La Sombra de los Guardianes Perdidos

Capítulo 10: Silencios inciertos

Alquimia se encontraba en su estudio, rodeada de frascos de cristal y pergaminos antiguos que le hablaban en un lenguaje que solo ella comprendía. Las estanterías estaban cubiertas por polvo, pero dentro de ese caos había una belleza intrínseca: una mezcla de magia y conocimiento que la había acompañado a lo largo de los años.

Su gato negro, Binx, descansaba sobre la mesa, observándola en silencio. La brisa nocturna se colaba por la ventana abierta, llevando consigo el aroma fresco de la tierra mojada. Alquimia respiró hondo, cerrando los ojos mientras las palabras de su último hechizo resonaban en su mente. Había dado un paso importante, pero la incertidumbre seguía a su lado, como una sombra.

—¿Es esto lo que realmente quiero?— ¿pensó? Un vacío extraño le llenaba el pecho, como si algo aún estuviera incompleto, como si su alma estuviera atrapada entre dos mundos.

Miró las velas encendidas, sus llamas danzando suavemente. La oscuridad del estudio parecía aplaudir la lucha interna que aún libraba. Alquimia había buscado durante tanto tiempo respuestas en los libros, en los rituales, pero sentía que había algo más, algo que no se podía comprender con simples hechizos.

—Hoy siento la calma, Binx, pero también un eco de incertidumbre. —Susurró mientras acariciaba la cabeza del gato.

Binx, siempre místico, levantó la cabeza y la miró, como si sus ojos azules pudieran ver más allá de lo evidente.

Alquimia se sentó sobre el suelo frío, rodeada de símbolos arcanos que cubrían las paredes. Allí, en ese espacio lleno de magia, se encontraba atrapada entre lo que había aprendido y lo que aún desconocía. —Es hora de confrontar la verdad.—

—He dado tantos pasos, he aprendido tanto, pero sigo sintiendo que hay algo fuera de lugar. No puedo continuar sin encontrar la paz. —Pensó, con los ojos fijos en el suelo.

Se levantó lentamente, sintiendo el peso de sus propios pensamientos, y caminó hacia el centro de la habitación. Cada paso que daba resonaba en el silencio, amplificando la tensión que sentía.

—Voy a hacer algo diferente. Hoy, voy a parar. No más fórmulas. No más prisas. —Dijo en voz baja, convencida de que debía encontrar una respuesta dentro de ella misma, sin interferencias externas.

Binx saltó ágilmente a su lado, y ella lo miró como si pudiera ver su alma reflejada en sus ojos.

—Hoy me enfrentaré a los silencios, Binx. Los que habitan dentro de mí. —Alquimia se tumbó en el suelo, dejando que la calma la envolviera por un instante.

Las horas pasaron en completa quietud. El sonido del viento se hizo eco de los pensamientos de Alquimia, su mente un laberinto de dudas, de recuerdos, de lo que había dejado atrás. Pero también, de lo que había ganado: sabiduría, fuerza, un sentido de propósito.

Cuando despertó, la luz de la luna se filtraba a través de las ventanas, iluminando su rostro sereno. Había tomado una decisión, aunque la incertidumbre nunca desaparecería del todo.

—Es hora de abrazar el vacío, de aceptarlo. Porque en él está la respuesta. —Dijo, sus palabras llenas de una determinación tranquila.

El futuro seguía siendo incierto, pero ahora sabía que no debía temerle. Era parte de ella. Y mientras el gato se acurrucaba junto a ella, Alquimia entendió algo profundo: la magia no solo se encuentra en los hechizos o en los libros. La verdadera magia residía en la capacidad de estar en paz con lo que uno es, con lo que uno ha vivido, y con lo que está por venir.

Alquimia sonrió suavemente, acariciando al gato con la palma de su mano. El calor de su pequeño cuerpo le transmitía una sensación reconfortante, casi como si el mundo se hubiera detenido por un momento. La noche estaba en silencio, solo el suave murmullo del viento entre las ramas de los árboles acompañaba el instante. En su corazón, la paz parecía brotar de la misma tierra que la había visto crecer.

La casa donde vivía, antigua y llena de secretos, era ahora su refugio. En el pasado, había buscado escapar de ese lugar, temerosa de lo que sus paredes pudieran susurrar. Sin embargo, hoy sentía que todo lo vivido hasta ese momento había sido un proceso necesario para llegar a donde estaba. Y allí, en la oscuridad de su hogar, Alquimia aceptaba su historia, sus sombras, y las cicatrices que habían marcado su alma.

La magia ya no era una cuestión de poderes ocultos o de conexiones esotéricas con mundos paralelos. Ahora entendía que la magia era un acto de valentía: la valentía de amar lo que uno es, lo que ha sido y lo que está por venir. La magia estaba en cada respiración, en cada elección que hacía, en cada momento en el que decidía ser fiel a sí misma. Se había dado cuenta de que el desamor qué había sentido no la había destruido, sino que la había transformado en alguien más fuerte, más sabia, y más capaz de ver la belleza en lo efímero.

Esa noche, la luna llena iluminaba la ventana de su habitación. La luz plateada parecía invadir la estancia, bañando el suelo y las paredes con su resplandor suave. Alquimia se levantó y, sin pensarlo, caminó hacia el jardín. El aire fresco le acarició la piel mientras la oscuridad se disolvía bajo la luz lunar. Allí, en medio del jardín, recordó a su madre. La bruja sabía que siempre había estado conectada con la tierra, los árboles y las estrellas, pero nunca antes había sentido tan profundamente la conexión con el universo.

De repente, una figura apareció a lo lejos. Era una sombra que caminaba con paso firme hacia ella. Alquimia no se asustó; algo en su interior le decía que no debía temer. La figura se acercó lentamente, y Alquimia pudo ver los detalles: una figura alta y enigmática, envuelta en una capa oscura, con una presencia que parecía mezclar la oscuridad con la luz.

—¿Quién eres?— preguntó Alquimia, su voz llena de curiosidad pero también de una calma que solo podía venir de la aceptación.

La figura levantó la cabeza y, por primera vez, Alquimia vio sus ojos. Eran dos orbes profundos, como pozos sin fondo, que reflejaban el misterio y el conocimiento de los tiempos antiguos.



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En el texto hay: fantasia, amor, magia

Editado: 24.06.2025

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