La Sombra de los Caidos

CAPITULO 8

Cresta de los Ecos, Chronos

La Cresta de los Ecos, un desfiladero escarpado en el corazón de Chronos, se alzaba bajo un cielo cargado de nubes grises, donde los cristales temporales incrustados en las rocas emitían pulsos azules que resonaban con el zumbido distante de la Gran Cronoteca. Elara, a bordo de su nave, Furia del Cielo, navegaba hacia la reunión diplomática ordenada por Corvus, su capa de aerotela ondeando y el orbe lumínico pulsando en su cinturón. El dispositivo de viento y el mapa de rutas comerciales de Riven, guardados en su bolsa, eran su ventaja para negociar, mientras su plan con Riven para espiar la reunión de Chronos e Ignis ardía en su mente. La sombra de Kaelen y su juramento de venganza la seguía, pero la Cresta era su prioridad.

Apenas aterrizó en un claro rocoso, el zumbido de engranajes y el destello de relojes de pulso anunciaron una patrulla de Chronos. Vesper, con su armadura temporal marcada con engranajes giratorios, lideraba el grupo, sus ojos afilados fijos en Elara. “Bastarda de Aetheria,” dijo Vesper, su voz fría como el metal. “No tienes permiso para estar en la Cresta. ¿Espías para Corvus?”

Elara alzó las manos, su tono firme pero diplomático. “Vengo por orden de Corvus para negociar, no para espiar,” replicó, aunque el mapa de Riven pesaba en su bolsa. “Chronos y Aetheria quieren a Valerius y Cassia. ¿Por qué me detienes?”

“No confío en ti,” cortó Vesper, ajustando un cristal temporal en su guantelete. “La Cresta de los Ecos es territorio restringido. Ríndete para un interrogatorio, o enfrentaremos consecuencias.” Los acólitos de Chronos, con armas de pulso listas, la rodearon. Elara, sintiendo la urgencia del mensaje de Riven, supo que escapar o negociar era su única salida. Con la reunión de Chronos e Ignis cerca y la verdad sobre los campeones en juego, apretó el dispositivo de viento, lista para actuar.

El claro rocoso de la Cresta de los Ecos vibraba con el pulso azul de los cristales temporales, su luz parpadeante reflejada en las armaduras de la patrulla de Chronos. Vesper, con su guantelete de engranajes giratorios, mantenía su mirada fija en Elara, rodeada por acólitos con armas de pulso listas. El zumbido de la Gran Cronoteca resonaba en la distancia, amplificando la tensión. Elara, con su capa de aerotela ondeando y el orbe lumínico pulsando en su cinturón, sostenía el dispositivo de viento inspirado en Valerius, mientras el mapa de rutas comerciales de Riven pesaba en su bolsa. Su intención era negociar, pero la acusación de espionaje de Vesper había encendido una chispa peligrosa.

“Última advertencia, bastarda,” dijo Vesper, su voz afilada. “Entrégate, o Chronos te juzgará.” Elara ajustó el dispositivo de viento, buscando calmar la situación. “Solo vine a negociar por Valerius y Cassia,” respondió, levantando el artefacto para mostrarlo. Pero un destello del dispositivo reflejó la luz, y un acólito gritó: “¡Arma!”

El malentendido desató el caos. Vesper disparó una flecha temporal desde su guantelete, un proyectil que distorsionaba el aire con ondas cronológicas. Elara se lanzó tras una roca, activando su dispositivo de viento. Una ráfaga etérea rugió, desviando la flecha, que explotó contra un cristal temporal, liberando un pulso azul. Los acólitos respondieron con armas de pulso, disparando rayos lumínicos que chisporroteaban contra las rocas. Elara contraatacó, su orbe lumínico proyectando destellos cegadores mientras manipulaba corrientes para desviar los disparos. “¡No soy tu enemiga!” gritó, pero su voz se perdió en el estruendo. La escaramuza estalló, rayos y flechas chocando en el desfiladero, mientras Elara, atrapada entre su misión y la supervivencia, buscaba una salida para reunirse con Riven y espiar la reunión de Chronos e Ignis.

El desfiladero de la Cresta de los Ecos se había convertido en un torbellino de caos, iluminado por los pulsos azules de los cristales temporales que destellaban entre las rocas. El zumbido de la Gran Cronoteca resonaba como un latido frenético, mientras rayos lumínicos y flechas temporales cruzaban el aire. Elara, agazapada tras una roca, manipulaba su dispositivo de viento inspirado en Valerius, desviando ráfagas etéreas para protegerse. Su orbe lumínico pulsaba en su cinturón, junto al mapa de rutas comerciales de Riven, mientras la patrulla de Chronos, liderada por Vesper, descargaba su furia tras el malentendido que confundió su dispositivo con un arma.

Una nave auxiliar de Aetheria, enviada para apoyar la misión diplomática, surcó el cielo, pero una flecha temporal disparada por un acólito de Chronos alcanzó su motor. El piloto, un joven con una capa de aerotela, gritó mientras la nave giraba y se estrellaba contra el desfiladero, levantando una nube de polvo etéreo. “¡Para!” rugió Elara, emergiendo de su cobertura, su dispositivo de viento zumbando. “¡Soy una embajadora, no una espía! ¡Esto es un error!”

Vesper, con su armadura temporal brillando, ignoró su súplica. “¡Tu presencia es una provocación!” replicó, disparando otra flecha temporal que Elara esquivó por poco, el proyectil distorsionando el aire a su paso. Los acólitos intensificaron el ataque, sus armas de pulso lanzando rayos lumínicos que fracturaban las rocas. Elara, con el corazón acelerado, intentó otra ráfaga de viento para desarmar a un acólito, pero el caos ahogó su voz. La misión para encontrar a Valerius y Cassia, y el plan con Riven para espiar la reunión de Chronos e Ignis, peligraban en este enfrentamiento. Con un piloto caído y Vesper implacable, Elara supo que debía escapar o arriesgarlo todo para detener la masacre.

El desfiladero de la Cresta de los Ecos era un torbellino de caos, iluminado por los pulsos azules de los cristales temporales que destellaban entre las rocas fracturadas. El zumbido de la Gran Cronoteca resonaba como un corazón encolerizado, mientras rayos lumínicos y flechas temporales chocaban, levantando nubes de polvo etéreo. Elara, agazapada tras una roca, manipulaba su dispositivo de viento inspirado en Valerius, desviando ataques de la patrulla de Chronos liderada por Vesper. Su orbe lumínico pulsaba en su cinturón, junto al mapa de rutas comerciales de Riven, pero la caída del piloto de Aetheria y su fallido intento de detener la escaramuza la tenían al borde de la desesperación.



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En el texto hay: fantasia épica, mundo construido, heroina resiliente

Editado: 11.10.2025

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