Capítulo 7: Sombras del Pasado

La noche envolvía el paisaje en un manto de oscuridad, y las estrellas titilaban en el firmamento como pequeñas lucecitas pérdidas en el infinito. Martín se perdió en sus pensamientos mientras caminaba por el sendero que serpenteaba a través del bosque. La brisa fría acariciaba su rostro, y una extraña sensación de calma lo invadía, aunque algo dentro de él le decía que no estaba solo. La oscuridad lo rodeaba, pero en vez de temor, sentía una conexión con ese espacio, como si el bosque le susurrara secretos olvidados.

De repente, una voz rompió el silencio.

—¿Qué piensas? —preguntó Kyra, acercándose a él. Su mirada era intensa, como si supiera que algo más grande se estaba desvelando esa noche.

—Solo reflexionando sobre lo que hemos encontrado, sobre lo que se esconde en este lugar —respondió Martín, sintiendo que las palabras surgían con una sinceridad que ni él mismo esperaba. —A veces, parece que todo lo que hemos vivido nos ha traído hasta aquí, como si este bosque tuviera una historia que contarnos.

Felix, quien caminaba a su lado, asintió.

—Este lugar está lleno de recuerdos, de ecos de lo que fue y de lo que podría haber sido. Como si cada árbol y cada sombra llevará consigo una carga de recuerdos, de vivencias olvidadas.

Kyra lo miró con una expresión de comprensión.

—La oscuridad no siempre es mala. Es solo otra forma de luz, otra forma de revelación. Lo que busquemos en este lugar nos llevará más allá de lo tangible.

El grupo siguió avanzando, y a medida que se adentraba más en el bosque, una presencia más intensa comenzó a envolverlos. Calypso se adelantó un paso, iluminando el sendero con su linterna.

—Parece que la noche se está cerrando más sobre nosotros —dijo con una sonrisa que parecía disimulada, como si ella también sintiera la energía en el aire.

Martín sintió cómo su pulso se aceleraba. Algo no estaba bien. Pero, a la vez, había algo en esa sensación que lo atraía, algo que lo llamaba. De repente, un crujido resonó en la oscuridad, y todos se detuvieron, mirando hacia el origen del sonido.

—Tal vez sea el viento —dijo Calypso, pero su mirada escaneaba el lugar con una mezcla de curiosidad y precaución.

Kyra, siempre alerta, se adelantó.

—No. No es solo el viento. Hay algo aquí con nosotros.

El grupo se detuvo, y Martín, con el corazón acelerado, observó a su alrededor, sintiendo cómo la oscuridad se cerraba aún más sobre ellos. Fue entonces cuando vio una figura entre las sombras, un hombre alto cuya silueta parecía desvanecerse en la niebla.

Solo él podía verlo. Su corazón latía más rápido mientras la figura se acercaba, y, en un susurro profundo que solo Martín pudo oír, la figura habló.

—Soy Romain, Guardián de lo Paranormal.

Martín se quedó paralizado, mirando al Guardián con una mezcla de fascinación y temor. La figura de Romain era imponente, su presencia parecía llenar todo el espacio a su alrededor. Tenía el cabello oscuro y largo, y una cicatriz de aspecto antiguo atravesaba su mejilla izquierda, dándole un aire de misterio y gravedad. Pero lo que realmente destacaba era el tatuaje que cubría su brazo izquierdo. El tatuaje parecía una intrincada red de símbolos arcanos, que brillaban débilmente en la oscuridad como si estuvieran vivos, representando las sombras y las luces del mundo espiritual.

La figura de Romain se mantenía erguida, sus ojos profundos y serenos miraban a Martín como si lo conociera, como si hubiera esperado este encuentro por mucho tiempo. La voz de Romain resonó en la mente de Martín, aunque no dijo una palabra audible, las palabras retumbaban en su interior.

—No eres el primero en venir aquí, Martín. Pero eres el primero en ver lo que otros no pueden. Este bosque guarda secretos que no todos deben descubrir, pero tú, tú estás destinado a conocerlos.

Martín sintió una oleada de emociones intensas mientras sus manos se aferraban al cuaderno y lápiz que llevaba consigo. Como si algo dentro de él le dijera que debía capturar este momento, este encuentro, antes de que todo desapareciera.

Romain observó cómo Martín comenzaba a dibujar rápidamente, capturando cada detalle de su figura etérea en el cuaderno, pero antes de que pudiera terminar, la figura del Guardián habló de nuevo.

—No es el momento de conocer todo, Martín. Lo que has visto ya es más que suficiente por ahora. Hay caminos que no puedes recorrer aún.

Antes de que Martín pudiera hacer otra pregunta, Romain se desvaneció, dejando a Martín solo, rodeado por la neblina. Aunque la figura ya no estaba allí, la sensación de su presencia seguía latiendo en el aire.

Martín miró a su alrededor, pero sus amigos no parecían haber notado nada. Calypso, Kyra y Felix continuaban su camino sin inmutarse.

Con las manos temblorosas, Martín observó el dibujo que acababa de crear: la silueta de Romain, con sus ojos profundos, su cicatriz y el tatuaje que parecía estar vivo. A pesar de que todos los demás seguían adelante, Martín sabía que algo profundo se estaba desvelando ante él, algo que solo él podía ver.

Kyra se detuvo y lo miró, como si sintiera una presencia invisible que se había formado entre ellos.

—¿Todo bien? —preguntó, pero no había notado al Guardián.

Martín asintió, guardando el cuaderno rápidamente.

—Sí. Solo... tengo que seguir.

Kyra lo miró con una leve sonrisa, sin comprender la magnitud de lo que acababa de vivir.

—Entonces sigamos adelante. El misterio aún nos espera.

Martín no respondió, pero en su mente resonaban las palabras de Romain: "Hay caminos que no puedes recorrer aún". Sabía que el viaje apenas comenzaba.

El grupo avanzó en silencio después del encuentro con Romain. El aire parecía más denso ahora, como si el bosque mismo estuviera observándolos. Martín caminaba en silencio, su mente revoloteando entre los ecos de la voz del Guardián y la figura de él desvaneciéndose en la oscuridad. Quiso hablar, pero algo dentro de él le decía que no debía. El resto del grupo no había visto nada, y él no estaba seguro de cómo explicarlo.