La Sombra de los Caidos

CAPITULO 9

Salón de Corvus, Aetheria

El Salón de Corvus, una cámara de aerocristal que relucía como un cielo atrapado, vibraba con el zumbido de orbes lumínicos flotando como estrellas sobre nobles y estrategas reunidos. Corvus, líder de Aetheria, se alzaba en su trono elevado, su túnica plateada ondeando como nubes, su rostro endurecido por la noticia de la escaramuza en la Cresta de los Ecos. La pérdida de un piloto y la acusación de traición contra Elara, su embajadora, alimentaban su furia calculada. Comunicadores de pulso proyectaban hologramas de naves estrelladas, mientras los nobles murmuraban sobre la desaparición de Valerius y Cassia, un eco de la profecía de los Eilodon que susurraba: “Cuando los campeones caigan, las Casas se alzarán en guerra.”

“Chronos ha cruzado un límite,” proclamó Corvus, su voz resonando en el salón. “Janus envió a Vesper a emboscar a nuestra embajadora en la Cresta, saboteando nuestra búsqueda de los campeones. Esto no es un accidente, es una declaración de hostilidad.”

Un estratega, con una capa de aerotela, alzó la voz. “¿Y si Elara provocó el conflicto, mi señor? Su dispositivo de viento causó bajas.” Corvus lo silenció con una mirada. “Elara actúa bajo mis órdenes. Janus usa la desaparición de Valerius y Cassia para justificar su agresión. No lo toleraré.”

Corvus activó un mapa holográfico, señalando las fronteras de Chronos. “Impondremos un bloqueo aéreo en sus rutas comerciales,” ordenó. “Nuestras naves, equipadas con escudos lumínicos, cerrarán el paso al Valle del Eco Eterno. Que Janus sienta el costo de su sabotaje.” Los nobles asintieron, algunos con entusiasmo, otros con inquietud. La profecía resonaba en sus mentes, pero Corvus la ignoró, su mirada fija en el mapa. Mientras Aetheria se preparaba para el bloqueo, la reunión de Chronos e Ignis, y los movimientos de Elara y Riven en la sombra, amenazaban con encender Elysara en un conflicto mayor.

Valle del Eco Eterno, Chronos

El Valle del Eco Eterno, un bastión de piedra y engranajes en el corazón de Chronos, resonaba con el zumbido grave de la Gran Cronoteca, sus cristales temporales pulsando con destellos azules que iluminaban las murallas fortificadas. Janus, líder de Chronos, estaba en la sala de mando, su túnica bordada con patrones de relojes reflejando la luz de un mapa holográfico. La escaramuza en la Cresta de los Ecos, con la pérdida de un acólito y la nave de Aetheria destruida, había encendido la furia de Chronos. Comunicadores de pulso transmitían reportes de un bloqueo aéreo impuesto por Corvus, confirmando las sospechas de sabotaje.

“Aetheria nos provoca,” declaró Janus, su voz fría como el tictac de un reloj. “Corvus usa la desaparición de Valerius y Cassia como pretexto, enviando a su bastarda, Elara, para desestabilizarnos. La escaramuza en la Cresta fue su treta.”

Vesper, con su armadura temporal aún marcada por el polvo, asintió desde un lado. “Elara y un desertor escaparon,” dijo, ajustando su guantelete de engranajes. “Sus rayos lumínicos mataron a uno de los nuestros. No podemos permitir más intrusiones.”

Janus señaló el mapa holográfico, marcando las fronteras del Valle. “Reforcen las defensas,” ordenó. “Despleguen torres de pulso temporal en la Cresta y movilicen las naves cronológicas. Si Aetheria quiere guerra, que la encuentre.” Los acólitos inclinaron la cabeza, sus relojes de pulso sincronizándose con la Gran Cronoteca. La reunión con Ignis, planeada en secreto, ahora estaba en riesgo, pero Janus no lo mencionó. La desconfianza hacia Aetheria crecía, y la guerra parecía inminente, con Elara y Riven moviéndose en las sombras y las Casas al borde del abismo.

Salón de Corvus, Aetheria

El Salón de Corvus, una bóveda de aerocristal que destellaba como un amanecer capturado, resonaba con el zumbido de orbes lumínicos flotando sobre nobles y estrategas. Corvus, líder de Aetheria, estaba en su trono elevado, su túnica plateada ondeando, su mente ocupada por el bloqueo aéreo contra Chronos y las acusaciones de sabotaje tras la escaramuza en la Cresta de los Ecos. La desaparición de Valerius y Cassia seguía avivando tensiones, y el eco de la profecía de los Eilodon, con su advertencia sobre la muerte del descendiente del dios oscuro, inquietaba a los presentes. Un murmullo recorrió el salón cuando los emisarios de Ignis, con capas carmesí bordadas con llamas, entraron escoltados por guardias.

“Saludos, Corvus,” dijo el líder emisario, Kaelith, su voz cálida pero afilada. “Ignis ofrece apoyo militar: naves ígneas y legiones forjadas para contrarrestar el desafío de Chronos. A cambio, pedimos acceso a los depósitos de aerocristal de Aetheria.”

Corvus entrecerró los ojos, evaluando el mapa holográfico frente a él. “¿Ignis se alía con nosotros tras culparnos por la Cresta? ¿Qué buscan realmente?” preguntó, su tono cortante.

Kaelith sonrió, ajustando un brazalete ígneo que chisporroteaba. “La profecía de los Eilodon susurra un destino mayor,” respondió. “Cuando los campeones caigan, y el descendiente del dios oscuro muera, Elysara enfrentará el vacío. Ignis desea estabilidad, no caos. Únete a nosotros, y evitaremos ese destino.” Los nobles murmuraron, algunos temerosos, otros intrigados por la mención de la profecía.

Corvus tamborileó los dedos, consciente de las manipulaciones de Ignis. “Chronos fortifica sus defensas, y Elara aún no regresa,” dijo. “Aceptaré tu oferta, pero bajo mis términos.” Mientras los emisarios asentían, el espectro de la guerra y la profecía ensombrecía Aetheria, con Elara y Riven en las sombras de Chronos, acercándose a la verdad de la reunión de Chronos e Ignis.



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En el texto hay: fantasia épica, mundo construido, heroina resiliente

Editado: 11.10.2025

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