Viva, era una palabra que solamente ahí, en ese infierno solo se significaba que desgraciadamente seguías respirando, solo eso y nada más.
Llevaba tres semanas solo comiendo pan duro y un vaso de agua por día, a veces mi abuela Edna me provocaba bastante lástima que en variadas veces solía darle mi ración de comida que solo consistía en una papa cruda y medio vaso de agua, no sabía cómo esos dos ancianos seguían vivos, creía que en cualquier momento la guerra los destruiría, pero solía verlos más fuertes que cualquier otra persona en esa casa.
— ¡Es increíble! — Le dije a la abuela mientras la miraba, era una mujer anciana bastante hermosa, sus cabellos blancos atacaron toda su hermosa cabellera rojiza, sus ojos grandes y de igual hermosura, azules como el cielo de arriba en mi cabeza, sus manos huesudas, blancas y frías acariciaban la mía, sus labios delgados y finos se curveaban al contarme con tanta devoción aquel interesante relato.
— ¡Es increíble que el abuelo escalara hasta tu ventana! — le dije con una sonrisa leve en mis labios. La única persona a que pudo hacerme sonreír ya desde hace tiempo que no lo hacía. — Tenia diecisiete años, mi niña, él era fuerte, joven y además estaba loco por mí — dijo mi abuela mirando a mi abuelo a los ojos. — ¿Verdad Francis? — Pregunto.
— Verdad, cariño — Le dijo y el abuelo se inclinó a darle un beso en la mejilla, yo los miraba con bastante ternura.
Mi abuelo se llamaba Francis Polansky, nació en Varsovia, el 3 de abril de 1874. Por lo que él me había contado su familia fue bastante humilde y buena, el aprendió a trabajar desde muy pequeño, en las fábricas de telas de la cuidad, en 1891 con diecisiete años de edad y un solo pantalón, una camisa vieja, y unos zapatos agujerados, conoció según el "A la chica más hermosa que jamás había visto antes". Mi abuela, Edna, que nació en 5 de agosto de 1875, ellos eran de diferente clase social, pues abuela tenía un padre que era dueño de una fábrica de telas, misma en la que el abuelo trabajaba, el paso casi seis meses, "Los más largos y tristes de mi vida" decía el, rogándole a la chica de sus sueños, cuando ella accedió, "Fue uno de los días más felices que ella pudo darme " gritaba mi abuelo a todo pulmón, pero el padre de ella no lo permitía, así que una noche, el abuelo escaló la ventana de ella, y se robó a la chica de sus sueños para irse lejos con ella, el año siguiente se casaron a escondidas de todos. Cuando regresaron de su escape, sus familias no tuvieron otra opción que aceptar su matrimonio.
Convivía demasiado con mis abuelos, más sin embargo con los padres de mi padre nunca conviví en paz. Los abuelos Von Drachenberg no eran polacos, mi abuela era italiana, y el padre de mi abuelo era alemán, pero vivió en Italia toda su vida, por eso el apellido, muchos a lo largo de mi vida creyeron que yo de igual manera era alemana. Gran error. Al conocer mi padre a mi madre, el decidió quedarse en Polonia y casarse con ella, por ende, tuve que aprender a hablar italiano para poder convivir con aquella familia, pero nunca fue en paz, eran agresiones constantes por parte de los abuelos Von Drachenberg a mi madre , así que al cumplir los catorce decidí nunca más volverlos a ver. Y así fue.
— ¡Mi padre decía que nuestro matrimonio no iba a durar! — dijo mi abuela.
— ¡Pero miramos! — grito el abuelo. — Un año de novios y cuarenta y nueve años de casados — dijo mirando a la abuela.
— Cincuenta años han pasado y aún seguimos juntos. Aun te miro y te veo igual de hermosa cuando tenías diecisiete.
La abuela sonrió con nostalgia y beso su mano.
— ¡Vaya! — Exclame. — Tuviste agallas para robarte así a la abuela.
— Era la chica que yo quería para mí. — exclamo. — Aun es la chica que quiero.
Yo les sonreí a los ancianos enamorados, me incline y los abrace, de pronto los traidores de mis ojos me hicieron mala jugada. — No, mi niña— dijo la abuela. — No llores. — Dijo y limpio mis lágrimas
— Es solo que es una linda historia. — Conteste.
— Tu, querida nieta — comenzó el abuelo. — Tendrás una historia igual de linda que contarle a tus nietecitos
— Yo creo — aclare mi garganta y seguí. — Que no tendré nada hermoso que contar, ni siquiera tendré nietos, abuela — Carraspee la nariz — Voy a morir — conteste de nuevo llorando.
— ¡No, Norah! — dijo mi abuela. — Escúchame bien — De pronto tomo mis mejillas con sus palmas.
— Tú no morirás aquí. — Sentencio. — ¡Tu vivirás! ¡Sobrevivirás a esto! — exclamo. — La guerra no podrá contigo. ¡No dejes que pueda contigo! — dijo llorando.
— No puedo, abuela. — Dije.
— ¡Sí que podrás, muchacha! — dijo mi abuelo. — Esto solo es pasajero en tu vida, esto se quedara atrás y tu adelante, solo se fuerte y ten valor.