El agua se había acabado y comenzaba a hacer calor, Todos estábamos tan pasivos y callados a excepción de un bebé que lloraba a todo pulmón, yo solamente podía escuchar los golpes que me propinaba contra la puerta de madera, el sol entraba por el espacio pequeño de la puerta, solo se observaban las siluetas de los árboles pasar rápidamente.
Fela se interpuso tomándome de los hombros.
— ¿Qué haces, Norah? Por favor, reacciona — sentencio mientras yo tenía la mirada pérdida y derrotada mirando a ninguna lado, pase la lengua por mis labios, tenía sed otra vez.
— Él nos mintió — dije aun sin mirarla.
Ella suspiro, y se quitó el suéter, comenzó a limpiar mi frente, de esta sentía agua correr — Estas sangrando.
Yo aparte la prenda de mi frente con una mueca en la cara, la mire esperando una respuesta, Fela suspiro — Si — La escuche tragar saliva y continuó — Nos mintió, pero ahora no es momento de lamentarse.
— ¿Entonces de que es momento Fela? — pregunte.
Antes de que pudiera contestarme, Max se levantó de su sito y camino hasta la puerta.
— Lo que deberíamos hacer es averiguar cómo salir de aquí — Grito Maxwell del otro lado del vagón, mientras yo seguía azotando la frente contra la puerta. Nadie respondió a lo que él dijo, en ese instante.
— ¡Ya detente! — exclamo Fela deteniéndome. Yo pare de golpearme y gire a mirar a mi hermano.
— ¿Y qué esperas que hagamos, niño? — dijo un hombre malhumorado.
— ¡Cualquier cosa! — Grito levantando los brazos azotándolos en sus piernas— No quedarnos aquí, tan tranquilos esperando a que algo más nos pase.
El bebé seguía sus sollozos tan fuertes que comenzaban a desesperarme, lleve mi mano a la sien, tratando de calmarme, cuando de lado izquierdo, una pequeña niña, toco mi otra mano que estaba recargado en el suelo.
Gire a mirarla y tenía las pestañas más largas y tupidas, nunca había visto iguales antes, ojos verdaderamente azules, el cabello castaño y quebrado, que lo adornaba un listón rosa de lado izquierdo, ella me sonreía inocente. Yo fruncí el ceño al mirarla, torciendo la boca, rápido la quite.
— Ruth, no molestes a la señorita — dijo una mujer castaña muy elegante con labios rojos. Supuse que era su madre.
La pequeña seguía sin dejar de mirarme con su amplia sonrisa cerrada.
— No es molestia — dijo Fela sonriendo a la pequeña. Volvió a mirarme — Norah... — Me susurro con severidad al gesto de grosería que hice. Yo torcí los ojos y me aparte de su mirada. Fela se levantó, yo me senté en su lugar y ella en el mío, cuando comenzó a hablar con ella — Hola pequeña, ¿cómo te llamas? — pregunto Fela.
— Ruth Podolsky.
— Bueno, Ruth, yo soy Fela. ¿Cuántos años tienes? — pregunto
— Cinco ¿Y tú?
— Diecinueve — dijo sonriente.
Reí sin ganas. — Y mi mamá está por allá, y mi padre allá — señaló con su pequeño dedo índice al hombre tirado de lado de su madre. Fela sonrió.
La sed que tenía comenzaba a secarme la garganta, mi boca ya no producía saliva para tragar, comenzaba a sentirla rasposa, lo que me hizo toser y mis labios secos y partidos comenzaban a lastimarme, sentía los ojos pesados y el olor del sudor y orina que comenzaba todo el mundo a transpirar se volvía cada vez más insoportable para mi nariz. El bebé seguía llorando, quería contarme las orejas de tanta desesperación. El tren dio un frenon fuerte, que hizo movernos a todos de lugar, ya no se movía, me levante, y asome la mirada por aquel espacio lleno de barrotes, estábamos en una estación, donde personas estaban ahí que nos miraban con rareza. Saque mi brazo entre las barras agitándolo.
— ¡Ayuda! — Grite un par de veces pero ellos solo me ignoraban, seguido a esto, los demás siguieron mi ejemplo y en un segundo todos gritaban hacia los viajantes. De pronto Kurt Kretschmann, Wilm, y otro al que desconozco, salieron de pronto de lado izquierdo.
— ¡Cierren la boca, escoria! — dijo uno mientras yo miraba a Wilm y Kurt alejarse.
— ¡Tenemos hambre, mal nacido! — Grite Mientras los demás gritaban conmigo.
— No me interesa, ahora cierra la boca.
— ¡Por Yahvé! — Grito un hombre de lado mío — ¡Hay mujeres y niños acá arriba!
El solo nos miraba con sonrisa perspicaz. Todo gritábamos hacia él, cuando de pronto, de la nada salió otro chico con uniforme de gala y un arma grande, apuntando hasta nuestro vagón, la cargo, yo abrí los ojos asustada y me aparte de ahí, pegándome a la pared — ¡Apártate! — dije a Fela azotándola contra el muro. Balazos seguidos se escucharon atravesando la madera, dos hombres y una mujer cayeron a nuestros, pies, después de gritos de temor. Esquive a la mujer que cayó a mis pies herida del estómago y me pare frente al hueco para verlos otra vez.