La Sombra Del Holocausto.

Parte 2: Tessia Poniatowski.

Capitulo 13.

 

Los escombros olían a tierra mojada, caminamos hasta la puerta destrozada, pude suponer que era un restaurante, y caminamos más hasta la que fue la cocina, entre jadeos, Vannia me encaminó hasta sentarme en el suelo. Vannia me miro y sonrió. — Lo hicimos — Dijo jadeante hincada de lado mío.
Cuando quiso levantarse, esta dio un quejido de dolor, posando las manos en el estómago, cuando las despego de ahí, sus manos pintaban rojo, la mire jadeante, y me di cuenta que la hirieron. — Vannia. — Dije entre gemidos de dolor. — Te lastimaron. — Sentencie.
— No es nada. — Replicó y se sentó frente a mí, su suelas de los zapatos se juntaron con las mías y acababa de notar que había perdido un zapato, lo único que estaba entre el suelo y la palma de mi pie era la fina y delgada tela de la media, que no tardaba en rasgarse. Las gotas de sudor saladas, recorrían mi frente hasta la comisura de mis labios, mi pecho subía y bajaba con cierta rapidez, poco a poco, esta comenzó a hacer normal.
Estaba herida de una rodilla, la bala no estaba incrustada en esta, pero dolía lo bastante para ser solo rasguñada, también caí a los escombros lastimándome más con una roca, estaba chorreando sangre.
Vannia se levantó frente a mí, tomo su falda y jalo fuerte rasgando un pedazo, envolvió mi rodilla a forma de torniquete y solté un gesto de dolor, suspire y ella volvió a su lugar. — ¿Que haremos después? — pregunte con un hilo de voz.
Ella suspiro. — No lo sé.
— No podemos quedarnos aquí mucho tiempo.
— Si, lo sé — soltó un gesto de disgustó. — Solo hay que esperar a que deje de doler, luego seguiremos. — dijo y cerró sus ojos.

Había perdido a mi familia en un segundo, y ni siquiera tuve tiempo suficiente para llorarles, mi abuela había muerto y seguramente mi abuelo también moriría, deje que mi madre, mi padre y mi hermano subieran a ese tren, ni siquiera podía saber lo que podría pasarles, o a donde los llevarían.
El dolor de mi rodilla era ardiente e insoportable, la herida era profunda y no dejaba de chorrear sangre, cada vez que la miraba un mareo me venía a la cabeza, dolía muchísimo, algo que simplemente no podía explicar pero trate de no gritar para no ser descubierta, en ese momento gire a mirar a Vannia y ella dormía tranquilamente como sin ninguna preocupación opacara su sueño, su pecho subía y bajaba muy lento mientras su mano estaba en donde le dispararon.
Las noches eran frías y crudas, podía escuchar disparos muy cerca de aquí, mientras que yo seguía rogándole a Yahvé que no se acercaran, vidrios rotos, disparos al aire y muros de concreto azotaban en el suelo.
Se escuchaban fuertes y firmes pasos acercándose a mí, seguido de disparos contra el muro de concreto débil gritaron en idioma alemán desde afuera mientras que se escuchaba el caminar por todo el terreno.
De repente Vannia abrió los ojos bruscamente, se levantó con dificultad y dolor, y se sentó a mi lado, me abrazo llevando su brazo a mi hombro, mi rodilla herida estaba estirada, estaba perdiendo mucha sangre y me sentía débil, mientras que la otra rodilla, doblada, tomándola con la mano manchada de sangre. Los pasos se acercaban más y más, mientras que la palma de Vannia me apretaba más el hombro y su respiración resonaba en mi oído.
Podía escucharlos aún más cerca, mi respiración se comenzaba a acelerar junto con la de Vannia, las botas de militar se asomaron por la entrada de la cocina, subí la mirada con temor, solté por la boca el último soplo de temor que tenía atorado en el pecho, y después lo vi, di un grito sordo y mis ojos se cristalizaron, de alguna manera mi respiración se calmó, conocía a ese sujeto parado frente a mí, hubo un silencio temeroso, los ojos verdes me miraron a la cara, bajaron hasta mi rodilla y luego miro a Vannia, el soldado bufo con el ceño fruncido y miro afuera de la cocina.
Mientras yo lo miraba con desdén el llevo su dedo índice a la boca y salió de la cocina. Grito algo desde afuera y supuse que se marcharon, solté un suspiro de alivio.

El entro de lleno a la cocina se paró frente a nosotras, y nos dijo:

— Busquen otro lugar donde esconderse. Para mañana no quiero verlas por aquí. — Asentí lentamente y salió ahí.
Sentí el largo suspiro que soltó Vannia contra mi oído y entre sollozos se alejó de mí hasta la otra esquina de la habitación. Ella me miro asombrada. — Estamos vivas. No nos delató — Titubeó con los ojos bien abiertos. — ¡Yahvé, Que bueno fue! — Exclamo y yo sin decir nada solo la miraba. Ella podía ser engañada pero yo no, ese gesto de bondad no se lo creí ni aunque estuviera loca. Siempre que estaba a punto de morir el aparecía y lo evitaba. Le debía la vida, y eso en verdad me irritada y me hacía rabiar, me había salvado la vida en tantas ocasiones y de tantas formas, pero no confiaba en él y tampoco creí que lo hacía para algo bueno, recordé aquella vez que podía morir en el tiroteo y el me salvo de aquello.




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