La Sombra de una Corona

Capítulo 17: La Confrontación Inevitable

El día siguiente al festival fue un torbellino de emociones en el palacio. Isabel despertó con el sol filtrándose a través de las cortinas, pero el resplandor del nuevo día no traía consigo la paz que había esperado. En su mente, la realidad de la confrontación inminente con Fernando empezaba a tomar forma con cada repaso de sus sucesos del día anterior. Había desafiado no solo a su prometido, sino a toda una tradición que abrumaba como una sombra sobre la historia.

Mientras se preparaba para el día, su mente estaba en caos. La embriaguez del festival y el apoyo de las mujeres que fueron parte de su comunidad la llenaban de determinación, pero al mismo tiempo, el miedo a la reacción de Fernando la mantenía en un estado de inquietud creciente. Ella comprendía que las amenazas que él había formulado eran reales, y cada momento que pasaba sin enfrentarlo era un instante en el que su libertad y sus sueños se desvanecían lentamente.

El recuerdo de las brillantes sonrisas y la conexión poderosa que había compartido con las artistas resonaba en su mente, pero la presión que se cernía sobre ella también era innegable. Era como una nube oscura que se movía lentamente hacia su camino, una tormenta que prometía igualmente inundar su futuro con las secuelas de su desafío.

Isabel sabía que debía actuar. En un impulso momentáneo, decidió que no podría seguir viviendo en el miedo y que el momento de enfrentarse a Fernando había llegado. La presión y los murmullos de las expectativas no pueden frenar el reclamo de su voz — eso era algo que ni el amor podría arrebatarle.

Tras un desayuno silencioso y tenso con su familia, Isabel se preparó para la reunión con Fernando. Con determinación en cada paso, se dirigió hacia la biblioteca, donde sabía que él la esperaría. El aire se torna denso mientras se acercaba, un tamborileo en su pecho resonando al ritmo de la adrenalina. La biblioteca, antes un resguardo de conocimiento, se sentía ahora como un campo de batalla, su mente girando entre el amor, la lucha y la resistencia.

Al entrar, encontró a Fernando de pie cerca de la ventana, observando el jardín con una expresión de frustración. Su figura se iluminaba bajo la luz, y ella sintió una mezcla de amor y rabia. “Isabel,” su voz era seria, “tenemos que hablar sobre lo ocurrido en el festival.”

Sin perder un paso, ella se acercó, sintiendo cómo cada latido la llenaba de una fuerza que había estado esperando. “Por supuesto,” respondió, su tono firme y decidido. “Es hora de que me escuches.”

Fernando la miró con una mezcla de sorpresa y desdén, como si no le hubiera llegado a la realidad de la situación. “¿Escucharte? Te atreves a hablarme de esa manera después de ridiculizar a nuestra familia y a mí frente a la corte. Has jugado con fuego, Isabel, y debes tomar en cuenta el daño que podrías provocar.”

Isabel sintió que el frío de su mirada se apoderaba de ella, un eco de los temores que había sentido durante los días previos. Pero en vez de ceder, su coraje se avivó. “No ridiculicé a nadie. Solo asumí la responsabilidad de levantar la voz ante la opresión que tantas mujeres han sufrido en la oscuridad,” replicó, dejando que cada palabra empapara su autenticidad.

Fernando dio un paso hacia ella, la frustración consumiendo su cordura. “No puedes llamarlo responsabilidad, Isabel. Solo lo llamo insensatez. A lo largo de la historia, las mujeres han encontrado su lugar al lado de los hombres. Las alianzas que construimos son lo que protegen nuestro futuro. No puedes derribar lo que hemos trabajado tan arduamente para construir.”

“¿Y qué he trabajado yo en esto? ¿Convertirme en un mero símbolo de algo que no soy? ¿O en un peón que solo sirve para sellar alianzas?” La rabia de Isabel se intensificó, cada palabra lanzada como un azote. “Quiero ser más que eso. No estoy pidiendo más de la esencia que está en mi interior. Este es el momento en que todas apaguen sus voces; tú no podrás quitarme lo que soy.”

Fernando frunció el ceño, y la ira desagradable dominó su rostro. “No estás pensando en lo que haces. Tus impertinencias tendrán consecuencias para todos, y no dejaré que tu vanidad arruine lo que hemos construido.”

El eco de las palabras de Fernando resonó como un trueno. No solamente la amenazaba a ella, sino también lo que había comenzado a surgir entre todas las mujeres, el resplandor de una voz unificada. Ella sabía que esta lucha no podía ser aniquilada, que las decisiones que tomara resuenarían a lo largo del tiempo, como un eco que no podría ser ignorado.

“Lo que tú consideras vanidad, para mí es la decisión de encontrar mi propia voz en un mundo que intenta silenciarla,” declaró ella firmemente, sintiendo que las palabras se llenaban de vida. “No cederé ante el miedo ni tampoco al control. Este es el paso que he elegido dar, y aunque no entiendas mi lucha, eso no me detendrá. Debes saber que la verdadera batalla no es solo entre nosotros, sino por todas las mujeres que han anhelado ser escuchadas y reconocidas.”

En un instante, los dos se encontraban al borde de una grieta que podría convertirse en un abismo. Fernando no se esperaba esa resolución. Al verse retado, enfurecido comenzó a soltar palabras llenas de desprecio. “Te doy una advertencia: si decides seguir este camino, lo pagarás muy caro. No me harás responsable si nuestras familias son deshonradas por tu infracción.”

Isabel entendió en ese momento que las amenazas que Fernando le lanzaba eran un eco de las cadenas que había comenzado a romper con su arte. La presión del pasado se tornó en una decisión de resistencia, y a pesar del temor, la llama en su interior se encendió aún más.

“No me amenaces, Fernando. Porque si lo haces, me empujarás a seguir adelante incluso más fuerte. Lo que estoy eligiendo no es solo resistir por mí misma, sino por todas las mujeres silenciadas que han soportado el peso de las expectativas. No permitiré que me silencien.”




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