La sombra de Lilkam

Capítulo 1

"En las canciones del reino de Arekim se contaban historias de su reino Atrapafuegos y Ehyjum de los fiordos. Más allá de las montañas donde las tierras estaban congeladas, moraban los Djeum, espíritus de hielo que una vez lo gobernaron todo. Un día nació el volcán, cuando la tierra se cansó del frío, cubriendo la superficie con su alma de fuego, derritiendo todo a su paso y enviando a las criaturas tan lejos que no pudieran regresar jamás; exiliadas a una vida que en realidad no lo era, y creando de sus cenizas y piedras volcánicas a los mortales que actualmente vivían allí".

 

Lilkam de los Atrapafuegos miraba hacia el volcán y quería escapar de su destino fuera del reino de Arekim, hacia las montañas nevadas. Siempre oyó historias terribles de lo que escondía el lugar al que se dirigía, pero nunca vio nada.

Cada cinco años debían ir por el fuego eterno, aquellas piedras que les proporcionan calor y fuego a los moradores del reino pero nunca entendió por qué se llamaban así, si su calor solo duraba un tiempo.

Se maldijo en silencio por ser la elegida en su familia para la tarea. Tarea que les correspondía a los varones de cada familia, pero que su hermano gemelo Milej no podía realizar debido a su extraña enfermedad.

El sacerdote del reino los guiaba entre cánticos y oraciones para venerar las almas de sus antepasados que yacían dentro del volcán, y eran quienes les proporcionaban el calor a tal fuego eterno. 
Lilkam no escuchaba, nunca creyó nada de estas historias; aburrida entre la multitud, sólo esperaba que acabara pronto su tarea. No le gustaban las historias sobre los Basmoj, sombras que moraban también dentro del volcán, vigilando cuidadosamente a los Djeum prisioneros que osaron atravesar la frontera templada, aventurándose con el fin de apagar el alma de la tierra.

Los Basmoj, eran las almas de los asesinos y los ladrones, condenados a convertirse en sombras guardianas y prisioneras por toda la eternidad.
Lilkam jamás creyó en ello, solo pensaba que eran llevados al volcán, para arrojarlos al fuego implacable sin posibilidad de redención. 
Estas normas de su pueblo le parecían exageradas y no las aprobaba, pensaba que no eran necesarias en su pacífica comunidad.

Distraída, no puso atención a los rezos, solo pensaba en lo miserable que se convertía su vida al hacerse mayor. Su hermano Milej siempre estuvo enfermo, y aunque ella lo amaba, se sentía desdichada por tener que cumplir con sus tareas la mayor parte del tiempo.

Cuando llegaron al lugar indicado, cada uno de los elegidos paró, y tomaron con sus manos cubiertas por un fino cuero, aquellas piedras sagradas, poniéndolas una a una dentro de una cesta alrededor del sacerdote. Se sintió afortunada de no tener que cargarlas de vuelta, y se relajó al saber que estaba en la mitad del viaje, solo quedaba el regreso por el camino estrecho y caluroso.

Estando tan profundo en el volcán, se les cortaba el paso del aire y debían soportar el rugido de esta montaña; que según las creencias, eran almas atrapadas de los espíritus malignos, cansadas de estar encerradas y reclamaban su libertad.

Lilkam se aburría y no le interesaba seguir escuchando tantos rezos son solo una piedras absurdas que podríamos encontrar en cualquier otro lado, no es necesario cantarles pensó.

Estas piedras llamadas fuego eterno, estaban formadas por rocas ígneas incandescentes, que en Arekim y sus alrededores eran atribuidas al espíritu del volcán, no se apagaban ni se consumían durante un largo período.

Una vez fuera, al terminar la travesía, se sintió libre y respiró profundo el aire fresco; se unió al grupo de jóvenes y se fue cada uno a su casa, aliviados por cumplir con esta carga y escapar de las entrañas de la tierra.

***

Pasaron varios días desde que Lilkam viajó dentro de volcán; ella tal como su familia, era artesana y todo lo que creaban en el taller era vendido o intercambiado por comida, o más artículos que utilizaban en la fabricación de su mercancía. Se encargaba del trueque cada vez que era necesario, llevando cada objeto donde sus padres le ordenaban.

Su hermano gemelo Milej, trabajaba en el taller con su padre, ya que su enfermedad no le permitía trasladarse por caminos demasiado alejados, sobre todo si debían hacerse a pie; había caminos empinados que no podría realizar sin sobrecargar su débil cuerpo. 
Los curanderos del pueblo nunca encontraron una cura para él, y solo lo atribuyeron a la voluntad del volcán, ya que al ser gemelos con Lilkam, uno de los dos poseía una parte de la energía del otro. Por eso Lilkam siempre se llevaba la peor parte trabajando por dos, y nunca creyó en nada que tuviera que ver con las creencias de su pueblo, siempre protestó sin obtener ningún beneficio.

Sus padres se ausentaron al llevar un cargamento a Ehyjum, y Lilkam y su hermano debieron quedarse a cargo del taller hasta el día siguiente. Durante la tarde, Milej trabajaba, mientras Lilkam se escapaba con sus amigos; a su hermano no le gustaba esto porque respetaba al pie de la letra todas las reglas impuestas por sus padres y por su pueblo, pero sabía que el espíritu del volcán quería ella hiciera todo por los dos, incluso divertirse.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.