La Sombra de los Guardianes Perdidos

Capítulo 5: Martin

Martín tiene una apariencia intrigante y melancólica. Su cabello es de un gris intenso, corto y ligeramente desordenado, lo que acentúa su personalidad rebelde. Sus ojos son de un azul profundo, con destellos grises que parecen reflejar su estado emocional. Su piel es pálida, dando un aire de vulnerabilidad, y su vestimenta suele ser de tonos oscuros, predominando el negro, lo que resalta su conexión con el desamor y la tristeza. Este aspecto físico no solo es un reflejo de su estado interno, sino también un símbolo de las cicatrices emocionales que lleva consigo.

Desde una edad temprana, Martín sintió que su vida estaba marcada por un destino diferente, uno que lo separaba de los demás. En el pequeño pueblo donde creció, la oscuridad tejía su camino entre las sombras de los árboles y los secretos ocultos detrás de cada puerta. A menudo se encontraba sumido en sus pensamientos, reflexionando sobre el dolor que había experimentado y las lecciones que había aprendido. Aunque podría parecer distante o reservado, en su interior había una empatía profunda que le permitía comprender el sufrimiento de los demás.

—Es curioso cómo el dolor puede unir a las personas—, pensaba mientras miraba por la ventana de su cuarto. —A veces, somos más fuertes cuando nos permitimos sentir y compartir nuestras heridas—.

Las experiencias de desamor habían dejado huellas en su corazón, y esas cicatrices eran testigos silenciosos de su viaje emocional. A medida que crecía, descubrió que poseía un don único: la capacidad de enfrentar los demonios internos de quienes lo rodeaban. Su presencia tenía el poder de infundir coraje incluso en los corazones más desgarrados, y su determinación podía derribar las barreras más impenetrables. Era un guardián de las emociones, dispuesto a ofrecer consuelo a quienes se sentían perdidos.

—¿Qué harías si pudieras ayudar a alguien a enfrentar su oscuridad?— preguntó a un amigo una noche. —A veces, solo necesitan saber que no están solos—.

El desamor había marcado su vida de manera profunda, pero Martín nunca dejó que ese dolor lo dominara. En su cuarto, rodeado de las paredes desnudas, encontraba refugio para procesar sus pensamientos y emociones. No necesitaba mucho espacio para ser él mismo. Su cuarto, con su luz tenue y las ventanas abiertas a la brisa de la noche, era su santuario personal.

En ese cuarto, dibujaba lo que veía, lo que sentía y lo que oía. Cada trazo de su lápiz era una expresión de su alma, un escape a la tormenta que se desataba en su interior. La oscuridad de sus dibujos no solo era un reflejo de su dolor, sino también de su fascinación por la complejidad de las emociones humanas. Sus cuadernos estaban llenos de imágenes, figuras distorsionadas y paisajes sombríos, todos ellos creando una especie de mapa visual de su estado emocional.

A menudo, Martín se sumergía en estos dibujos hasta perder la noción del tiempo. Los detalles eran lo que más le interesaba: el contorno de una sombra, la forma de una mano que parecía vacía o el vacío entre las ramas de un árbol caído. No se trataba de crear algo hermoso o estéticamente perfecto. Para él, el dibujo era un medio para entenderse a sí mismo y al mundo que lo rodeaba.

—Este es el único lugar donde puedo ser yo—, pensaba mientras repasaba los trazos en su cuaderno. —Aquí, puedo ver todo lo que tengo dentro, sin necesidad de palabras—.

Los dibujos de Martín no eran solo imágenes en papel; eran relatos visuales de su vida. Cada uno de ellos tenía una historia detrás, una historia que solo él podía comprender completamente. A veces, los miraba y se sentía más cercano a sí mismo, como si esas figuras fueran las que realmente lo entendieran. Sus ojos recorrían las líneas y las sombras, buscando algo más, algo que solo podía encontrar al mirarse en sus propios trazos.

A veces, se sentaba frente a su escritorio, mirando las fotografías que había tomado. Aunque no lo hacía con la intención de capturar la belleza del mundo, sus fotos eran un reflejo honesto de la realidad tal como la percibía: fragmentos de vida cotidiana, pero siempre a través de su lente personal. Cada foto era un intento de capturar la esencia de lo que sentía en ese momento. Y al igual que sus dibujos, estas imágenes hablaban de la tristeza, el dolor y la calma que convivían en su interior.

El silencio de la habitación era su compañero constante. No necesitaba más que eso para sentirse completo. Las sombras en las paredes, las sutiles imperfecciones del lugar, todo contribuía a la atmósfera que creaba en su mente. A veces, se recostaba sobre su cama, observando el techo, imaginando mundos alternativos donde las cosas eran diferentes, donde las emociones no eran tan complicadas.

Aunque muchas veces se sintió solo, Martín nunca buscó la compañía de los demás para llenar ese vacío. Sabía que el proceso de sanar y entender sus emociones era algo que debía hacer solo, por sí mismo. Y en su cuarto, con sus dibujos y fotografías, se encontraba en paz, aunque la paz fuera solo temporal.

El desamor, aunque doloroso, también lo había enseñado a ser fuerte y a encontrar belleza en los lugares más oscuros. Sus obras reflejaban esa dualidad: una mezcla de tristeza y aceptación, de lucha interna y de esperanza.

Mientras seguía dibujando, Martín se dio cuenta de algo importante: aunque no pudiera cambiar lo que había vivido, podía crear algo nuevo con cada trazo, con cada imagen. Y tal vez eso era lo único que necesitaba para seguir adelante.

—Incluso en la oscuridad, siempre hay algo que aprender—. Pensó, mientras seguía dibujando en silencio.

El lápiz se movía sin esfuerzo, trazando formas que nacían de sus pensamientos más profundos. Cada línea parecía tener vida propia, como si el papel le hablara, guiando su mano hacia un destino incierto. En ese espacio solitario, Martín se sentía más conectado que nunca con su propio ser, pero algo en el aire cambió de repente.

Una presencia sutil, casi imperceptible, se deslizó entre las sombras de su cuarto. Martín levantó la vista, mirando hacia la esquina oscura donde la luz de la lámpara apenas llegaba. Al principio, pensó que era solo su mente jugando trucos, pero entonces la figura comenzó a materializarse lentamente.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 24.06.2025

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