Desde que volviera a la Santa Orden en pocos meses, su secretaria de años, volvía a manejar su vida y la rutina de la oficina, desde archivar informes, reservar sus pasajes hasta preparar su comida, maletas, medicinas.
-Padre,-le reprochó su secretaria durante el almuerzo-usted olvidó su vida burguesa muy rápido, no encontré mucha ropa en su closet.No quise ver su ropa interior.
-Ximena, tengo, no se preocupe-sonrió el joven sacerdote-La semana pasada fue una locura.
-Yo lo excomulgaría por eso-dijo la señora Benizaldo con seriedad.
-Debiera pertenecer a la inquisición usted,¿sabe?.
Ambos se rieron. Leonidas llevaba años trabajando con la señora Ximena Benizaldo. Desde su regreso no podía negar la tremenda ayuda que la mujer le prestaba.
-Espero, que cuando cumpla los treinta, aterrice un poco más.
-Pide demasiado , Ximena.
-Podría comenzar ahora ¿no cree?.Usted es muy confiado, padre. Cada caso que le dan es más difícil que el otro. El de ahora, por ejemplo,¿No se supone que con el encuentro del muchacho se terminaba todo?.¿Por qué tiene que viajar? De pura buena gente no más.
-El trabajo debe tener un fin humanitario. No soy un detective de esos que se contratan para encontrar personas y cobrar su cheque. Soy hombre de iglesia, siempre hay algo más que hacer por los demás. Imagínate...todos los casos que hemos resuelto...a todas las personas de la Orden que hemos ayudado y a la gente común...
-¿Aún extraña a sus chiquillos ? ¡Qué cambio!.El problema es que usted es es la cara visible y el que más se desgasta
-No soy el único.Respecto a mis chiquillos...si, los extraño.
-Tal vez algún día vuelva a verlos.Así usted lo quiere....A propósito...¿y su compañero?Él nunca ha cambiado su trabajo, parece cómodo con su vida algo burguesa.
-Pero no es nada fácil, Ximena.Terminemos luego de almorzar, mi compañero espera.
Dieron vuelta por una calle principal, caminaron apurados.La gente los miraba con curiosidad.El joven Leonidas Walzemuller, alto,delgado, con su cabellera rubia, atrapada en una única y larga trenza que caía sobre la espalda de su sobria sotana negra y su secretaria, una mujer de unos cincuenta años, de estatura mediana, bien vestida y de cabello corto, tomada de su brazo, llamaban la atención de los transeúntes que los veían pasar conversando en amena complicidad.
Cuando llegaron de vuelta al despacho, se encontraron de frente con la alta y fría figura de su compañero de labores el padre Marcos Basilio Massi.
La señora Benizaldo conocía desde hace tiempo a los dos sacerdotes y bien sabía que mejor era dejarlos solos para que charlasen. Salió de la habitación sin demora.
El padre Leonidas saludó con una venia al recién llegado y le ofreció asiento. Marcos Massi le rechazó la invitación con un gesto de amabilidad. Mal augurio-pensó Leonidas y se preparó.
-No te veía Marcos, desde que me fuiste a buscar a la población.
-Cierto, hermano Leonidas. Un curioso lugar elegiste para alejarte de la Orden.
-Era necesario. Algún día hablaremos de eso.
-Da lo mismo. Ya estás de vuelta-replicó Massi con una sonrisa, pero sin mirarlo.
Marcos Massi se paseó por la habitación, posando sus ojos de un verde intenso en los documentos que el joven sacerdote mantenía en su escritorio. A Leonidas le pareció que habían pasado tantos años desde la última vez que había usado la indumentaria de la Orden, que aún le parecía extraña usarla, a pesar de que había vuelto hace unos meses. Una gran sotana y el cabello largo amarrado en una trenza.Massi le pasaba en altura y su cabello era de un negro brillante, acorde a la energía de su carácter.
-Veo que tienes nuevos antecedentes del caso Fitgerald-Observó Massi
-Viajo a Triana en unos días más.
-Me parece muy bien, hermano Wallzemüller. El Cardenal Mirazzamo no fue muy generoso con la hermana Delia al no permitirle ver a su hermano, pero en cambio, envía a su mejor amiga. Inteligente la religiosa.
El sacerdote movió la cabeza como tratando de sacar alguna conclusión o dar pie a alguna conjetura.
-El cardenal no pareció muy empático conmigo tampoco.
-Y no lo serán nunca, Leonidas. Nos necesitan, pero no nos toleran y tú lo sabes.
Por unos segundos a Leonidas le pareció que eran los de antaño, los discípulos de Nathanael, hermanos de congregación…amigos.
-¿Por qué no dejaste que siguiera mi trabajo con los más pobres?.Hay muchos que pueden hacer una investigación de manera mucho más certera que yo-interrogó Leonidas
-No logro entenderte, Walzmüller. ¿Por qué volver a un lugar donde sólo encuentras maldad, odios viejos , delincuencia, pobreza de espíritu, gente que no desea que le muestres otro camino?.¿Por qué insistes en participar de las decisiones que le corresponde a los seres humanos por sí mismos tomar?.Gente que se siente cómoda viviendo en esas condiciones. ¿Olvidas acaso la diferencia esencial entre nosotros y ellos? Déjalos con los que buscan las ovejas descarriadas, para enseñarles lo que ellos quieren que aprendan. ¿O eso pretendías hacer tú?
-Entonces, hermano Massi ¿Para qué unirnos a ellos, si somos tan distintos?
-Porque es necesario estar dentro para cambiar las cosas .Recuerda que por eso luchó la Orden de Nathanael , por más de cien años.No se pueden realizar cambios permanentes, sin la apertura de la conciencia.
- Pero no veo cambios. Míranos.Mira todo esto, esta comodidad.-replicó Leonidas mostrando su despacho al visitante. Todo esto es de ellos. Investigamos para ellos, caso tras caso.Al final las órdenes las dan …ellos.
-No siempre será así…Pero, por el momento… haz el viaje a Triana .Averigua que hay detrás de la desaparición de Daniel Fitzgerald. Luego hablaremos.
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Editado: 21.09.2019