Diecisiete años.
Tenía diecisiete años ya y aun recordaba cuando eso empezó, gracias a la guerra tuve que madurar demasiado rápido, y me gane un carácter amargado, arisco y sombrío. La verdadera razón es que no era así, aparentaba serlo porque muy en el fondo de mi ser, quería volver a ser la chica de quince años, feliz y contenta con la vida, pero la realidad de aquello es que ya no lo era, solo había ruinas de mí.
Negada y pesimista rogaba a Yahvé para que el sol nunca más volviera a salir, mirando con impotencia las matanzas que hacían frente a mí.
— Esto no es nada. — Oía decir a un soldado mientras azotaba a una chica.
¿Podía haber algo peor, algo más cruel? Entonces quería saberlo, quería ver que tan cruel y maldito podía llegar a ser Adolf Hitler.
Los soldados a mando de este, solo repetían lo que ese hombre decía, eran solo sus perros falderos, besaban el suelo donde Hitler pisaba, los soldados no eran la verdadera amenaza.
Había escuchado decir a alguien:
"Los judíos no son dignos de convivir con los demás"
Pero me había dado cuenta que no solamente nosotros los judíos sufríamos, decenas de gitanos y personas que gustaban de su mismo sexo también estaban tras ese muro alejado de los demás.
Estábamos empacando las pocas cosas que habíamos conservado, pues según ellos, los soldados, nos iban a llevar a otro distrito judío, pero no estaba muy segura, y tenía miedo otra vez, ese sentimiento de nuevo opacaba mi pecho y mi estómago, sentía como si apretaran fuerte contra estos dejándome sin aire, así se siente el miedo, mis rodillas me temblaban y sentía un nudo grande y ardo en la garganta que hasta incomodaba para hablar.