En el corazón de un pueblo que parece suspendido en el tiempo, las sombras de los árboles y los ecos de las montañas mantienen viva una historia de magia que pocos recuerdan. Es un lugar donde los relojes no marcan la misma hora que en el resto del mundo, donde el aire parece impregnado de secretos olvidados. La gente aquí es consciente de algo que no puede explicarse: hay algo más allá de lo que se ve. Un susurro en cada rincón que solo los más sensibles logran escuchar.
Gala nació entre esos susurros. Desde pequeña, su madre le enseñó a escuchar el viento, a comprender las hojas que caen y a percibir la energía que fluye a través de las rocas y los ríos. La magia ha sido siempre su compañera, un don tan ancestral como el propio pueblo. Pero su magia no es la que se muestra en los cuentos. Gala no puede hacer levitar objetos ni invocar criaturas mágicas con simples palabras. Su magia es más profunda, más sutil, y, a veces, más dolorosa. Su don se manifiesta a través de la sanación, no solo de cuerpos, sino de almas rotas. Tiene la capacidad de calmar el sufrimiento, de sanar las heridas invisibles que muchos cargan, pero cada curación le cuesta una parte de su ser. La gente la conoce como la sanadora, la mujer que puede devolver la vida a quienes se encuentran al borde de la desesperación. Pero en su interior, Gala lleva una carga invisible: el precio que paga por cada alma que sana, una pérdida que va drenando lentamente su energía.
Desde que era niña, Gala ha sentido una presencia extraña que la llama, una energía en el aire que la ha acompañado en su viaje por el mundo. A pesar de la paz que proporciona a los demás, nunca ha logrado encontrar la calma para sí misma. Siente que algo la acecha, algo más grande que ella, que la está esperando, aunque no sabe qué ni cómo. Cada vez que cierra los ojos, una sensación de vacío la consume, como si algo importante se estuviera desvaneciendo. Algo que ha sido parte de su destino desde el principio, pero que todavía está por revelarse.
Martín, por otro lado, es un hombre atrapado en la oscuridad de su propio ser. Nació con una sensibilidad que nunca supo cómo manejar. Su vida, marcada por un amor perdido, lo ha dejado vacío, arrastrando el peso de una tristeza que nunca termina. Para él, el mundo es una serie de sombras, una capa densa que cubre lo que alguna vez fue la luz de su vida. La gente del pueblo lo ve como un hombre distante, de mirada ausente y actitud fría. En las reuniones o en los pasillos polvorientos de la plaza, su presencia es casi invisible, como si se desvaneciera en las paredes del lugar. Martín no busca compañía. Prefiere caminar solo, rodeado por los recuerdos rotos de un amor que alguna vez lo consumió y lo dejó marcado de por vida.
Cada noche, al irse a dormir, Martín es atormentado por sueños extraños. Visiones que no puede comprender ni controlar. Imágenes de un mundo que no ha vivido, de una mujer con cabellera oscura y ojos profundos que lo miran como si lo conociera de toda la vida. Pero no hay razón para que él la conozca. Nunca ha visto a esa mujer en su vida. A medida que los sueños se repiten, la sensación de desasosiego se apodera de él, pero no sabe cómo deshacerse de ellos. Es como si algo lo estuviera buscando, algo fuera de su alcance pero cerca de su alma.
Alquimia, por su parte, camina por los bordes de la ciudad como una sombra. Su presencia es inquietante, envuelta en una energía oscura y misteriosa que atrae la atención de los pocos que se atreven a mirarla directamente. Desde que era joven, Alquimia ha estado en busca de poder, de algo que le diera el control sobre su propio destino. Su relación con la magia es diferente a la de Gala. Mientras que Gala busca la curación, la luz, Alquimia ha buscado siempre lo contrario: la oscuridad, el poder que proviene del caos, de lo prohibido. En su corazón hay una herida profunda, una que no puede sanar, y por eso ha buscado en las sombras lo que no puede encontrar en la luz.
A diferencia de Gala, cuya magia busca el equilibrio, Alquimia se ha sumido en los misterios oscuros de la brujería. Cada hechizo que lanza, cada conjuro, está marcado por su propio dolor. Ella sabe que su poder no es algo que se pueda usar sin consecuencias. Sabe que cada acción tiene un precio, y está dispuesta a pagarlo si eso le da lo que más desea: control sobre su vida, sobre su destino. Los aldeanos la temen, pero también la veneran, pues saben que posee una magia que no se puede entender ni controlar.
Aunque los tres viven en el mismo pueblo, sus caminos aún no se han cruzado. Gala sigue buscando la respuesta a la sensación de vacío que la persigue. Martín vive atormentado por los recuerdos de su amor perdido y los extraños sueños que lo hacen sentir más perdido que nunca. Alquimia, por su parte, sigue buscando poder, sin importarle las consecuencias de sus actos. Pero algo está a punto de cambiar.
En el aire, algo se está despertando. Una energía que los tres sienten, pero no pueden identificar. Gala la percibe como una presencia lejana, un susurro que la llama desde el horizonte, una vibración en el aire que la llena de incertidumbre. Martín comienza a sentir que los sueños ya no son solo sueños, sino mensajes de algo que está por suceder, algo que lo está alcanzando, y no sabe si está preparado para enfrentarlo. Alquimia, por su parte, siente una distorsión en la magia, como si algo estuviera alterando el equilibrio que ella ha buscado por tanto tiempo.
El destino de Gala, Martín y Alquimia está entrelazado por una fuerza que ninguno de ellos entiende completamente. Aunque sus caminos aún no se han cruzado, sus vidas están conectadas por hilos invisibles, hilos que los llevarán a un encuentro inevitable. Cuando eso suceda, todo cambiará. Los tres descubrirán que lo que buscan no es lo que pensaban, y que las respuestas que buscan se encuentran en las sombras y la luz de sus propios corazones.
A medida que los días se desvanecen en el mismo ciclo, Gala comienza a percibir una presencia más fuerte, más cercana. Cada paso que da en el bosque se siente pesado, como si el aire mismo estuviera cargado de algo que no puede descifrar. Es en esos momentos, cuando las sombras entre los árboles parecen alargarse más de lo normal, cuando siente que algo está observándola. Es un sentimiento extraño, como si alguien estuviera al acecho, pero no puede ver quién es ni de dónde proviene. La inquietud la hace detenerse, mirar alrededor, pero todo lo que ve es el silencio de la naturaleza que la rodea, el viento moviendo las hojas de los árboles, como un canto lejano.