La aceptación_
Días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Ana comenzó a aceptar la realidad. Su madre ya no estaba, pero su legado vivía en ella.
Un día, mientras ordenaba la habitación de su madre, Ana encontró un diario escondido en un cajón. Lo abrió y comenzó a leer.
El diario era un reflejo de los pensamientos y sentimientos de su madre. Ana se sintió conectada a ella de una manera nueva.
Leyó sobre los sueños que su madre había tenido para ella, sobre la felicidad que quería que Ana encontrara. Ana se dio cuenta de que su madre siempre la había querido feliz.
Se sintió inspirada para seguir adelante, para hacer realidad los sueños que su madre había tenido para ella.
La ilusión_
Ana se sintió renovada después de leer el diario de su madre. Quería hacer realidad los sueños que su madre había tenido para ella.
Comenzó a estudiar con más dedicación, a perseguir sus pasiones. Se sintió cerca de su madre, como si estuviera guiándola.
Pero un día, recibió una carta del hospital donde su madre había sido tratada. La carta revelaba un secreto que cambiaría todo.
El secreto revelado_
La carta del hospital revelaba un secreto que Ana nunca podría haber imaginado. Su madre había estado enferma desde antes de su nacimiento, y su condición había empeorado con el tiempo.
Pero lo que más impactó a Ana fue saber que su madre había sabido desde el principio que no sobreviviría para verla crecer. Y que había dejado una carta para Ana, para que la leyera cuando estuviera lista.
Ana se sintió abrumada por la emoción. Se preguntó cómo su madre había podido mantener ese secreto durante tanto tiempo.
Se dirigió a la habitación de su madre y encontró la carta escondida en un cajón.
La carta decía:
"Querida Ana, siempre supe que mi tiempo era limitado. Pero quería darte la oportunidad de vivir una vida plena. No te rindas nunca. Sigue adelante, incluso cuando yo no esté. Te amo más que nada en este mundo."
Ana lloró mientras leía la carta. Se sintió sola y abandonada.
Ana se sintió abrumada por la culpa. Se preguntó si había pasado suficiente tiempo con su madre, si había dicho lo suficiente para mostrarle su amor.
Comenzó a recordar momentos que había compartido con su madre, momentos que ahora parecían insignificantes. Se arrepintió de no haber sido más considerada, más paciente.
Su padre trató de consolarla, pero Ana se sentía demasiado dolorida. Se encerró en su habitación, rodeada de recuerdos de su madre.
De repente, escuchó un ruido exterior. Era Laura, su amiga. "Ana, ¿estás bien?", preguntó. Ana se secó las lágrimas y salió de su habitación.
Laura la abrazó. "No te culpes, Ana. Tu madre te amaba y sabía que tú la amabas también". Ana se sintió un poco mejor, pero la culpa seguía ahí.