor le explicó los extraños sucesos. Sin embargo, la respuesta de la señora Worthington la dejó helada.
"No eres la primera en experimentar esto, Eleanor", dijo la directora, su rostro inusualmente sombrío. "Desde hace generaciones, las maestras que han trabajado aquí han mencionado algo similar. Un reflejo que no es del todo fiel, una presencia que parece seguirlas. Ravenhill Manor tiene muchos secretos."
Eleanor la miró incrédula. "¿Por qué no me lo dijo antes?"
La señora Worthington desvió la mirada. "Porque la mayoría no lo soporta. Y tú eres fuerte, Eleanor. Pero si quieres irte, lo entenderé."
El aire en la habitación se volvió pesado, y Eleanor comprendió que estaba atrapada en algo mucho más grande de lo que imaginaba. Decidió quedarse. Si algo estaba imitando su imagen, no podía huir. Tenía que enfrentarlo.